viernes, 28 de agosto de 2015

Shark





CAPITULO 1
Dos timbrazos lo sobresaltaron, se había dejado llevar por el ruido de las olas pegando una tras otra. Le encantaba dejarse llevar mientras estaba sentado en una vieja hamaca que había encontrado el día que se mudo a esa casa, una casa pequeña situada en la costa italiana. Apartada de todo tipo de civilización, varios kilómetros lejos de sonidos desagradables, de personas, de todo.
El y su soledad, jamás se traicionarían. Fieles durante los últimos diez años de su vida, diez años con el corazón seco, oscuro y helado. No necesitaba amor, ni cariño, nada de buenas palabras para alegrarle el día, nada. ¿Para que necesitaba esos sentimientos si su corazón esta muerto?
Odio, mucho odio, por todo… odio por él mismo y odio por ella. La odiaba con todo su ser, su recuerdo, su mirada, su sonrisa, sus besos, sus caricias, su todo. Se odiaba por haber confiado en ella y sus dulces palabras, por dejarla entrar en su corazón y destruirlo por completo. Miles de veces se dijo tonto, imbécil, estúpido… La única mujer que ha sido capaz de robarle el corazón, la única con la que se ha abierto y a la que le ha contado sus secretos mas ocultos. Solo le dio amor, cariño, le dio todo y le pagó con una traición.

Sabía de muy buena tinta que no debería de abrirse a nadie, la confianza no existe, siempre te acabaran traicionando. Toda su vida ha sido traicionado por todas las personas que le han rodeado, padres, hermano, primos, tíos, amigos. Nació sin amor de sus padres, lo odiaban y el no sabía por que, arremetían contra el día si, y día también. Sólo encontraba amor en su tía Azucena. La que lo entendía con solo una mirada, la que lo amaba sin miedo a su familia, lo defendía a capa y espada. A su niño no se le toca. Podría decirse que era un apoyo para el, el único para ser exactos, y la única que nunca lo ha traicionado.

De nuevo sonó el timbre de casa, decidió levantarse y abrir. Con cara de pocos amigos recorrió todo el pasillo hasta llegar a la puerta no sin antes coger su arma reglamentaria. Abrió la puerta escondiendo la pistola tras su espalda:

  -Hola Hugo- dijo una mujer nada mas abrir la puerta- Seguro que tienes tras tu espalda algo muy peligroso- soltó una carcajada.

-Karen… -dijo Hugo dándose la vuelta e invitando a la mujer a entrar- ¿Cómo me has encontrado?

-Hugo, soy negra no tonta… además tu móvil tiene un dispositivo GPS infiltrado, ya sabes como son los de la CIA. –dijo entrando y dejando el bolso encima de la mesa.

-Seguro que has venido por encargo de ellos, dí lo que tengas que decir, sin rodeos –señalando el sillón para que se sentara..

-Una misión, no me han contado mucho pero parece una de las gordas. –se sentó en el sillón- Llevan mas de diez años investigando, muchos espías están infiltrados.

-Y… ¿Qué pinto yo? –preguntó- Acabo de terminar la última misión hace unas semanas, ellos dijeron que me iban a dejar descansar. –se removió incómodo en el sillón.

-Lo que pintas tú en esta misión lo veras cuando lleguemos. Nos quieren a todos en Azerbaiyán, mañana mismo.– respondió- Todos

-¿Todos? –preguntó.
-Si, todos los que estuvimos hace diez años en el campamento –sonrió- Seth, tu y yo.

-De nuevo juntitos… espero que a Seth se le haya quitado algo de pluma, la última vez casi me viola. –intentó sonreír pero solo hizo una mueca rara.

-Creo que tiene aún más pluma que antes. –dijo Karen sonriente.

Hugo se levantó para traer dos cervezas, sabía que a Karen le encantaba tomarse una muy fresca. Las abrió con el abridor y volvió al salón.

  -¿Cómo te ha ido? –preguntó Karen.
                                                                                                                
  -No puedo hablar de mis misiones, son confidenciales. –respondió con dureza sabiendo que Karen no se refería a eso.

  -Así que mal… tienes que comprarte un perro, o tal vez un gato, necesitas algo de compañía. –dándole un trago a la cerveza- Que rica, fresquita como a mi me gusta.

  -Soy alérgico a los gatos… y los perros no me convencen. –¿A que hora tenemos que estar allí? –preguntó Hugo.

Karen se levantó mientras lo miraba con una sonrisa, esa sonrisa avecinaba algo ‘malo’;

  -De momento vamos a recordar viejos tiempos –dijo empezando a desabotonarse la blusa- Necesito que me penetres, estoy cansada de comer todo el tiempo almejas. –rió quedando en ropa interior.

-Eso te pasa por ser bisexual –dijo acercándose a ella y quitándole el sostén con gran habilidad.

Hugo se lanzó a lamerle el cuello a Karen, leves mordiscos sacándole unos suaves gemidos. Karen alzó la cabeza de su amante para que sus bocas se unieran comenzando a devorarse, las lenguas luchaban abiertamente intentando destruir a la otra;

-Nada de tonterías –dijo Karen separándose- La quiero dentro ya, y como tú sabes hacerlo.
-Muy bien… quiero ver como gritas putita –cogiendo a Karen en brazos.

Las piernas de Karen lo rodeaban con fuerza, la llevó hasta la mesa y tiró el bolso al suelo. Lamió los pezones duros y volvió a besar a Karen. Con los dedos de la mano se embadurnó de saliva la cabeza del pene y  penetró el sexo de la mujer:

  -Uuuf –suspiró Karen.

Comenzó un vaivén lento, suave. Las manos recorrían los pechos de Karen lentamente y los pellizcaba. Notaba en el cuello los dientes de Karen intentando comérselo con rabia, penetraba mas fuerte cada vez que ella le mordía con mas dureza.

  -Sigue cariño… aaah…-gemía Karen cada vez mas fuerte.

La volvió a coger llevándosela a su habitación mientras seguía penetrando. Antes de entrar por la puerta del cuarto se paró y volvió a penetrar salvajemente el coño de su compañera:

  -¡Joder! –gritó Karen- Me vas a destrozar hijo de puta. –mordiendo el cuello de Hugo.

La tiró sobre la cama sin ningún tipo de delicadeza, miró a sus ojos y sonrió pícaramente:

  -Creo que ya no necesito un perro –girando el cuerpo de Karen y posicionándola a cuatro patas- Contigo tengo bastante perrita.

Penetró su pene en el culo de Karen con las manos en los pechos, reanudando la penetración esta vez furiosamente. Una y otra vez, dentro y fuera, cada embestida un aullido de dolor de Karen. Cuando el ano se terminó de dilatar, esos gritos desgarradores comenzaron a ser gemidos de satisfacción;

  -Cabrón ¿Qué me haces? –preguntó Karen sin necesitar respuesta- Me lo estas destrozando a base de bien-dijo con la voz entrecortada.

Al llegar al orgasmo Karen, Hugo llevó su pene a la boca de esta para que se lo mamara hasta correrse. Se lo tragó todo sin rechistar, como siempre que el se corría en su boca.

  -Dios mío, como necesitaba uno de tus polvos –dijo Karen abrazando el torso desnudo de Hugo –Estaba cansada de comer coños todo el día, entre mi novia y las misiones…

-También tienes que ponerte en plan bollera en las misiones –soltó una carcajada- lo tuyo es único.

-Que gracioso… -dijo dándole un leve golpe en el pecho- Has cambiado…

-¿Cambiado? –preguntó confuso.

-Si, me acuerdo cuando te vi por primera vez… -suspiró- Parecías un pajarillo desorientado, con miedos pero también con un odio inmenso.-le miró- Ahora eres un hombre guapísimo, la barba de tres días te queda de maravilla –rió- y por supuesto, de estar gordito a tener esta pedazo de tableta de chocolate. –intentó hacerle cosquillas sin conseguirlo.

-Antes era un estúpido… -dijo serio.

-Antes eras un chico normal, ahora eres un asesino…-hizo una pausa- como yo –volvió a reír- Agente 111563 fóllame de nuevo.

Quedaron dormidos después de repetir otra sesión de sexo entre los dos. Sus cuerpos llenos de marcas y sudor yacían en la cama de matrimonio desecha, seguro que esas marcas mañana dolerán bastante fueron las ultimas palabras de Karen antes de quedar profundamente dormida.
Sólo durmieron un par de horas antes de que sonase el despertador, era la señal para prepararse; maleta y ducha. Por supuesto que tuvieron otra sesión de sexo mientras se enjabonaban. Algo de sexo oral y de nuevo penetración agresiva con Karen de espaldas a el, esa chica es insaciable. Si fuera Karen habrían estado durante mucho mas tiempo acostados en la cama, por suerte no había tiempo para mas y salieron de casa directos al aeropuerto mas cercano.

Llegaron a Bakú tras un vuelo tranquilo sin interrupciones de ningún tipo, Karen quiso jugar un poco pero Hugo le cortó el rollo nada mas empezar. A la salida del aeropuerto les esperaba un hombre de avanzada edad con pelo canoso, los guió hasta el coche, un todoterreno negro con los cristales a juego, y se dirigieron a la base de la CIA. No conversaron nada importante salvo los saludos típicos, el hombre se llama Dmitry.
En apenas media hora llegaron al recinto secreto de la CIA, cada uno puso su clave personal y entraron por unas largas escaleras subterráneas. La poca iluminación hizo que Hugo fuese mas lento de lo normal, no veía casi nada. Se volvieron a encontrar otra puerta blindada con una pantalla táctil, otra vez las claves y entraron. Ahora era muy distinto a lo recorrido, muchos ordenadores, una pantalla gigante en la pared, y luz, mucha luz.

Les dio la bienvenida el Coronel Smith, una leyenda de la marina con cientos de muertos a su espalda. Hombre serio donde lo haya, no le gustaba las bromas ni los malos modos cuando se referían a el, nadie le faltaba el respeto.

  -Agentes –saludó Smith- Puntuales, como siempre –dijo mirando a Hugo con cara seria.
  -Coronel –saludaron Hugo y Karen totalmente erguidos.

Smith les señaló las sillas que rodeaban la gran mesa de cristal, al sentarse escucharon un grito muy desagradable;

  -¡Ayyy me quiero morir! –gritó Seth- ¡Maricón! Que bueno que estas –volvió a gritar mientras se abanicaba con las manos.

  -Seth… -dijo Hugo intentando no reír.

  -¿Que tal nena?, ¿cuantos rabos….? –preguntó Karen riendo.

  -Si tu supieras… me las comía dobladas –informó sentandose en una de las sillas, la que mas cerca estaba de Hugo.

  -No se si sabéis quien soy. –dijo Smith- ¡Seth deja de hacer el gilipollas coño! –gritó sacando las carcajadas de Karen y Seth- No me tenéis ningún respeto condenados.
   
Cuando ya todos estuvieron cómodos y dejaron de hablar y reír, comenzaron;

  -Bueno os he llamado por varios motivos, -comenzó Smith- primero felicitaros por vuestras últimas misiones, han sido perfectas –dijo con cara de aprobación- y segundo para encargaros una nueva misión.

  -Gracias señor. –dijeron a la vez los tres.

  -La misión no es ningún juego de niños, es peligrosa y muy difícil. –dijo mirando serio a los tres- Llevamos quince años intentando desmantelar a un gran circulo de corrupción, tanto drogas como de blanqueo de capital, pasando por asesinatos y prostitución ilegal.

  -¿Cuantos agentes de campo están involucrados? –preguntó Hugo.

  -En esta misión han trabajado mas de veinte agentes diferentes, cada vez que uno nos dejaba, –haciendo un gesto parecido a una cruz- entraban otros nuevos, tanto mujeres como hombres. Algunos están bastante infiltrados como pareja, cuñados, sobrinos salidos de la nada…

  -Parece que no es una broma… -dijo Karen mirando a Hugo y a Seth.

  -Aquí –dijo Smith tirando unos cuadernos en la mesa- Tenéis toda la información que hemos conseguido desde que comenzamos la misión, nombres, fechas, lugares… todo.

  -Parece poca cosa… -dijo Seth con su voz afeminada.

  -Es poca cosa, pero ahora tenemos un as en la manga –dijo Smith mirando a Hugo.

  -¿As en la manga? –preguntó Karen mirando a el coronel y a Hugo.

Hugo abrió el libro ojeando por encima, se encontró una sorpresa;

  -Señor, tiene que haber un problema con estos nombres… -dijo Hugo pálido.

  -¿Que problemas ves? –preguntó con ironía Smith.

  -Pedro Gálvez, Luis Gálvez y Alejandro Gálvez… esos son mi abuelo, padre y hermano –dijo Hugo mirando serio al coronel Smith.

Karen y Seth miraron a Hugo pálidos, serios, no sabían acerca de la vida de su compañero pero si les había contado algunas cosas sobre su familia;

  -Tu eres el as, Hugo –dijo Smith entrelazando sus manos- Tienes la tapadera perfecta, el nieto de unos de lo capos de la mafia y droga. Es perfecto.

  -Señor yo no puedo hacer esto… -Hugo se levantó nervioso- No quiero hacerlo, usted sabe toda mi historia, por que aquella noche llamé a su puerta pidiendo ayuda…

  -Hugo –dijo Smith serio- Estos diez años sólo han sido un entrenamiento para que empezases esta misión, sabíamos quien eras, sabíamos que nos ayudarías, Alhambra sabía que nos ayudarías.

  -¿Alhambra? –preguntó Hugo- Alhambra… es mi… -Smith lo cortó.

  -Si es ella, lamento tener que decírtelo yo. –Smith se levantó de la mesa- Creo que es momento de que pongas al día a tus compañeros, esto tiene que salir perfecto. –terminó Smith saliendo por la puerta.

Durante varios minutos nadie dijo nada, Karen y Seth aguardaron en silencio esperando que Hugo comenzara a hablar. Sabían que para Hugo iba a ser difícil hablar sobre su vida, era un hombre serio y reservado, hablaba poco y no le hacía gracia abrirse a los demás.

  -Hugo… -dijo Karen acariciándole la mano.

  -Podemos esperar, cuando estés preparado puedes hablar –dijo Seth.

  -Veamos, -comenzó Hugo a hablar bastante nervioso- Tengo que empezar desde el principio… -dijo cerrando los ojos.

Su familia eran una de las mas ricas de España, del mundo, todo a su alrededor era pura ostentación. Siempre estuvo rodeado de cosas caras, nanas y juguetes. En su familia el que mandaba era su abuelo Pedro, Pedro Gálvez, era el patriarca, al que todos obedecían sin rechistar. Lo adulaban por ser un tipo honesto, un hombre que de la nada se hizo rico con una empresa de importación y exportación. Las historias que contaba su abuelo eran increíbles, un muchacho compró con sus ahorros de toda la vida un camión y un pequeño almacén donde recibía los encargos. En diez años tenía una flota de cien camiones y su pequeño almacén se convirtió en un rascacielos con oficinas.

Tras treinta años de ganar dinero a espuertas le pasó los mandos a su primogénito,
Luis Gálvez. Los primeros diez años consiguió doblar las ganancias, se casó con una mujer llamada Eloisa Liceso y tuvo tres hijos; Alejandro, Hugo y Leire. Alejandro un año mayor que Hugo era el consentido de su padre, Hugo llegó por culpa de un accidente inesperado y Leire cerraba la familia.

Ser un hijo poco querido no era nada agradable para Hugo, creció sin amor de sus padres, ni su hermano que cada vez que podía le hacía la vida imposible. El único apoyo era su tía Azucena y mas tarde su hermana Leire. Por ellas es que Hugo aguantó todos esos años de maltratos, dieciocho años aguantando malas palabras de toda su familia. Año tras año eran mas ricos, año tras año el era mas maltratado. Ojala el supiera por que lo trataban así, ¿Qué había hecho el para ser tratado así? Era toda una incógnita, tampoco Hugo pedía que le tuvieran respeto, si eso fuera ocurrido se reirían de el.

Parecía que el dinero crecieran en los árboles, su familia era envidiada por todo el mundo, mas de una vez intentaron secuestrar a algún miembro de la familia sin suerte. Gracias a eso todos tenían que salir escoltados de casa, todos menos Hugo. No pasaría nada si le pegasen un tiro en la cabeza, nadie lo echaría de menos; es lo que escuchó decir un día a su padre. Claro que en cuanto su tía Azucena escucho aquellas palabras por parte de su hermano por poco se lo come, aquello parecía una guerra entre Azucena y Luis. No llegaron a las manos por que el ‘abuelo’ medió entre ellos.

Si solo fuera sido esa la única bordería de su padre… no había día en el que no le dijeran algo parecido a eso, lo odiaba, cada día mas. Los hijos se guían mirándose a sus padres, o eso dicen… pues Alejandro era el digno retrato de su padre, incluso le ganaba en ser mas hijo de puta. Hugo pensaba que entre ellos había una especie de competición para ver quien era mas cabrón de los dos, tanto con su madre, su hermana… cualquiera era válido para comenzar su competición.

Luego llegó ella, Victoria. Una muchacha preciosa que no pasaba inadvertida para nadie, menos para el género masculino. Desde que la vio Hugo se quedó prendado de ella, su pelo ondulado color azabache, su piel pálida y sus ojos color miel lo atraparon casi al instante.
Cursaba primer año de derecho cuando mientras hablaba con sus amigos de cómics, apareció ella haciendo que todos los presentes giraran para analizarla lentamente. Hugo que estaba distraído leyendo el ultimo número de Superman, no se dio cuenta cuando la chica se sentó a su lado;

  -Hola –dijo Victoria sonriente- espero que este sitio esté libre.

Hugo levantó la mirada y giró el cuello hacia la derecha encontrándose a esa preciosidad;

  -N.. no está ocu… pado –dijo nervioso.

  -Bien –dijo Victoria con gesto de satisfacción.

Luego llegaron las presentaciones, casi congeniaron al instante, tenían muchas cosas en común los dos, les gustaba el mismo grupo de música, las mis películas e increíblemente, a los dos les encantaban los cómics. Era su mujer perfecta, su media naranja.

Cada día tenían mas confianza entre los dos, quedaban para estudiar en la biblioteca municipal, cenaban en alguna pizzería cercana tras la larga sesión de estudios que les habría el apetito… Era perfecto. Hugo comenzó a abrirse con ella, le contaba todos sus miedos, sus secretos, la relación con su familia. Era un gran apoyo para el.

Terminó por enamorarse locamente por ella, deseaba besar sus labios, abrazarla y decirle cuanto la amaba. Pero el miedo a no ser correspondido le hacía dudar, si lo rechazaba todo cambiaría, se distanciarían mutuamente, tenía pánico de separarse de ella.
Un día al llegar a clase vio como Victoria lo estaba esperando con su preciosa sonrisa;

  -Que pronto has llegado… -dijo Hugo sentándose en su sitio.
  -rió- Si verdad…-dijo pensativa.
  -Haber que te preocupa, estás muy pensativa –preguntó Hugo.
  -Es que se me hace raro que todavía no me hallas invitado a salir, no se quizás una cita… -lo miró seria.
  -¿Q… que? –preguntó tartamudeando.
  -Pues eso, que me invites a una cita. Estoy harta de esperar que des el paso –dijo aún mas seria.

Se puede decir que desde ese instante eran novios, novios empalagosos, no se separaban para nada, todo el día juntitos. Hugo era el hombre mas feliz del mundo. Parecían un matrimonio, muchas veces ella se quedó a dormir con el, otras el con ella…
Casi sin pestañear pasó todo un año, un año lleno de amor. Hicieron el amor por primera vez, y después de esa muchas veces mas. Las vacaciones de verano la pasaron juntos, los dos, en un pisito en la costa de Andalucía. Unos meses de infarto, cada día era una aventura, playas nudistas, sexo en mitad del océano… era pura lujuria.
Luego de unas vacaciones de ensueño llegó el periodo universitario, segundo año, había que ponerse a estudiar en serio. Hugo se fue a vivir con su tía Azucena, por fin iba a estar lejos de la casa de locos. Y como era de esperar, Azucena encantada de que su ojito derecho se fuera con ella. Además que ella al pasar bastante tiempo de viaje en viaje, no estaba mucho en casa, así que su sobrino se la cuidaría.

Hugo y Victoria casi no salían de casa, todo el día en la cama o estudiando juntos. Pero de repente todo se empezó a enfriar, las veces que disfrutaban del sexo iba disminuyendo considerablemente, Victoria estaba as susceptible de lo normal. Hugo hacía todo lo posible para que todo volviera a ser como antes, casi todos los días le enviaba un ramo de rosas blancas a su casa con una tarjeta escrita de su puño y letra. Cada día le decía algo bonito, algo nuevo y refrescante. Sin embargo, todo seguía a peor, peleas casi diarias y del sexo ni hablar, ella ya no era la misma.

Un día tras otra pelea mas, y eran unas cuantas, quiso darle una sorpresa. Prepararle una cenita romántica para reconciliarse y ,por supuesto, una gran ración de sexo. Con toda la felicidad del mundo entró en el piso de su flamante novia, dejó las bolsas en la cocina y al escuchar un ruido dejó de respirar para escuchar mejor. Siguió el sonido hasta llegar a la habitación de Victoria, el sonido de la cama chirriar le hizo un nudo en el estómago. Los jadeos de su novia eran ensordecedores al estar tras la puerta que separaba a el de ella, abrió la puerta de un golpe y lo que se encontró… lo que se encontró le partió el corazón.
Victoria cabalgaba furiosamente sobre un hombre, Luis, su hermano mayor. Al oír el ruido de la puerta los amantes se revolvieron desnudos mirando hacia Hugo que estaba completamente lívido;

  -Dios mío…. –dijo Victoria tapándose la cara con las manos.
Luis muy nervioso se puso de pie y corriendo se largó de la habitación desnudo con la ropa en los brazos;
  -¿Pero que estas haciendo? –preguntó Hugo cuando pudo hablar.
  -Mi amor esto no es… Perdóname por favor –lloró Victoria.

Hugo dándose la vuelta recorrió todo el pasillo hacia la puerta de la casa de Victoria, esta lo alcanzó con una sábana para taparse su desnudez. Lo cogió del brazo haciendo que este se parara;

  -Te amo… -dijo Victoria con un hilo de voz.

Hugo al escuchar esas palabras la cogió del cuello y la empotró contra la pared;

  -¡No vuelvas a mentirme! –gritó Hugo con la mano izquierda agarrando el cuello de Victoria.
  -De verdad yo te… -se calló.

Hugo la calló alzando su puño cerrado, comenzó a dar golpes a la pared donde Hugo la tenía empotrada con su mano agarrando el cuello. Una y otra vez, puñetazo a la pared, una, y otra, y otra… Sus ojos comenzaron a vomitar lágrimas, su puño derecho se encharcaba de sangre;

  -¡Te odio! –gritó Hugo soltándola y saliendo por la puerta sin mirar atrás, para nunca volver a ella.


Parte 2

Hugo salió corriendo por el portal sin rumbo fijo, sus ojos llenos de lágrimas no le dejaban ver con claridad. Después de ver a Victoria siéndole infiel con otro hombre, y encima ese otro hombre era su hermano Alejandro, el tío que mas detestaba en el mundo, el que lo puteaba cada vez que lo veía… Ella además sabía todo lo que le hizo pasar, ¿y que hizo? Follar con el, entregar su cuerpo a el…
N supo cuanto tiempo dio vueltas por Madrid, caminó y caminó sin rumbo alguno. De sus ojos ya no caían ninguna lágrima, estaban secos como su corazón. Bastante entrada la noche llegó a casa, casa de Azucena, entró encontrándose a su tía sentada y bastante nerviosa;

  -¿Se puede saber donde has estado? –preguntó furiosa.

Al ver la cara de Hugo se puso pálida, y al ver la mano ensangrentada, aún mas;

  -Pero… ¿Que te han hecho? - cogiendo la mano de Hugo- ¡Habla! –gritó.

Hugo no hablaba, su mirada estaba perdida en el horizonte, un horizonte negro, oscuro, helado. Se encontraba perdido en tantos pensamientos, que no le dejaban pensar con claridad.

  -Yo… yo… no se… nada. –dijo Hugo muy confuso.

Azucena se empezaba a preocupar bastante viendo a Hugo cada vez mas ido, parecía estar en shock.

  -Ven conmigo, vamos a la cama… a dormir peque. –cogiendo del brazo de Hugo.

Hugo se dejaba llevar por su tía hasta la habitación, no sentía nada, tampoco sintió como su tía le quitaba la ropa para meterlo en la cama; y por supuesto tampoco sintió las mas de cincuenta llamadas que tenía en su móvil.

Al día siguiente despertó en su cama no sabiendo como había llegado hasta ella. Se levantó con un dolor de cabeza bastante fuerte, pero para dolor, el que desprendía su mano derecha… De repente se acordó de todo, sus puñetazos a la pared, su mano retorciendo el cuello de Victoria y de Victoria siendo follada por su hermano mayor. Esta vez no sentía ganas de llorar, no, ahora solo sentí un inmenso odio hacia ella, su amor. Es sorprendente como puede cambiar un sentimiento tan bonito como es el amor, al odio tan oscuro que empezó a sentir el.

Al salir de su habitación se encontró con Azucena preparando el desayuno, se miraron una décimas de segundo, un leve instante en el que Azucena vio la oscuridad en los ojos de su sobrino, ya no había nada de Hugo, sus ojos ya no estaban llenos de amor y dulzura.
No hablaron nada salvo los típicos ‘buenos días’ de turno. Desayunaron entre el silencio que tanto desesperaba a Azucena. Quería que su sobrino le contara lo que le había pasado, que se abriera como siempre lo hacía. Ahora era todo diferente, el tiempo en el que Hugo le contaba sus inquietudes había terminado. Y ella se sentía culpable. Azucena se sentía culpable por haber jugado con los sentimientos de los demás, incluyendo a su pequeño Hugo, ella sabía todo, ella dio las ordenes.

¿Pero que iba a hacer ella? No esperaba que ese amor fuera cierto, ese amor con el que su sobrino veneraba a Victoria. No se lo podía contar, si le decía toda la verdad, la odiaría toda su vida. Y eso no lo podría aguantar, mirar a Hugo y que el la odiara no lo soportaría.
Durante toda la mañana Hugo estuvo encerrado en su cuarto sin querer hablar con nadie. Sólo tenía una cosa en mente, escapar, irse a donde fuera necesario, quería morir, vivir. Levantándose de un salto comenzó a hacer la maleta, metió lo necesario, lo imprescindible para empezar de cero largándose lejos de Madrid, de España, de Victoria. Necesitaba poner tierra de por medio entre su dolor y el, olvidar.

Saliendo con la maleta de su cuarto, camino hacia la puerta de casa, su tía lo paró;

  -¿Dónde vas? –preguntó Azucena mientras agarraba el brazo de Hugo.
  -No se… lejos. –contestó cabizbajo.

Azucena observaba a su sobrino de arriba abajo, intenta descifrar lo que pasaba por su mente. Entraron en el salón uno detrás del otro, sentándose en el sillón biplaza empezaron a hablar;

  -Hugo, ¿me lo vas a contar? –preguntó Azucena.

Hugo se quedó callado, mirándola;

  -Si no hablas no te podré ayudar, Hugo… cuéntame… -dijo Azucena pasando su mano por la cara de Hugo.

Tras un rato callado, Hugo empezó a hablar. Le contó todo, paso a paso, todo lo que vio hacer a su ‘novia’ con su hermano, como follaban en la cama en el que el tanto la amo, tanto disfrutaron de amor.
Azucena escuchaba en silencio, sin decir una palabra. Vio que Hugo no hacía ningún gesto; cabreo, tristeza, rabia… nada, neutro. No sentía que fuera su sobrino de siempre, le asustaba cuanto le había echo cambiar la traición de Victoria.
Hugo le relataba todo al pie de la letra, todo era muy confuso para el, no sentía nada, cero, nunca le había pasado algo parecido. Hasta con su ‘familia’ cada vez que redecían alguna mala palabra se sentía triste o cabreado, pero ahora, nada de nada. Era como si ella no le importase, su amor se había convertido en puro odio.

Cuando Hugo terminó de hablar, Azucena lo miró levantándose y caminó hasta su habitación. No tardó mas de medio minuto en volver, en su mano traía una tarjeta;

  -Ve a esta dirección. –le dijo seria- Date cuenta que si dices de ir, sufrirás cada día de tu vida, lloraras lágrimas de sangre, no tendrás ningún sentimiento salvo el odio que está creciendo en ti. –Hugo cogió la tarjeta- Ya no tendrás familia, nadie sabrá de ti, jamás, será como si estuvieras muerto.

Hugo miraba la tarjeta pensativo, luego, sus ojos escrutaban la cara de su tía, la veía serena, seria.

  -Muy bien. Acepto. –dijo Hugo mirando a su tía.

Azucena sentía ganas de llorar, no esperaba que aceptase;

  -Al llegar, habrá un hombre con pinta de mendigo sentado sobre unos cartones. Verás un cartón de vino tinto sin abrir, lo cogerás y le darás la vuelta quedando la fecha boca abajo. –decía Azucena con rostro serio mientras miraba los ojos de Hugo- Cuando te mire a los ojos le tienes que decir; ‘Alhambra me envía’ –Azucena volvió a repetir la frase por segunda vez- Le seguirás sin decir una palabra mas, en silencio, entrareis en un callejón que os llevara hasta una puerta escondida tras unas cajas de cartón. Al entrar por esa puerta, dejarás atrás todo, solo vivirás para lo que te obliguen hacer sin rechistar en absoluto. –se abalanzó sobre su sobrino y lo abrazó con fuerza- ¿Estas seguro de hacer esto? –preguntó son despegarse de Hugo.
  -Si, lo estoy. –respondió firme Hugo.

No hablaron mas, Hugo cogió sus cosas y partió sin mirar atrás. Tampoco escuchó a su tía llorar totalmente desconsolada, y por supuesto no pensó en Victoria. Tenía en la cabeza la dirección que le había dado Azucena. No sabía lo que le esperaba cuando llegase al punto de encuentro con aquel supuesto mendigo. Por que de lo que estaba seguro es que ese tío no era ningún mendigo, y por supuesto, que su tía no era la mujer que conocía desde hace diecinueve años.

Al llegar se encontró con el ‘mendigo’, sentado en unos cartones y a lado un cartón de vino, tinto. Lo miró sin que este le hiciera caso. Se agachó alcanzando el tetrabrik y le dio la vuelta, dijo las mismas palabras que le dijo su tía;

‘Alhambra me envía’

Los ojos del mendigo entonces se dirigieron a los de Hugo, ese sintió un escalofrío cuando sintió esa mirada penetrándole como un clavo a la pared. Levantándose con un pelín de dificultad, sin mediar palabra se dirigieron al antes mencionado callejón y se internaron por la puerta escondida.
Al entrar se esperaba algo terrorífico, al contrario, se encontró unas escaleras de caracol que bajaban hacia una amplia oficina con varias habitaciones. Una de esas habitaciones se podía ver tras un gran cristal colocado en la pared, sin duda era una sala de interrogatorios. Hugo sin saberlo estaba en una base de la CIA. Lo más cerca que estuvo de algo parecido era viendo alguna película, algún cómic o serie de televisión.

Ahí fue donde conoció al coronel Smith. Lo guió durante el trayecto hasta coger un avión hacia Virginia, Langley para ser más exactos. En el trayecto, que fueron varias horas, Smith le contó todo, que es la CIA, que iba a pasar con el. Por supuesto que preguntó por Azucena, o mejor dicho, Alhambra. Solo le respondió que trabajaba con ellos. Cuando  fue a preguntar por lo que hacía su tía, Smith lo calló con una bofetada. Hugo al no esperarse esa reacción por el hombre, se paralizado y con la mano en la mejilla. Era confidencial.

*
  -Hugo… Hugo, ¿estás bien? –preguntó Karen.
  -Si, es que me he distraído un poco. –respondió Hugo desabrochándose el cinturón.
  -Desde que subimos al avión te has quedado callado. –dijo Seth dándole un sorbo a la copa de vino que tenía en su mano.
  -Si… es que no me gusta recordar mi pasado. –dijo Hugo pellizcándose la curva de la nariz.

Volvió el silencio entre los tres.
Al bajar del avión privado, les esperaba un coche totalmente negro. Subieron Karen y Hugo detrás y Seth en el asiento del copiloto;

  -¡OH MY GAD! –gritó Seth- Que piloto mas guapo…

El pobre hombre lo miró con miedo, Karen empezó a reírse como loca. Hugo callado intentando no reírse del grito agudo de Seth, era difícil para el estar serio cuando Seth decía algo de ese estilo.

  -Deja de gritar… -dijo Hugo sereno.
  -Por favor Seth… te gusta todo el que tenga un rabo entre las piernas. –rió Karen.
  -No guapa –giró la cabeza hacia Karen- los travestis no me gustan. –dio otro grito aún mas agudo.
  -Por que tu eres el travesti… -dijo Hugo con los ojos cerrados.
  -¡Como me conoces maricón! – haciendo reír hasta al conductor.

Al llegar al hotel el botones los guió a sus respectivas habitaciones, estaban una detrás de otra. Se despidieron con los típicos; ciao, hasta luego…
Hugo quedó relajado al entrar en su habitación, por fin solo… en soledad. Sabía que lo de la soledad al empezar una misión era imposible, no tendría tiempo para el en ningún momento. Por eso no se tomó nada bien que le quitasen esa merecidas vacaciones. Su última misión infiltrado en unos de los cárteles más importantes de Colombia…

Tenía que hacerse pasar por un comprador a gran escala de cocaína, duró unos seis meses entablando una grandísima relación con uno de los capos. El muy cabrón lo tenía todo muy bien atado, no había por donde cogerle por ningún lado. Lo bueno es que además de pillar a algunos de sus mas firmes ‘accionistas’, su tapadera quedó en perfecto estado.
Hugo se tumbó sobre la cama sin desvestirse tan siquiera. Cogió su móvil personal, navegó por todo el menú llegando a ‘biblioteca’. Al en esa carpeta comenzaron a salir las típicas fotos con las que vienen los móviles; playas, puestas de sol, colores mezclados…hasta que llegó hasta una foto que nada tenía que ver con todas las demás. Expandió la foto viéndola a mejor escala. Una muchacha de unos dieciocho años posaba con cara de felicidad, poniendo los dedos en uve y una preciosa sonrisa.

  -Hermanita… -dijo en voz baja Hugo.

Unos toques que tomaron un ritmo odioso le hicieron levantarse y caminar hasta la puerta, tras ella se encontraba Smith con cara sonriente. Entró junto con una bolsa en la mano derecha, en ella ponía el nombre de una franquicia de comida rápida. Las puso encima de una pequeña mesa redonda de cristal y mármol, corrió la silla y se sentó;

  -Venga siéntate, he traído tu hamburguesa favorita –dijo Smith sacando la comida de la bolsa.

Hugo dudó pero acabó sentándose en frente del coronel;

  -Las niñas me han preguntado por ti… sobre todo la pequeña –rió.

Al ver que Hugo no decía nada, el siguió hablando de nuevo;

  -¿Estas preparado para la misión? –preguntó arrancando el papel de una de las hamburguesas.
  -Siempre estoy preparado cuando se me necesita. –contestó Hugo.
  -Ya lo sé –mirándolo con una leve sonrisa- Puede que se te haga raro volver con tu familia…
  -No son nada mío. –dijo con voz severa- En este trabajo no puedes tener sentimientos de ningún tipo… -alcanzando una hamburguesa.
  -Tú lo has dicho, nada de sentimiento, ni siquiera odio. –miró fijamente a Hugo.
  -No siento nada por esas personas. –intentó sonar severo.
  -¿Y por tu hermana? –preguntó Smith limpiándose con una servilleta los dedos- Todos los años le envías un regalo por su cumpleaños… creo que algo si te importa. ¿Me equivoco?
Hugo no abrió la boca. Sabía que cualquier excusa sonaría idiota, no se le puede mentir a una de las personas que mas lo conoce.
  -Ya veo… -dijo Smith saliendo victorioso.

Comieron en silencio durante media hora, por supuesto que no quedó ni rastro de hamburguesas y patatas fritas. Sabía que Smith no se iba a dar por vencido al escuchar sus palabras, era perro viejo y no se le escapaba nada.
Hugo tenía muchas preguntas que hacerle al coronel Smith, iba a ser difícil que le contestase a alguna de ellas por eso estaba aún mas cabreado si cabe. Para el había sido una sorpresa que su tía estuviera al tanto de esa misión, además de que seguro que ella sería una de las cabecillas de la misma. ¿Cómo puedo haber engañado a todo el mundo de esa forma? Era la pregunta que rondaba en la cabeza de Hugo.

Lo tenía todo planeado desde el principio, solo esperó la ocasión de enviarlo a ese campamento para que el fuese uno de los ‘suyos’. Estaba cada vez mas cabreado con el mundo entero, su querida tía lo estaba usando desde el principio. Todo el cariño que le había dado desde pequeño solo era una artimaña de Azucena, o mejor dicho, Alhambra. Cuando ella lo envió con aquel mendigo y supo que se trataba de la CIA, el nunca se imaginó que ella planeaba algo parecido. Pensó que trabajaba con ellos salvando el mundo, y eso era lo que quería que hiciese el. Había estado totalmente equivocado desde el principio.

Otra sorpresita fue enterarse que su abuelo era un mafioso, y de los malos además. Tampoco es que le extrañase demasiado, de esas víboras se esperaba lo peor. Pero seguía siendo una sorpresa. Luego se enteró que su padre había seguido el mismo camino que su abuelo, otro mafioso más. Solo faltaría que Alejandro, su hermano, fuese otro de ellos… la familia siempre unida.

Lo malo de pensar en todas estas personas le hacían recordar a Victoria, esa perra que lo traicionó de la manera más vil. Todavía la odiaba, la odiaba tanto como la amó. Es curioso lo rápido que se puede pasar del amor al odio y viceversa. Son sentimientos totalmente diferentes, pero se viven con la misma pasión.
Al irse Smith se despidieron hasta el día siguiente. Volverían a verse en la central para dar las últimas puntadas a la siguiente misión.
Hugo al quedarse solo decidió darse una ducha para relajarse y dormir hasta que saliera el sol de nuevo. Mientras le caía el agua caliente por su rostro, sintió como unos brazos color chocolates recorrían su espalda hasta llegar a su abdomen;

  -No estas nada sorprendido… -dijo Karen.
  -No sabía si ibas a venir, pero lo imaginé. –le dio la vuelta y agarró a Karen por la cintura.
  -No me hagas nada por la parte de atrás…. –sonrió Karen- ayer me lo dejaste echo añicos.

Comenzaron a besarse lentamente, uniendo sus lenguas mientras el agua caía sobre sus cuerpos. Karen lentamente bajó hasta encontrarse con su falo duro y húmedo por el agua;

  -Es un vicio para mí –dijo Karen cogiendo el pene duro- Cada vez que lo pruebo no puedo parar de pensar en el.

Pasó su lengua por toda la cabeza enrojecida. Recorrió toda la longitud y se la metió en la boca comenzando una magnífica mamada. Hugo no es que fuera tenido un gran historial si al sexo se refiere, pero las mamadas que le hacía Karen no se las hacía nadie. A cada succión de Karen, Hugo se estremecía de pies a cabeza. Estaba haciendo un gran trabajo sacándole gemidos tras gemido.

Cuando Karen vio que Hugo estaba a punto de llegar al orgasmo, se puso de nuevo de pie y volvió a besarlo. Ahora era Hugo el que tumbó a Karen y le dio su ración de sexo oral. Su lengua peleaba con el clítoris hinchado de su compañera, incluso succionó el bultito haciendo a Karen gritar de gusto. Vio como Karen llegaba a un pequeño orgasmo tensando todos sus músculos. El cuerpo de Hugo se deslizó hacia arriba para morderle los pezones duros como piedras, a cada mordisco que le daba un gritito salía de los labios de Karen.

Guió su pene hasta la entrada de su vagina y la penetró, Karen suspiró nuevamente dejándose llevar por las sensaciones que sentí al tener ese palo duro entre sus piernas. Hugo con un vaivén lento comenzó a penetrar la cueva húmeda de la mujer, subiendo el ritmo de las penetraciones los sonidos de sus pubis chocando, y el agua cayendo en sus cuerpos llegaron al unísono a un gran orgasmo. Un orgasmos que nada tenía que ver con el que tuvieron la noche anterior, pero que no envidiaba nada en absolutos. Si el otro era en plan salvaje, tratándola como una furcia, este era relajado, casi erótico.

Se secaron con miradas cómplices y sonrisas pícaras. Sabían que iban a tener otra pequeña sesión sobre las sábanas color beige que adornaban la cama de Hugo. Otro orgasmo casi al unísono y se quedaron dormidos hasta el siguiente día..
Cuando la luz del sol aparecieron por las rendijas de la persiana, Hugo abrió los ojos descubriendo que Karen no yacía junto a el. Sin hacer ruido y en medio de la oscuridad, Karen salió sin hacer ruido dejándole dormir plácidamente. De nuevo se dio una duchar y aireó la habitación que olía todavía a sexo.

Sacó uno de sus trajes del armario y se vistió con toda la tranquilidad del mundo. El traje color negro, con la camisa blanca y sin corbata, las odiaba. Cerró todo y salió en dirección a la Agencia Central de Inteligencia. De nuevo el coche oscuro y el mismo conductor le llevarían hasta su destino, dentro del coche ya lo esperaban Seth y Karen. Como siempre que el era el último en llegar, se empezaban a meter con el, por supuesto que el hacía oídos sordos a las burlas de sus compañeros.

Media hora tardaron en llegar hasta la central. Sacaron sus tarjetas y la pasaron por el lector electrónico. Seth se quedó atrás junto con Karen, siempre les fallaba a ellos. Caminó hasta el ascensor y subió a la última planta, lo estaban esperando a la salida del ascensor una mujer de unos cincuenta años y el coronel Smith. Caminaron hasta la oficina de este último y se sentó en una de las cinco siete sillas que había. No tardaron en aparecer Seth y Karen y, ahora, el que reía era Hugo. Las caras de pocos amigos de sus compañeros lo decían todo, ya le harían alguna jugarreta a Hugo.

  -¿Empezamos? –Preguntó Hugo.
  -Todavía no estamos todos –respondió Smith- Anne, cuando lleguen hazlos pasar. –le dijo Smith a su secretaria.

Hugo miró a sus compañeros con cara de interrogación. Pasaron unos breves segundo cuando se abrió la puerta y en ella aparecieron una mujer y un chico.

  -Clare bienvenida, Steve… -dijo Smith mirando a las dos personas- Sentaros.

La mujer miró a Hugo de forma altiva y se sentó junto a el. Era una mujer muy bella, pelo rojizo, labios carnosos, una estatura media alta adornado con un cuerpo muy bonito. El chico mas bajito que todos los presentes, unas gafas adornaban su cara, pelo revuelto y castaño, un tipo normal.

-Bueno pues comencemos –habló Smith- La señorita es la Agente White, a pesar de su corta edad tiene una gran carrera como agente de la CIA. Steve –dijo mirando al muchacho- Es uno de los mejores informáticos que tenemos, llevará todo lo electrónico en esta misión. Puede Hackear cualquier contraseña, móviles, ordenadores… estará a cargo de los micros, pinganillo, etc. Trabajaréis en su equipo.
   -Dirás que trabajaran en nuestro equipo –dijo Hugo.
   -No chico, trabajaréis para mí, yo doy las órdenes y vosotros las cumplís. – miró seria a Hugo.
   -¿Chico? –rió Hugo- A mi nadie me da ordenes y menos una calienta po…
   -Ya está bien –gritó Smith- Trabajáis juntos, sois un equipo.

Los dos asintieron de mala gana y callaron;

 -Muy bien –respiró Smith- Hugo, tu tapadera. Todos los aquí presentes sabemos quien eres, por supuesto que solo lo sabemos nosotros seis, junto con Alhambra. –Hugo se movió incómodo- Arquitecto, necesitan uno y que mejor que darle el trabajo a un familiar. –dijo Smith- además estudiaste eso en el campamento.
 -Muy bien señor –dijo Hugo.
  -Karen será tu mano derecha, secretaria, como quieras llamarlo. –miró a Karen- Seth será tu socio, y Clare –Smith sonrió- Será tu esposa.

Al escuchar esto todos comenzaron a reírse, todos menos Hugo y Clare;

  -Hugo, Steve será tu cuñado. Llevará la página Web de la ‘empresa’, vivirá con vosotros.
  -¿Con nosotros? –preguntó Hugo.
  -Si, viviréis en unos de los adosados cerca de tus padres. Karen y Seth serán vuestros vecinos. –dijo Smith.
  -Vecinitos…. –dijo Seth mirando a Hugo y Clare.
  -Aquí tenéis toda la información que necesitáis, -dándoles unos cuadernos- cuando os conocisteis, vuestro primer beso y la fecha de la boda. –volvió a reír Smith, se lo estaba pasando pipa.
  -¿BODA? –gritaron a la vez Hugo y Clare.

De nuevo todos se rieron al ver el grito que dieron;

  -Por ultimo, vuestros nombres en código –dijo Smith- Karen, WOLF; Seth, COCO; Steve, HACK y Clare, RED.
  -¿Yo? –preguntó Hugo.
  -Tú serás… SHARK. -dijo Smith.


Parte 3

Se despertó totalmente humedecida por el sudor. No era nada nuevo tener siempre la misma pesadilla, una y otra vez. Diez años con la misma pesadilla. Sus ojos verdes llenos de lágrimas, su mano retorciéndole el cuello, y su puño chocando contra la pared con rabia. Sentir todo el odio que le tenía, su mano bañada en sangre. Era una cruz que tenía a su espalda.
Se levantó un tanto mareada, siempre le pasaba lo mismo. Agarrándose de los muebles llegó hasta el baño, tras ella cerró la puerta con pestillo y comenzó a desnudarse. Se metió en la ducha de agua fría y comenzó a espabilarse poco a poco. Sus manos enjabonaban sus pechos duros y turgentes, haciendo pequeños círculos. Bajó su mano hasta su pubis, pubis que frotó con delicadeza y parsimonia. Se excitaba por momentos, recordando sus besos, sus caricias.

  -Hugo…. Mmm –apretó su clítoris- cariño…

El dedo índice daba pequeños golpes en el clítoris haciéndola gemir con más fuerza. La mano que quedaba libre dejó de acariciar sus pezones duros, para bajar y penetrar dos de sus dedos en su vagina. Sólo dos pequeñas penetraciones y su cuerpo convulsionó ferozmente. No necesitaba mas que recordad las caricias de él para llegar a los mejores orgasmos de su vida, sólo el con su recuerdo era capaz. Hugo, su Hugo.
Nadie la tocaba como el, nadie la besaba como el, y por supuesto, nadie la amaba como el. Sabía perfectamente que de la misma manera que el la amó, ahora la odiaba con la misma fuerza.

Durante todo este tiempo intentó buscarlo hasta debajo de las piedras, claro que no tuvo suerte en dar con el. Por más que lo intentó, y mira que lo intentó, era como si la tierra se lo hubiera tragado. Era imposible que alguien desapareciese así como así. ¿Estaría muerto? Esa pregunta le revolvía el estómago. No concebía un mundo si que el viviera en el. Su muerte pondría fin a su esperanza por volver a verlo, abrazarlo, besarlo…
Se subía la cremallera situada en su costado derecho cuando sonó el teléfono;

  -¿Diga? –dijo Victoria.
  -¡Amiga! Sólo quedan dos días para tu fiesta de compromiso –gritó- ¿Estas nerviosa?
  -Hola Sofía, ¿Por qué debería estar nerviosa? –preguntó Victoria.
  -Una no se casa todos los días…
  -No es mi boda –dijo con desgana- solo es una pequeña reunión.
  -¿Reunión? –preguntó Sofía- ¡Si hay mas de quinientos invitados!

Era verdad. A la fiesta iban a asistir mas de quinientas personas, aunque no conocía a ninguna salvo a los compañeros de universidad.

  -Es normal ¿no? –dijo Sofía-  Alejandro es de una de las familias mas ricas del mundo.
  -Si… -suspiró de mala gana Victoria.
  -Menos mal que elegiste a Alejandro, su hermano pequeño daba grima… pobre imbécil –soltó una carcajada.
  -Cuidado con lo que dices de Hugo –gritó- el no tiene nada que ver con esto.
  -Es verdad… perdón –pidió disculpas- Por cierto… ¿sabes si va a ir Hugo? –preguntó Sofía.

La pregunta trastocó a Victoria, lo que menos quería es que Hugo supiese que se iba a casar con su hermano. Además de que era con el que le puso los cuernos. Sería un gran golpe.

  -No creo… tampoco es que sepamos nada de el. Nadie sabe nada desde hace diez años. -dijo Victoria con un tono de voz melancólico.

Por suerte Sofía dejó el tema y preguntó por otra cosa. No tuvieron una conversación demasiado extensa cuando terminó por colgar. Victoria despidiéndose de su amiga bajó las escaleras y caminó hacia el gran comedor de casa de sus suegros.
En aquella mesa desayunaban su suegra Eloisa, Leire, la hermana de su futuro marido y Azucena. Tras los típicos saludos protocolarios, corrió la silla sentándose junto a Leire, su cuñada. La muchacha del servicio dejó algunas tostadas en la mesa junto con una gran ensalada de frutas; pera, manzana, plátano, piña, melocotón. Tras esto la muchacha se fue hacia la cocina y dejó a las mujeres solas;

  -¿Cómo has dormido querida? –preguntó Eloisa tras dar un sorbo al café sólo que sostenía con los dedos índice y pulgar de la mano derecha.
  -Bien señora –respondió Victoria con gesto sonriente- ¿y usted?
  -De maravilla, como siempre que duermo sin mi marido –soltó una carcajada.

Las cuatro rieron con ganas.
Victoria se llevaba bien con toda la familia de su prometido, era querida y la apoyaban en todo. Lo que le preocupaba a ella era el cambio dado por Leire en un tiempo a esta parte. La notaba muy fría con ella, como si estuviera cabreada con su persona. En realidad sabía que la guardaba rencor tras dejar a su hermano para irse con el otro. Leire estaba muy unida a Hugo, igual que el. Era una de las pocas personas que querían a Hugo, y que el quería. Tras un año de relación con el, le había contado multitud de cosas, buenas y malas por su puesto. De Leire y Azucena sólo tenía palabras bonitas, no igual que para su madre y padre. Cada vez que se refería a ellos con bastante rencor, no odio pero algo muy parecido.
De Alejandro ni siquiera hablaban en ningún momento, ¿para que? Sabía que no se tragaban, ninguno de ellos lo tragaban.

A Victoria le parecía un baboso de primera calidad, además de un mujeriego empedernido. Si por lo menos fuese un mujeriego que tratase bien a las mujeres… Lo bueno de ser un mujeriego es que a ella la tocaba lo justito. Al principio de su relación si es verdad que era insaciable, no paraba nunca. Se lo tenía que quitar de encima poniendo alguna excusa estúpida. Peor era no poder disfrutar con los besos y caricias de Hugo, se sentía una puta, se daba asco así misma.

A pesar de su edad, al conocer a Hugo ni se imaginaba que sería el amor de su vida. ¿Quien iba a pensar que un tipo con pinta de pringado la iba a enamorar locamente? Gracioso fue la primera vez que lo vio. Pardillo fue lo primero que se le pasó por la cabeza, luego lo único que pasaba por su cabeza era poder dormir abrazada a el.
Despertar con el cuerpo de Hugo pegado al suyo, su brazo posado en su cadera y su pene duro clavado en sus nalgas, le encantaba. O cuando la despertaba con dulces besos en el cuello. Era puro amor, puro amor que se convirtió en el odio mas oscuro.

  -¿Quieres? –preguntó Leire sacándola de sus pensamientos.
  -¿Qué? –dijo confusa.
  -Que si quieres más café –la miró con gesto confuso.
  -No, no gracias. –respondió sonriente.

Después de un desayuno ameno cada mujer partió hacia su propio trabajo. Eloisa salió casi corriendo despidiéndose con un escueto adiós. Leire y Azucena irían con Victoria. Dejarían a Leire en la universidad y después marcharía con la tía de su prometido. En el trayecto hacia la universidad, veía a Leire muy pensativa, seria. Sus ojos sólo se fijaban en su móvil, parecía atareada con los mensajes, quizás las amigas o los pretendientes. Quien sabe…
Al despedirse de Leire aceleró hasta que la perdió de vista.

  -Vamos a la base, tenemos que hablar todos –dijo Azucena de sopetón y muy seria.
  -A plena luz del día no creo que sea muy seguro –apretando el volante.

No recibió respuesta alguna por parte de Azucena. Al llegar aparcó el coche en un parking subterráneo, bien escondido. Tras dar un amplio rodeo, por si alguien las seguía, entraron en un bar. Un simple vistazo del camarero hacia ellas y las dejó entrar por la puerta que comunicaba la cocina con la barra. Abrieron la puerta frigorífica y entraron por una puerta escondida tras unos tubérculos en un magnífico estado. Teclearon sus respectivas contraseñas y entraron.

En una de las habitaciones les esperaban dos personas, una mujer de mediana edad y un hombre con gesto serio.

  -Smith, ¿que tal el viaje? –preguntó Azucena.
  -De maravilla querida Alhambra… -sonrió- ¿Cómo has estado? –dijo mirando a Victoria.
  -Bien señor. –respondió acompañando con un leve gesto de cuello.

Se sentaron cada uno en una silla.

  -¿Todo bien? –dijo Azucena mirando a los ojos de Smith.
  -Esta de maravilla –arrascándose la barba.

Victoria quedó un poco confusa al oír la respuesta del Coronel Smith.

  -¿Esta? –miró Victoria hacia Azucena.
  -No es nada. –respondió sin mirarla- Dentro de una semana habrá un encuentro con uno de los narcotraficantes colombianos, necesitamos a alguien encubierto en esa reunión. Me da igual quien… mientras sea fiable. –habló Azucena.
  -¿Ortega? –dijo Victoria.
  -Si. –afirmó Smith- Tengo algunos que pueden hacerlo bien, -mirando hacia Azucena- tiene una buena tapadera con Ortega.
  -Espero que no la caguen, o están fuera. –se levantó Azucena dando un golpe en la mesa.

El misterio que tenían Azucena y el Coronel Smith siempre dejaba confusa a Victoria, jamás preguntó por esa relación aunque le encantaría saberla. Cada vez que hablaban parecía que todas las frases tuvieran mas de un sentido, nada de lujurioso, pero algo escondían. Todo el velo misterioso en el que se escondían desde que se conocieron le daba por pensar, por supuesto que desechaba ‘escarbar’ en ello, no fuera a llevarse demasiadas sorpresas.
Era normal que no quisiera descubrir más sorpresas sobre Azucena. Todavía se acuerda cuando se conocieron, unos doce trece años mas o menos. Por aquel entonces Victoria era una novata en la CIA, un diamante que había que pulir. Azucena se la jugó por ella llevándosela a su primera misión, confió en ella al cien por cien. Los rumores que corrían por la central sobre Azucena no le quitó las ganas de trabajar con ella, al revés, lo deseaba aún más si cabe.

Se la conocía por se fría como el hielo y dura como la piedra. Más de una vez Victoria se lo tomaba a broma, nadie puede ser tan… así. Todo cambió cuando conoció a los protagonistas de la misión, y su papel en ella. Ahí se dio cuenta que todo los rumores, eran más ciertos de lo que parecía.

No todo el mundo sería capaz de jugar con los sentimientos de su familia.
Tenía que volver loco de amor a su sobrino, Hugo se llamaba. Sería fácil, facilísimo. Al ver la ficha que contenía toda la información sobre el objetivo, quedó gratamente sorprendida. Tenían muchas cosas en común, música, películas, comida. Otra de la cosa que le gustó fue que no era el típico rompecorazones de turno, era bastante normalito, sería fácil captar su atención. Justo al contrario que ella, no se lo tenía creído, bueno tal vez un poco; era una belleza, poseía un cuerpazo que su trabajo le costaba mantener.

Por increíble que fuera, le costó Dios y ayuda que Hugo diese el paso. Incluso le costó muchísimo que se abriera a ella, que le contase sus pensamientos. Cansada de sólo salir en plan amigos, Victoria se lanzó a por el como una pantera hacia su comida. Lo malo es que no tenía planeado que sus sentimientos hacia el cambiasen a cada beso y caricia que le brindaba. Se terminó por enamorar locamente de él.
No era lo planeado en un principio, pero cayó en sus brazos como una tonta. Por más que Azucena le decía que no se enamorara, que no tuviera sentimientos… ninguna de esas palabras la hacían dejar de pensar en Hugo, su Hugo.

No había día en el que no se acordara de el. Cuando su mente se sumergía en los recuerdos que compartía con Hugo, no podía hacer nada salvo excitarse. Recordaba las vacaciones que pasó con el en Barcelona. Y por supuesto el sexo. Casi no pasearon por las playas de la ciudad condal, normal, casi no salían de la cama.
Otro golpe en la mesa de Azucena la trajo de nuevo a la vida real;

  -No podemos permitirnos fallar de nuevo, es importante que lo haga bien –miró a Smith.
  -Da por seguro que no fallará, es el mejor. Lo sabes. –Dijo Smith muy serio.

**

Posando uno de los pies sobre la cinta en movimiento, Hugo se sentía raro, confundido. Después de diez años volvía a pisar suelo español, su país de nacimiento lo esperaba ¿con los brazos abiertos? En su rostro se dibujó una sonrisa, mas de circunstancia que de felicidad.
Según lo previsto, en la puerta de desembarque les estaría esperando varias personas. Ninguna tenía relación con la CIA, es decir que ahí empezaba su tapadera. Dos hombres vestidos con el uniforme de chófer y al lado de estos una mujer de mediana edad.

  -Buenas noches señor Gálvez. –dijo la mujer alzando la mano- Mi nombre es Susana Hernández, espero que todo esté a su gusto.
  -Hugo la miró con una sonrisa- Todo está perfecto, muchas gracias.
  -Cariño –dijo Clare agarrando del brazo a Hugo- Ya puedes soltar la mano de la señorita. –en tono neutro.

Hugo no pudo más que soltar la mano de Susana. Cualquiera pudo apreciar que se había cabreado por lo que Clare había dicho.

  -Mi amor… -alzando con el dedo índice la barbilla de Clare- solo tengo ojos para ti –se acercó dándole un casto beso en los labios.

Después del ese gesto tan maravilloso de Hugo hacia su prometida, partieron tras Susana. Uno de los chófer sería para Clare, Steve y el propio Hugo. El otro chófer se encargaría de Karen y Seth.

En el camino hacia su casa nueva, Hugo quedó callado observando cuánto había cambiado su ciudad natal. El mismo tráfico de siempre, pero los edificios eran diferentes, la gran minoría claro. Miró a Clare cuando esta le cogió la mano quedando los dedos enredados en los suyos. Era raro hacer el papel de la pareja feliz, podría decirse que le daba náuseas. Para cualquiera sería un sueño que una mujer como la pelirroja fuera tan amorosa con el, pero para un hombre que lo había pasado mal como él, sería casi indiferente.

Por supuesto que Clare atraía a todo hombre vivo, muerto o en coma. Su mas de metro setenta, junto al cuerpo explosivo, no era ninguna tontería para Hugo. No le gustaría nada excitarse con Clare, esas caricias que no tenían nada de sexual le ponían nervioso.
Llegaron a su casa nueva. Una casa donde tenían que fingir ser pareja, fingir apreciar a su cuñado. Las mentiras nunca le gustaron, odiaba la falsedad, siempre dijo que las mentiras tienen las patas cortas. Ahora era totalmente diferente, no es que le gustase pero sí que mentía con una facilidad que asustaba al mejor actor del mismísimo Hollywood. En su trabajo era una de las cosas más importantes, fingir, fingir quien eres, cómo te llamas, como eres en realidad. Y claro, nada de sentimientos, cero.

En la misión que tenía entre manos iba a ser muy difícil fingir. Las personas a las que tenía que mentir eran a su familia, familia que no quería, pero al fin y al cabo lo eran.
Mientras que bajaban las maletas entre todos, Susana sacó unas llaves y abrió la verja. Conocían la casa al ver las fotos que tenían una de las carpetas que Smith entregó.

Nada más entrar comprobaron lo bonito que era el jardín, las fotos no le hacían ninguna justicia. Varios árboles adornaban la entrada, una fila de rosas rojas y otra de rosas blancas.
La casa no se quedaba atrás; un gran recibidor, cuatro dormitorios, tres baños; uno en cada planta y el de la habitación principal. Este último gozaba de un jacuzzi. Comedor muy amplio, cocina sencilla pero bastante grande. Garaje donde podían meter hasta cuatro coches. Por último una gran piscina en la parte de atrás de la casa.
Una casa para el estilo de vida de un arquitecto de categoría. El hogar soñado para una pareja joven con futuros hijos.

Tras conocer lo que sería su nuevo hogar, la pareja se despidió de Susana y del chófer. En todo momento Clare agarró el brazo de su prometido, quizás para marcar terreno ante Susana o tal vez para seguir el papel de novia celosa. Hugo aceptó el gesto de su compañera sin inmutarse, haciendo su papel al pie de la letra. De nuevo Susana alzó la mano y se despidieron, seguro que no sería para demasiado tiempo.
Decidieron que Clare durmiese en la habitación principal. Tendrían que poner sus ropas juntas en el mismo armario, por si las moscas, que pareja feliz no tendrían su ropa en el mismo armario…

Cada uno marchó a su habitación para acomodarse y tomar contacto con la casa. Hugo dio varios paseos en toda ella para conocerla en profundidad, no quedaría bien que se equivocara en ir al baño y acabar en la cocina, ¿no?
Durante todo el tiempo que estuvo solo, tendido en su cama nueva, sus ojos no se despegaron de todas las fichas llenas de información. A cada hoja aún mas sorprendido de la familia falsa que había tenido toda su vida, no se salvaba nadie. Vio lo peligroso que era su abuelo y su padre, muchas muertes apuntaban a ellos pero siempre quedaban como inocentes. Se lo montaban bien.
En una de sus hojas ponía el nombre de Victoria, futura esposa de Alejandro Gálvez. Suspiró. De nada sirvió intentar coger todo ese aire para tranquilizarse, a cada momento se llenaba de ira. Después de su medio explosión no pudo más que soltar una carcajada irónica;

  -Al final acabó así… -dijo en murmullos Hugo.

En ese instante recibió un mensaje en el móvil que le habían entregado para la misión. Abriendo la bandeja de entrada se encontró un mensaje bastante escueto;

  22:00 Bar Ture Turi – Azucena

¿Le sorprendió? No. Tarde o temprano Alhambra haría su aparición. No sabía cómo iba a saludar a su querida tía Azu. Si fuera como antes seguro que se la comería a besos y abrazos, ahora… todo ha cambiado.
Solo le quedaba una hora para la cita y todavía tenía que hablar con todo el equipo al completo. No tardó en sonar el timbre haciendo presencia Seth y Karen, por supuesto que cada uno hizo una broma sobre la pareja prometida. Clare y Hugo los miraron furiosos con la bromita de sus compañeros.

  -Tenemos que preparar una agenda diaria –dijo Clare- Necesitamos tener tiempo para entrenar, ponernos al día sobre la construcción del nuevo edificio… hay mucho trabajo por hacer.
  -Es cierto. Smith todavía no nos ha dado ninguna dirección de alguna base para poder ponernos al día. –habló Karen.
  -No nos va a dar ningún punto de encuentro para la misión, esta es nuestra base. –se unió a la conversación Steve.
  -¿Esta es nuestra base? –preguntó Seth.
  -Si… tenemos que hacer todo desde aquí. También será la oficina de la empresa. –dijo Steve terminando con las dudas de sus compañeros.
  -Como en casa en ningún sitio, ¿no? –dijo en tono irónico Hugo.
  -En realidad no necesitamos más, creo que es suficiente para poder sobrellevar la tapadera. –miró seria Clare.
  -Los entrenamientos lo haréis en parejas, claro que os iréis turnando entre todos. –informó Steve- Luego tendremos que hablar sobre vuestras técnicas de lucha, la rama en la que estáis configurados.
  -¿Configurados? –preguntó Karen confusa.
  -Si.-rió- Soy informático, no se hablar de otra forma. Quiero decir vuestra especialidad en la lucha.
  -Vale… -se dio por entendida Karen.

Al hablar sobre los métodos de lucha, Hugo recordó a su maestro. Durante seis meses entrenó duro con un monje Shaolin, Guan Xiu. Le enseñó todo lo que involucraba el Kung Fu, humildad, respeto hacia tu oponente, confianza en sí mismo y la paciencia en una lucha. Una semana sentado en la posición Flor de Loto, le hizo ser paciente, relajarse en su meditación. Le puso a trabajar en las verdes montañas de Lijiang y ayudar a personas necesitadas. Fueron las primeras cosas que le enseñó su maestro, ser humilde.
Al principio de su formación en el arte marcial que es el Kung Fu, Hugo se tomaba a broma lo que le enseñaba Guan Xiu. Tras el largo periodo sentado y meditando, comenzó a ver la vida de otra forma.

  -La oscuridad en tu alma no te deja pensar con claridad. Calma tu mente y recorre el camino que te lleve a la pureza de tu corazón.

Nunca olvidó esas palabras.

Se disculpó ante sus compañeros, tenía un que ir al encuentro de su tía Azucena. Si al principio se sintió relajado, al acercarse el momento se empezó a poner nervioso. Volvería a ver a Azucena.
Partió media hora antes de tiempo. Por suerte al ir en taxi pudo observar de nuevo la ciudad, sin lugar a dudas había cambiado en diez años. Al llegar al bar donde habían quedado, no tuvo que esperar nada a Azucena, ella ya lo esperaba sentada en una mesa bastante escondida. Lo que menos querían ahora era alguna oreja atenta a su conversación.
Caminó hasta Azucena con paso tímido, ella por su parte al verlo su cara se iluminó de alegría. No se esperó que Azucena se levantara como un rayo para apretujarlo con sus brazos.

  -Hugo, mi vida –dijo entre sollozos Azucena.

No había cambiado ni un ápice, en sus recuerdos Azucena era igualita a como es ahora. Incluso podría decir que la vio tan guapa como siempre, preciosa. Quiso ser frío en el saludo con su tía, pero la quería demasiado como para no abrazarla con más fuerza del que ella hacía. Pudo controlar las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos, estaba muy emocionado.

Cuando se sentaron, comenzaron a conversar. En ningún momento hablaron sobre espías, ni de los engaños de Azucena, nada de eso. Se sentía dichoso de volver a verla. No dejó de mirar sus gestos, sus manos moviéndose al hablar, su risa cada vez que recordaba alguna anécdota, todo. Cenaron pidiendo las típicas tapas españolas, calamares a la romana, tortilla de patatas, jamón, lo típico. De postre pidieron tocino de cielo, es su postre favorito.
 Al acabar de cenar, dieron un paseo en el coche de Azucena. Mas que paseo, pareció que iban a un sitio donde nadie tuviera la ocasión de escuchar lo que realmente iban a conversar. Aparcaron en un sitio donde pudieran pasar desapercibidos.

  -Sabes porque te he traído aquí, ¿verdad? –preguntó Azucena girando la llave haciendo que el motor parase.
  -Me hago una leve idea. –dijo Hugo mirando serio.
  -Empezaré desde el principio de todo, como he llegado hasta aquí. –con una sonrisa en los labios.


Parte 4

Un Hugo totalmente perplejo, caminaba por las calles de Madrid sin rumbo. Totalmente en shock. Todavía no entendía la maldad de su abuelo, su padre… todo lo que le contó Azucena le había tocado de mala manera. El había trabajado con asesinos sanguinarios, narcos, mafiosos… pero todo aquello era demasiado para cualquier humano.
Todo comenzó treinta años atrás, cuando Azucena estudiaba en la universidad. Era una muchacha preciosa, una belleza poco usual de ver. Su vida era como la de cualquier chica de su edad, se divertía con sus amigos y estudiaba como la que mas, algún noviete también tuvo. No pasaba desapercibida, media universidad andaba tras ella.

No se llevó bien con su hermano nunca, eran enemigos íntimos por así decirlo. Que no se tragaban no era un secreto para nadie. Lo único bueno era su novia, Eloísa, era muy buena amiga suya de toda la vida, eran uña y carne. Al comenzar a salir su mejor amiga y su hermano, Azucena intentó por todos los medios habidos y por haber que no llegasen a mas, un simple polvo y todo se olvidaría. Un golpe duro fue saber que iban enserio, muy enserio. Era la decisión de su amiga Elo, ella sólo pudo verlo tras la valla y rezar para que no fuera cogida por el toro de lidia, su hermano era un autentico miura. Digno sucesor de su padre, los dos eran igualitos, unos auténticos hijos de puta.

Lo peor para ella fue ver con sus propios ojos como su padre asesinaba a un hombre. Su padre nunca supo que ella vio aquella atrocidad con sus propios ojos, ella debería de estar a doscientos kilómetros lejos de aquella casa, con su familia. Escondida en una de las habitaciones escuchó toda la conversación que mantuvieron el asesino y su víctima, pobre hombre perdiendo la vida por una bala en la sien.

A quien le iba a contar aquello, ¿a la policía? Nunca la creerían, su padre tenía muchos contactos, la tomarían por loca. ¿Su madre? No se enteraría, su cuerpo iba drogado las 24h del día, depresión decía tener. Su hermano lo descartó al instante de pasársele por la cabecita, el era igual que su padre. Mas tarde sabría que estaba en lo cierto.

Con la escena del crimen rondando en su cabeza, Azucena se desesperaba cada día más sin poder dejar salir todo lo que sabía de su padre. Desde ese día, Azucena espiaba a su padre cada vez que podía, de puntillas entraba en el despacho de su padre para poder recoger información. Se daba con un canto en los dientes, no importaba lo mucho que se acercara a el, terminaba por irse con las manos vacías.
Hugo no era tonto, vio que su tía no le contó en ningún momento como fue su llegada a la CIA, escondía algo. Es verdad que el secretismo en la CIA era pan de cada día. Lo dejó pasar por alto, solo de momento.

Toda esta historia que le había contado su tía hacía unas horas le hacía arder el pecho. Sentía los mismos síntomas, o parecidos, que daría un ataque de ansiedad. Presión en el pecho, con un leve mareo.
Se sentó en un banco que encontró en el paseo hasta su nueva casa. Le vino de gloria relajar las piernas, más que nada por no caerse al suelo en medio de la calle. Poco a poco iba relajándose, su respiración se volvía lentamente más normal, el pecho comenzó a despejarse de la presión. A la vez que respiraba profundamente, miraba a la gente pasear, algunos volvían a sus casas, otros reían camino de alguna fiesta entre semana, algunas parejas agarrados de la mano… Por gracioso que pareciese Hugo se relajó completamente viendo a unos ancianos hacerse carantoñas. Se veían adorables pese a la edad avanzada que aparentan, tal vez era cierto eso de que el amor no entiende de edades.

Ahí el amor, eso que tanto odia Hugo, lo que mas detesta en el mundo.
Se levantó con una sorprendente rapidez encaminándose con paso sereno hasta su casa. Tuvo la tentación de llevarse unas pizzas al pasar por una de las tiendas llamadas Telepizza, pero recordó que llevaba muy poco dinero para costearse la comida rápida.
Se encontraba tan sumido en sus pensamientos, que por arte de magia terminó frente la puerta de su antigua casa, la casa de sus padres. Una sonrisa apareció en su rostro, no era de felicidad, era algo parecido a decepción, una sonrisa llena de decepción. Todo lo que había descubierto de su familia le vino a la cabeza de nuevo, todas las palabras que descansaban sobre las hojas llenas de los asesinatos que rondaban a su familia.

El sonido del motor de un coche hizo que se escondiera tras una farola fundida, ocultando su cuerpo en la oscuridad. Un coche de alta gama aparcó frente la puerta de su antigua casa, de el bajó una chica bastante guapa, parecía molesta. Un chico que rondaba la misma edad de la muchacha, dio un portazo casi tan fuerte como su acompañante;

  -¡Eres una zorra! –gritó el chico.

Furioso al no obtener respuesta de la chica, la cogió del brazo con furia.

  -¡Suéltame cabrón! –dijo la mucha alzando la voz.
  -No me vas a dejar así perra. –su mano chocó con el rostro de la chica.
  -Déjame Carlos –lloraba asustada.
  -Estoy hasta las narices de tus juegos Leire –le dio otro guantazo.

Hugo al oír ese nombre tan conocido para el, se acercó raudo hasta la pareja.

  -Eres una perr… -alguien agarró el puño de Carlos.

Leire abrió los ojos cuando no sintió el tercer golpe en su cara. Una espalda ancha se interpuso entre Carlos y ella;

  -¿Que haces colega? –preguntó en tono chulesco a Hugo- No tiene nada que ver contigo maric…

Hugo agarraba el cuello de Carlos y lo hizo volar estampándolo contra el capó del coche. El estruendo asustó a Leire que miraba con los ojos muy abiertos la escena.
Hugo se acercó hasta el cuerpo de Carlos comenzando a dar puñetazos sobre la cara del chico, este gritaba con los primeros golpes para después llorar tras romperle el tabique nasal. Sin embargo el sonido tan particular no hizo que Hugo parase de propinar puño tras puño en el chico, estaba completamente cegado. Por suerte las manos de Leire agarrando su chaqueta hizo que volviera en sí. Se dio la vuelta respirando agitadamente para ver a su hermana pequeña, que lloraba asustada de la paliza que acababa de presenciar.

  -Quien.. –decía confusa Leire.
  -Me sorprende que la mocosa que me ganaba a las peleas se deje golpear por este tipo… -dijo sonriente.
  -Hu… ¿Hugo? –preguntó.
Hugo le regaló otra sonrisa dulce.
  -Si… ¡eres tú! –abrazándolo con fuerza.

Volvió a sentir esa sensación, la sensación que creía no volver a sentir, amor fraternal. Estuvieron abrazados durante mucho tiempo, pero fue como si solo fueran sido unos segundos. Luchó para que de sus ojos no brotasen lágrimas, eran de felicidad, pero no quería sentir de nuevo la sensación mojada en sus preciosos ojos verdes. No se podía permitir sentir cariño por nada ni nadie, pero que mas da, un día es un día. Con el brazo de su hermana rodeándole la cintura se alejaron de la casa para tener intimidad sin que nadie los molestase, nadie debía de robarle esa sensación de calidez. Al llegar a un parque cercano, volvió a mirar los ojos color miel de su pequeña hermana, que se notaba dichosa de volver a verlo.

  -¿Por qué no has avisado? –preguntó.
  -Hace diez años que no me ves, no has tenido noticias mías… ¿crees que te avisaría sin poder darte la sorpresa? –dijo sonriente Hugo.
  -Me dejaste… sola, me abandonaste a mi suerte, sin despedirte… -comenzó a llorar Leire.
-Era lo mejor que pude hacer… necesitaba volar solo, sin nadie que me hiciese madurar y convertirme en un hombre. –pasó el pulgar para limpiar las lágrimas de su hermana.
  -No justifica que dejaras de llamarme, hablar aunque solo fuese unos segundo conmigo. ¡No tengo la culpa de lo que te hizo Victoria! –gritó volviendo a llorar- Me has hecho mucha falta a mi lado, no sabes cuanto…
Hugo volvió a abrazarla contra su pecho intentando que se calmarse.
  -No me arrepiento de haberlo echo, ningún día de mi vida me he arrepentido. –acarició su pelo.
  -¿Nunca me echaste de menos? –dijo mirando a sus ojos.
  -Por supuesto que si. –afirmó serio- Puede que eso me hiciera mas fuerte para volver a verte… veros.
  -Quizás me veías como a una niña, era una niña… pude ayudarte, aunque fuese haciéndote reír. –por primera vez sonrió.
  -Veo que llevas puesto uno de mis regalos –acarició el colgante de oro blanco colgado en el cuello de Leire.
  -¿Tu eras el de los regalos? –acarició el colgante confundida- Los regalos que llegaban por correo, sin nombre… ¿eran tuyos?
  -¿De quien si no? – rió fuertemente.
Su hermana lo abrazó más fuertemente aún.
  -Quise creer que eran tuyos… me aferraba a esos regalos creyendo que eran tuyos para poder sobrellevar tu ausencia… -pasó su mano por la cara de Hugo.

Su hermana le dio un gran beso lleno de cariño en una de sus mejillas y se aferró a el, para que no se volviera a escapar. Hablaron durante mucho tiempo. Leire no dejaba de contarle todas sus vivencias en los últimos diez años, batallitas del pasado, cuando se metía en su cama por que tenía miedo del hombre del saco y el la abrazaba durante toda la noche…

  -No te vallas, por favor… no me dejes sola otra vez –suplicó.
  -Nunca más peque, nunca mas dejaré que sufras por mi culpa. –se le saltaron las lágrimas acumuladas en sus ojos.

Se levantaron para acompañarla a casa de nuevo, no la dejaría sola por si aparecía el tal Carlos pidiendo venganza, aunque seguramente no se aparecería por allí durante bastante tiempo.
Se volvieron a abrazar en la puerta de su antigua casa.

  -Entra, ya veras la sorpresa que les vas a dar – tirando de su mano que aún tenía agarrada.
  -No. –dijo en tono serio- Quiero darles yo la sorpresa, así que jovencita… no digas ni mu. – sonrió.
  -Pero… vale. –dijo vencida- Mañana me invitaras a desayunar, y no quiero un no por respuesta –sacó su vena autoritaria.
  -No se si podré venir, tengo que traba –le cortó.
  -Nueve en punto, –se puso de puntillas para darle otro beso en la mejilla –no me gusta que me dejen plantada los chicos guapos, bueno tu eres un hombre. –guiño uno de sus ojos- Es una cita. –dio la conversación por terminada y salió corriendo como una niña que acabara de hacer una travesura.

El no pudo más que verla correr mientras sonreía feliz.
De nuevo se encaminó hacia casa para volver a ver a su prometida, le hacía gracia el papel que tenían que hacer en la misión. Clare le caía como una patada en el estómago desde el primer momento en que se vieron, y mas aún cuando la convirtieron en su prometida, si lo que no le pase a el…
Tocó el timbre, no tenía llaves de esa casa, lo cierto es que salió al encuentro de su tía nada más instalarse en el nuevo hogar familiar. Lo malo era ver la cara de pocos amigos que le dedicaba Clare nada mas entrar por la puerta…

  -¿Has visto que hora es? –preguntó cabreada.
  -Si… se me han olvidado las llaves. –entró disculpándose.

Clare no dijo nada mas hacia él, por suerte se había dado por vencida. Fue directo al frigorífico, su boca seca deseaba algún líquido fresco. En todo momento Clare lo observaba seria. Cuando se disculpó al irse a su dormitorio, Steve salió a su paso bastante emocionado;

  -No os vais a creer lo que he encontrado –casi gritando.
  -¿Qué es? –preguntó Clare.
  -Un cuarto secreto, bueno mas bien la verdadera base. –se dibujó una sonrisa en sus labios.

Les llevó a uno de los cuartos que Hugo no había visto cuando recorrió la casa varias veces. Estaba bastante escondido. Era un estudio muy amplio, varias mesas, dos estantes llenos de libros y ventanas correderas que daban paso a un pequeño porche trasero.

  -Por tu cara supongo que no lo habías visto… -dijo Steve- Ahora viene lo mejor.

Se situó delante de uno de los estantes y volcó un libro rojo hacia delante. Un leve chirrido y el estante comenzó a moverse dejando un gran  hueco tras el. Entraron tras Steve con paso lento por la oscuridad.

  -Tened cuidado, mañana instalaré unos focos. –bajando escaleras con la luz de una linterna.

Al llegar abajo seguían si ver nada;

  -Esperad un momento. –alejándose de Hugo y Clare.
Un poco de teatralidad por parte de Steve y se hizo la luz.
  -¿Qué os parece? –dijo Steve con los brazos abiertos.

Ante Hugo le esperaba una gran habitación, la misma extensión que la propia casa. Varias pantallas conectadas a ordenadores de último modelo, una mesa amplia de cristal, muchos papeles. Un cuarto al fondo con las típicas máquinas de entrenamiento, para que el equipo se mantenga en forma. Clare y Hugo recorrieron toda la base conociendo todos los chismes que había por ahí, a los dos se les iluminó la cara al ver el gimnasio. Steve era otro cantar, gritaba viendo los súper ordenadores de la CIA, quedó claro su pasión por esos chismes.
Después de conocer por encima la base de operaciones en la que tenían que hacer las reuniones del equipo, subieron para poder dormir unas pocas horas hasta que amaneciera. Se despidieron con los típicos ‘hasta mañana’, por increíble que pareciese Hugo respondió con una sonrisa que a Clare la dejó sorprendida, era la primera vez que lo veía sonreír.

Por primera vez en años era feliz, medianamente feliz. Había visto a su hermana de nuevo, la vio igual de guapa, ahora era toda una mujer atractiva. Tenía claro que no podía volver a abrir su corazón a nadie, incluida su hermana, pero era superior a el tenerla abrazada y no corresponder a su cariño. Incluso podría ser una carga a la hora de obedecer ordenes, pensar en ella antes de apretar el gatillo sería duro, horrible. Lo habían entrenado para esta misión, cada día lo tenía más cristalino. Por supuesto que por parte de Azucena no hubo ningún tipo de comentario al respecto, en su conversación dio bastantes rodeos para saltarse esa parte de la historia, ni siquiera hablaron de sus planes para el futuro. Era una conversación que tenían pendiente.

Darle vueltas al día tan movido que ha tenido le hacía cerrar los ojos de cansancio. Había sido un día bastante duro. El cansancio del avión, la cena con su tía y el reencuentro con su hermana menor, una gran explosión de sentimientos.
El chirrido de la puerta abrirse le puso tenso. Se hizo el dormido esperando que alguien le atacase. De nuevo el chirrido de la puerta cerrarse y el sonido de la manivela volviendo a su posición normal. Los pasos se acercaban a el lentamente procurando no hacer el mas mínimo ruido;

  -Hugo… -se oyó una voz suave- ¿Estas despierto?
Sin lugar a dudas esa voz le era conocida, Karen…
  -Hug… AAAHH –dio un leve grito asustado cuando Hugo la alcanzó con los brazos tumbándola encima de él.
  -¿Si? –preguntó con una sonrisa traviesa.
  -Eres un cabrón, me has asustado. –intentó sonar cabreada- Yo que quería darte una sorpresita…. –sonó pícara.
  -Y la sorpresa te la has llevado tu… ¿me equivoco? –soltó una carcajada.
  -Shhh, no hagas ruido… no me apetece que la pelirroja me pille en tu cama. –acarició la cara de Hugo.
  -Casi no se escuchan las voces fuera de las habitaciones, no son de cartón. –le dio un cachete en el culo- ahora me vas a decir que te trae por mi humilde habitación.
  -Quiero que me folles. –dijo sin titubeos restregándose con el pene despierto de Hugo.
  -Uuff… ¿No te da vergüenza? Mi prometida está en la habitación de al lado… y yo soy fiel, nunca la engañaría. –apretó el pecho de su compañera.
  -Este… -masajeó el pene de Hugo- no dice lo mismo.
  -Este piensa por si solo. –empezó a besar a Karen mientras le quitaba la ropa.
  -¿Puedo gritar? –preguntó con vicio en la voz.
  -Un poco, no vas a tener remedio cuando comienza a follarte como una perrita. –lamió uno de los pezones que ya esperaban a su boca.

Los leves gemidos de Karen crearon una dulce sinfonía en los oídos de Hugo, era delicioso ver gemir a una mujer como ella. Karen comenzó a bajar llenando de besos el torso desnudo de Hugo;

  -Es una suerte que duermas desnudo… me facilitas la tare. –empuñó el pene duro.
Dos besitos en el glande fue el pistoletazo de salida de los lametones que llegaron a continuación.

Recorrió el anillo con la lengua y terminó por engullir gran parte del pene. La respiración de Hugo se fue tornando agitada a cada lametón de Karen, sabía como hacerle disfrutar, sobre todo con su dulce boca.
Tras hacerle un sexo oral exquisito, con rudeza agarró a Karen posándola boca abajo y empezar a lamerle el coño. Trabajó el clítoris a conciencia dejándola siempre al borde del orgasmo;

  -N… no… me hag… hagas eso ¡CABRÓN! –dijo suplicante.

Su lengua abandonó el sexo de su compañera para llegar hasta el ano, en el primer toque con la lengua el cuerpo de Karen se tensó llegando así el tan ansiado orgasmo. Alzó el débil cuerpo de Karen dejando que su espalda chocase contra el colchón y besó los pechos mientras se recuperaba poco a poco del orgasmo.
Al verla casi totalmente recuperada, deslizó su pene en la vagina totalmente mojada. En un principio con un ritmo suave y pausado, Hugo hacía que su amante disfrutara a cada embestida.

  -Sigue así… ahh… -gemía.

Seguía penetrando subiendo el ritmo suavemente, sus labios se apoderaron nuevamente de los pezones de Karen mordiéndolos y pellizcando con saña. Karen agarró su cabeza subiéndola hasta encontrarse cara a cara y morderle los labios con pasión. Después de besarse por unos segundos se desinhibieron totalmente, las penetraciones eran duras, salvajes, y los gritos de Karen eran más que audibles. Con el fuerte ritmo que penetraba, sus respectivos orgasmos llegaron dejándolos totalmente deshechos. Se abrazaron y quedaron dormidos al unísono.

Se despertó al ritmo del despertador, las 8:00, la hora normal para el. Su cuerpo rebosaba de alegría tras la gran noche con Karen y por supuesto el ver a su hermana menor, estaba feliz. Además esa misma mañana iba a desayunar con Leire, según ella era una cita… de nuevo una sonrisa se dibujó en la cara. Cogió una de las llaves que encontraron en la base secreta y entró al garaje. Se encontró con tres coches; un deportivo, un todoterreno y un monovolumen. Dio al botón que tenía la llave que cogió al azar y las luces del coche deportivo parpadearon dos veces, que suerte…

**
Bajó las escaleras junto con Eloísa;

  -Buenos días –dijo su suegra sonriente- Hoy llegamos juntas. –soltó una carcajada.
  -Hola señora. Desperté antes de que sonara el despertador –posando su pié en el último escalón.
En la mesa sentada les esperaba Azucena alcanzando una de las tostadas;
  -¿Tenemos hambre? –preguntó risueña Eloísa ganándose una mirada enojada.
Se sentaron y comenzaron a comer mediante una conversación distendida;
  -¿Dónde está Leire? –preguntó Azucena.
  -No se… tal vez se a dormido. –dijo cuando Leire hizo acto de presencia- Hablando del rey de Roma…
  -¡Buenos días a todas! –gritó alegre- Hoy no desayuno aquí, lo haré después en la UNI     -dijo saliendo disparada.

Le extrañó que Leire no desayunara con ellas, nunca había fallado en acompañarlas por la mañana, la mosqueó. También la felicidad con la que se había levantado, solía estar más dormida que despierta, bostezando y con cara neutra, pero hoy estaba totalmente irreconocible. De todas formas era bueno que riera, hacía mucho tiempo que no era tan feliz. La ultima vez que la vio así fue una tarde que la llevaron Hugo y ella al parque de atracciones. Se quito de la cabeza esa escena, ¿y si Hugo ha vuelto? No, no, no… imposible, no ahora, no hoy.

  -¿Te encuentras bien querida? –preguntó alarmada Eloísa- Estas pálida.
  -Si… si. –respondió nerviosa.
  -Come, te sentirás mejor. –dijo Azucena con una sonrisa.

Asintió sonriente. Aunque no le entraba nada, debía de seguir haciendo el papel que le impusieron, no había remedio. Por mas que le recomiese la conciencia no debía pensar en el, no… no podía. Era imposible que Hugo reapareciera, no después de diez años, tal vez, quizás ya había formado una familia, sería feliz. Seguiría odiándola siempre, pero al menos tendría a alguien en quien confiar, a quien amar.

  -¿Habéis encontrado un arquitecto para el nuevo hotel? –preguntó su suegra.
  -Si –dijo Azucena adelantándose a Victoria que la miró sorprendida.
  -¿Si? No tenía ni idea –con tono serio.
  -Mi padre los contrató hace una semana, el señor Tanaka lo recomendó. –dejando pasar el tono de Victoria.
  -¿Tanaka? – preguntó Victoria.
  -Ese tiene fama de ser un mafioso, un Yakuza… bueno es lo que dicen –rió a carcajadas.
  -Has visto muchas películas –se unió a la risa Azucena.

Es un Yakuza, y uno de los más sanguinarios. Había leído informes sobre él y no es que fueran muy reveladores, al igual que el abuelo de su prometido, estaba metido en asuntos turbios. Le costa que los problemas con la policía japonesa eran continuos pero tampoco es que cavasen alrededor del señor Tanaka. Junto con Ortega, Tanaka era uno de los más peligrosos, sus organizaciones eran las más investigadas por la CIA.

Durante toda la mañana estuvo ocupada por culpa de la fiesta de compromiso, los últimos retoques al gran salón, el vestido, las llamadas para que el catering estuviera listo. Lo peor fue las dos horas que tuvo que aguantar a la peluquera, podría ser una de las mejores del mundo, pero era igual de chismosa que las demás, que cruz. Lo bueno, el vestido negro con el que iba a ir vestida esa noche, precioso era quedarse corta para definir la creación de María Leed. Al menos iría espléndida.

Luego vinieron los saludos de cortesía, gente que no conocía de nada y que la trataban de lo mas familiar. Hasta los japoneses en su totalidad, el viejo Tanaka acompañado de su ¿novena? Esposa, los colombianos con Ortega a la cabeza junto con otra latina en su colección. Cuando se quedaron Alejandro y ella solos, su prometido le tocó el culo en plan salido;

  -Solo con verte se me ha puesto dura. –le dijo al oído.

Una cara sonriente y se sentó haciendo de tripas corazón, lo detestaba. Cuando todos los invitados se acomodaron en sus respectivos asientos, Pedro Gálvez cogió el micrófono para decir unas palabras. Victoria no pudo evitar mirar a Leire que no hacía ningún caso a su abuelo, solo miraba a la puerta del salón. Será la edad. Volvió a poner atención a las palabras de Pedro;

  -Como ya sabéis, esta noche celebramos el compromiso de mi nieto Alejandro. –lo miró- Un hombre del que estamos muy orgullosos, gran hijo, gran nieto y mejor persona. Este paso que vas a dar será un camino largo, feliz, pero a veces será turbulento… pero si le haces caso a tu mujer todo será más fácil –todo el salón rió- En serio, te deseo toda la feli…

El chirrido de la puerta principal se escuchó dejando con las palabras en la boca de Pedro. Todos los presentes se dieron la vuelta y contemplaron el por que de ese ruido. Victoria siguió las miradas de los presentes. En la puerta, de pie, un hombre de pelo engominado era acompañado por una mujer preciosa, de pelo tan rojo como el fuego.

  -¡HUGO! –gritó Leire corriendo hasta él.

La peor pesadilla de Victoria se había hecho realidad.

Comienza el juego…


Parte 5

Sus ojos abiertos de par en par, miraban a Hugo todavía sin comprender la situación. No podía ser posible que su Hugo estuviera de pie en su fiesta de compromiso. El corazón le latía con tanta fuerza que era lo único que sus oídos percibían de sonido, todo apagado, solo su corazón retumbando.

  -Hijo mío –se levantó Eloísa a la carrera.
  -Hugo… -con cara sonriente Pedro.

Alejandro a su lado con cara pálida y entre murmullos indescifrables, se levantó con paso indeciso, llenos de miedo.

  -Levanta. –dijo seria Azucena- Vamos, levanta. –le ordenó mirándola seria.

No podía moverse, si se levantaba caería al suelo, el pánico la apresó entre sus garras;

  -He dicho que te levantes –agarrando su brazo con fuerza.

Tuvo que sostenerse del brazo de Azucena al no responder sus piernas. De  nuevo miró al frente encontrándose a Eloísa abrazada a Hugo y llorando como una magdalena, junto a ellos, Leire sonreía dándole dos besos a la acompañante de su hermano. Junto a Azucena, Victoria daba pasos lentos tratando de recomponerse lo antes posible, aunque era imposible. No pudo remediar mirar a la pelirroja sonriente situada a la derecha de Hugo.

  -Hugo, ¿Cómo has estado hijo? –hablaba Pedro a su nieto a la vez que se abrazaban dándose golpes en la espalda- Eres todo un hombre, un Gálvez hecho y derecho –orgulloso.
  -Gracias, abuelo –dijo Hugo.
  -Hijo… -se unió Luis abrazando a su hijo.

Victoria llegó donde la familia saludaba al recién llegado, siempre mirando al suelo, no podía ver la cara del hombre al que traicionó. En todo momento su brazo agarró el de Azucena.

  -Que bueno… que… que hayas venido hermano. –tartamudeó Alejandro.
  -¿Cómo iba a perderme el compromiso de mi hermano mayor? –rió.

La pregunta de Hugo le hizo mucho daño, pero lo peor fue su risa. Lo dijo con tanta tranquilidad que la sorprendió.

  -Hugo, hola de nuevo –la soltó abrazando a su sobrino.
  -¿De nuevo? –preguntó Eloísa agarrando de nuevo a Hugo.
  -Ayer cenemos juntos –sonrió Azucena.

Victoria la miró con rabia, muy enfadada.

  -Igual que yo –miraron a Leire- Bueno… yo he desayunado con el, pero lo vi anoche. Me salvó en plan superhéroe –sonrió.
  -¿Te salvó? A saber que estarías haciendo… -preguntó Azucena.
  -Bueno… un imb… - Hugo la cortó.
  -Un perro la empezó a ladrar, y pasaba yo por allí –todos se rieron- Eres una miedica. –besó en la coronilla a Leire.

Victoria seguía mirando hacia Azucena con cara de enfado, no se esperaba que se callase el retorno de Hugo, mas sabiendo lo que sentía por el, en cuanto la pillase sola se lo diría. Era tal el enfado que no se dio cuenta que Hugo la miraba, por supuesto que otro golpecito de Azucena la hizo mirar hacia el frente. Se encontró con la mano alzada de Hugo, que esperaba a que ella hiciese lo mismo… Sus ojos recorrieron la mano de Hugo pasando por el hombro hasta llegar a los ojos de este. Esos ojos verdes que tanto echaba de menos no los reconocía en absoluto, eran fríos, oscuros, no eran los que la miraban con amor llenos de dulzura, de felicidad.

  -Hola –dijo en tono neutro,

La mano temblorosa de Victoria subió lentamente hasta fundirse con la de Hugo. Las piernas le temblaron y los ojos se le llenaron de lágrimas, quería morir, abrazarlo, besarlo.

  -Ho… Hola Hugo –tartamudeó.
  -¿No nos presentas a tu acompañante? –preguntó Eloisa.
  -Ella, –soltó a Leire y sujetó la mano de la pelirroja- es mi prometida, Clare. –sonrió.

El alma se le cayó al suelo, ¿su prometida?, no, no es posible. Hugo, su Hugo, no podía pertenecerle a nadie más que a ella, era suyo, le pertenecía de los pies a la cabeza. Toda la felicidad que le deseaba con una nueva mujer, se fue como vino, nadie podía osar besar sus labios, tocar su cuerpo, recibir palabras de amor salidos de sus labios, no.

Toda la familia dio la bienvenida a la nueva integrante en el árbol genealógico. Maldita pelirroja, es preciosa, terriblemente hermosa. Cuando le tocó saludar a Clare, Victoria fue de lo mas fría en los dos besos que le regaló. Más que beso fue rozar las mejillas la una con la otra. Por fin terminaron el reencuentro con Hugo y cada uno volvió a su asiento, con toda la felicidad que trajo a la familia volver a ver al hijo pródigo se olvidaron de los invitados, que callados, presenciaron toda la escena.

Se sentaron de nuevo en la mesa principal, trajeron dos sillas mas para Hugo y Clare situándolas al lado de Leire como ella misma había pedido deseosa. Pedro terminó con sus palabras hacia la feliz pareja y presentó a Hugo ante los invitados. Este no dudó en subir y decir algunas palabras en el micrófono.

Victoria lo observaba a cada movimiento que hacía desde que se había sentado, claro que disimuladamente para no ser descubierta, no quedaría nada bien ver a la flamante prometida de Alejandro Gálvez mirar con celos enfermizos, por que eran celos, a su cuñado que a la vez fue su novio de juventud, un lío. Cuando Hugo se levantó en dirección al pequeño escenario, Victoria le hizo una radiografía a conciencia. Si el pringadillo del que se enamoró le hacía ponerse ‘contenta’ con solo darle un besito en el cuello, este la hacía arder en el infierno. Tuvo que cruzar las piernas para masajear un poco su rajita inundada en flujos, era superior a ella, daría cualquier cosa por que la cogiera en esa mesa y la desnudara salvajemente y penetrara su mástil entre sus piernas.

Cuando por fin cogió el micrófono de manos de Pedro, se dieron un abrazo y comenzó con sus felicitaciones a la pareja.

  -Nunca se me ha dado bien hablar en público. –rieron todos- Para los que no me conocéis deciros que no os habéis perdido nada –rió- bueno… casi nada. –volvieron a reír todos los invitados, incluso Victoria se contagió- Ahora en serio, felicito a mi hermano y por supuesto a mi cuñada. –Victoria se puso nerviosa de nuevo- Siempre he pensado que todos tenemos un destino, ya sea bueno o malo, da igual, está escrito. –cambió el micrófono de mano- El destino quiso que ellos dos se enamoraran. Puedo decir que… son tal para cual, están hechos el uno para el otro, sin complejos y con el cariño que se tienen. –alzó la copa de vino- Por los futuros marido y mujer, que el destino os lleve hasta la felicidad eterna, salud. –bebió de un solo trago la copa de vino.

El uno para el otro, el uno para el otro… eran las palabras que martilleaban su cabeza sin parar, una y otra vez. Quería llorar, gritar, todo lo que fuese necesario para desahogar el daño que le había echo Hugo con sus palabras. Cada vocal, cada consonante eran una puñalada a su corazón, ¿Cómo podía comparar a ese monstruo de Alejandro con ella? Tenía razón, había jugado con sus sentimientos de la forma mas baja posible, eran… el uno para el otro.

Pero ahora no podía leer nada en Hugo, era diferente, sus gestos fríos y mirada que infundaba un temible respeto. Diez años atrás, Hugo definió a su hermano como un hijo de puta, un mal nacido que haría cualquier cosa por su disfrute y goce. Quizás ahora no lo sentía así, o tal vez lo seguía sintiendo aún más fuerte, del mismo modo que con ella.
Hizo ademán de levantarse para poder dejar salir las lágrimas amontonadas en sus preciosos ojos, Azucena se lo impidió agarrándola con fuerza la pierna;

  -No te muevas. –le dijo al oído.
  -Por favor necesito ir al baño… por favor. –suplicó Victoria.
  -Sigue con tu papel, no puede echar todo a perder por tus estúpidos sentimientos. –dijo Azucena con voz fría como el hielo-  Y deja de mirarlo, se pueden dar cuenta.

En ese momento comenzaron a tocar música lenta que hizo salir a algunas parejas. Con el rabillo del ojo vio a Leire tirar de Hugo para invitarlo a bailar con las demás parejas, reían felices. Pasaron por delante de ella tomados de la mano y riendo como niños;

  -Luego me toca a mí. –dijo Azucena sonriente.
  -Eso si yo quiero – rió a carcajadas Leire.
  -La madre tiene que ser la primera, o la segunda –se unió Eloísa sentándose al lado de su cuñada.
  -Lo siente por vosotras dos, por que después de mi irá Clare. Hemos llegado a ese acuerdo las dos, ¿verdad? –preguntó Leire a Clare que miraba la escena con una sonrisa.
  -Es cierto –asintió con la cabeza.

Escuchó toda la conversación con la cabeza baja mirando al suelo, no podía mirarlo, ni mirar a la que era su dueña ahora. Azucena y Eloísa se pusieron a hablar con Clare, dio gracias a los cielos por que así podía mirar con tranquilidad a Hugo sin interrupciones de ninguno. Las chicas miraban bailar a Hugo con cara de deseo, malditas zorras, no se cortaban aún cuando sus parejas estaban sentadas al lado. Si la pinchasen no echaría gota de sangre, se la llevaba los demonios. Celos.

En una de las mesas, los Gálvez a excepción de Hugo, que seguía bailando con su hermana, hablaban con Ortega y Tanaka. Por las caras tenía que ser algo serio, mas de una vez Pedro hizo un gesto con la mano para que bajasen la voz, lo que daría ella por escuchar la conversación. Finiquitar la misión y volver a ser una persona normal, una civil cualquiera sin sentir el miedo de ser seguida, ni que a cada paso su vida estuviera en riesgo. Era mas un sueño que otra cosa, ya se veía con sesenta años y con nietos, nietos del bastardo que es Alejandro, sería como una maldición.

**
  -Ya llevamos dos bailes, enana. –dijo Hugo haciendo girar a Leire al ritmo de la música.
  -Vale, ¿pero sabes que tienes una buena fila de mujeres babeando por ti? –haciendo un gesto con los ojos en dirección a los invitados- Por que eres mi hermano, por que si no…
  -Cállate ya, hablas mucho enana. –pellizco una de sus mejillas.

Le asombró la sangre fría que había tenido frente a su familia, esos mal nacidos. Como disfrutó viéndoles nerviosos, se notaba que no querían quedar mal delante de sus amistades. Peor fue el papel que había echo su madre, que cara mas dura por Dios. Por poco hasta se cree que lo había echado de menos, lágrimas de cocodrilo, falsa, todos falsos. Don Pedro Gálvez, al final es verdad eso de que bicho malo nunca muere, ese refrán lo crearon pensando en el, sin lugar a dudas, le queda como un guante. Luis, su padre, no era tan buen actor como lo otros, no le hacía ni pizca de gracia volver a verlo, si supiera que era correspondido a igual medida o incluso peor. El nerviosismo de Alejandro al hablar fue como un  goce para su alma, le encantó verlo tartamudear.

Luego llegó el momento de ella, Victoria, la mujer que lo convirtió en lo que es, la mala mujer que lo traicionó, esa furcia. Maldita, maldita y mil veces maldita. Poca vergüenza, ¿Cómo pudo mirarle a los ojos? ¿Disfrutaste verdad? Sólo fueron unos breves segundos en los que pudo tocar de nuevo la piel que tantas veces acarició, que bebió de ella, que amó. La veneró, si, ahora sólo iba a disfrutar hasta extasiarse haciéndola sufrir, a cada uno de ellos.
Terminó de bailar con Leire, cuando rápidamente cogió el testigo Clare;

  -Tu madre parece buena persona. – posando su mano en el hombro de Hugo.
  -Si, eso parece. Hace un buen papel, digno de un Oscar.

La música cambió el ritmo lento para comenzar un tango, el baile prohibido.

  -Dime cariño, ¿sabes bailar el tango? –preguntó Clare risueña.
  -Tu –la trajo hacia el pegándola para que sintiera su entrepierna que empezaba a despertarse- ¿Qué crees? –colocó su mano en la frontera que separaba la espalda de sus glúteos.

Por toda respuesta, Clare, frotó su pubis con la pierna de Hugo.
El gesto de Clare le dio luz verde para comenzar el baile, el baile prohibido. Un paso hacia delante, dos pasos y tres. La pierna de Clare se introdujo entre las piernas y la dobló tras la rodilla de Hugo. Un giro, y otro giro. Los glúteos de Clare se enzarzaron con el sexo de Hugo que ya estaba completamente erecto, hacia un lado y hacia el otro, al ritmo de la música. Volvió a ponerla frente a él, se miraron sin necesidad de hablar, sus ojos se hicieron prisioneros de la lujuria. De nuevo uno, dos y tres pasos y la mano de Clare se posó en el muslo de Hugo. Bajó todo su cuerpo sin despegar la mano. La boca de Clare quedó frente al pene de Hugo, se acercó hasta rozarlo y subió de nuevo quedando sus labios a pocos centímetros.

Agarrados de una mano rompieron el candado que hacían sus brazos y se desplazaron quedando uno al lado del otro. Clare soltó la mano de Hugo y bailó alrededor de él, lenta, rápida, totalmente erótico. Las manos de Clare acariciaban su cintura y espalda. Suavemente pasó sus largas uñas por el cuello de Hugo que sintió escalofríos en su columna vertebral. Volvieron a estar frente a frente. Ahora las manos de Clare recorrieron sus pectorales y bajaron por los abdominales quedando encima del pubis de Hugo y acarició su pene, milésimas de segundo, aún así lo notó.

Un paso, dos y tres. Giró, giró y giró. La atrajo hacia él y la recostó sobre su brazo. Clare se dejó llevar, flexionó sus piernas y quedó sobre los brazos de Hugo. Sus caras quedaron otra vez separadas por muy pocos centímetros y se besaron, suave, sutil.
El aplauso de los presentes le sacó del trance en el que le había envuelto los ojos azules de Clare.

  -Bailas mejor de lo que esperaba –dijo Clare al oído de Hugo.
La acompañó a su asiento. En el camino una voz dijo su nombre;
  -Hugo, hermano – agarraron su hombro.
  -Has tardado bastante en saludarme, Ortega. –se giró y miró con media sonrisa.
  -Mejor vamos a otro lado –se abrió un poco la americana y enseñó una pistola- ¿te parece bien? –sonrió.

Le siguió hacia la puerta rodeado por los guardaespaldas de Ortega. Miró a Clare antes de pasar por el umbral de la puerta y le sonrió, todo esta bien, tranquila, por lo menos intentó decir eso con su fiel sonrisa falsa. Siguieron andando por los pasillos del hotel del que era dueño su abuelo, parece que no tenían que buscar un gran salón para hacer la gran fiesta de Alejandro. Cogieron uno de los muchos ascensores del hotel y subieron a la planta 36. Giraron a la izquierda y entraron en la habitación VIP en la que se alojaba Ortega, de malos modos lo empujaron y se sentó en uno de los dos sofás para una persona.

  -Nunca me han gustado los güebones pendejos, suelen mentir, –se sentó justo en frente de Hugo, en su mano derecha portaba un revolver, en la empuñadura se apreciaba el rostro de una virgen de la que era devoto Ortega. En la otra mano, la izquierda, sostenía una copa de whisky junto a dos hielos- y tú sabes que no me gustan las mentiras.
  -No creo que te haya mentido, estoy muy seguro. –le cortó Ortega.
  -¡MALPARIDO! –le apuntó con la pistola- Deja de decir mierdas pendejo, o te lleno de plomo.
  -¿Me vas a matar Ortega? –preguntó inclinándose hacia delante- ¿Vas a matar al hombre que te salvo la vida y, que gracias a el, tienes aún mas poder del que nunca te habrías imaginado en tu jodida vida? –cambió su gesto al frío como el hielo- ¡CONTESTA ORTEGA!

Bajó el arma lentamente y se le bajaron los humos al mismo ritmo. Volvió a sonreír y más calmado comenzó a hablar de nuevo;

  -Vamos a platicar mas calmadamente, cuéntame Hugo. ¿Por qué no me dijiste que eras nieto de Don Pedro? –bebió del vaso.
  -No sabía que tenías relación alguna con el, además, no creo que tenga que dar explicaciones de mi vida privada. –dijo apoyando la espalda en el sillón- Lo nuestro son negocios, nada mas que negocios.
  -Carraspeó- Bueno… si es así me… me disculpo contigo. Puede que me haya excedido en la forma en la que quería solucionar las cosas. Mis disculpas. –hizo un gesto a uno de sus guardaespaldas para que sirviera una copa a Hugo- Bebe, brindemos por nuestra reconciliación. –soltó una cadena de risas que parecían mas el sonido de un cerdo apuñalado en su matanza.
  -Gracias –cogió el vaso y lo chocó con el de Ortega- Tengo varios negocios en mente, entre tu y yo. ¿Estas dispuesto? –preguntó mirando a los ojos de Ortega.
  -¿Qué tienes en mente? Compadre. –sonrió.
  -Ya lo hablaremos mas adelante, te llamaré y nos veremos para, ¿Cómo decirlo? A si, ‘platicar’.
  -Vas aprendiendo. –se carcajeó de nuevo- Entonces volvamos a la fiestita que tienen montada, tiene buena pinta.

Apuraron sus copas y se levantaron encaminándose hacia la puerta. Ahora la conversación era mas tranquila, distendida. Recordaron batallitas.
La relación de Ortega era larga, movida y muy peligrosa. Todo comenzó como una misión que le ordenaron a Hugo. Había problemas con un infiltrado en el caso de Ortega  y lo enviaron a él. El idiota de Ortega ya no tenía ningún pudor en enviar cocaína a los Estados Unidos, no le daba miedo ser pillado, nunca era pillado. Se sabía que era él, pero no había pruebas, lo hacía muy bien para ser tan idiota. Las calles de Miami eran controladas por sus hombres y toda Colombia se regía bajo las reglas de Ortega. Duró un año la misión, era la ultima que había echo Hugo, la cosa es que nunca supo los negocios que tenía con la familia Gálvez.

Tenía que hacerse fuerte en el grupo de Ortega, sería un nuevo comprador para su cártel de drogas. Como todo primerizo, los problemas no tardaron en llegar a Hugo. Desconfianza, rencor hasta odio. El mundo donde se había metido era nuevo para el, aún así tenía que tener la sangre fría de la que se caracterizaba Hugo. Uno de los soplos que llegaron a oídos de la CIA, y que se lo pasaron a Hugo, era que Méndez, la mano derecha en ese momento de Ortega, intentaba un golpe de estado. Matar a Ortega y quedarse con todo el negocio. Fue ayudado por la amante en ese momento de Ortega, Rubí, que por desgracia para ella terminó con una bala en la frente, justo como le pasó a Méndez. Por supuesto que después de hacerles sufrir de lo lindo por igual. Es bastante sádico.

Aquello fue una fiesta para los colombianos. A Méndez le penetraron con barras de metal, algunas incluso a gran temperatura, ardiendo. A ella le fue mejor, o peor según se mire. Se la fueron pasando uno tras otro, penetrándola por todos sus agujeros, meándola encima e incluso, defecando en su cara. Hugo presenció aquella brutalidad casi sin poder aguantar las arcadas. Tras ser Hugo el que le avisase a Ortega, su relación se estrechó mucho. Le confiaba casi todos sus negocios. Cuando por fin le había pillado, una llamada de la CIA le sacó del caso y lo mandó de vacaciones. El cabreo de Hugo los supo media CIA, se los comía a todos pidiendo explicaciones, el que peor parte se llevó fue Smith, pobre. Ahora ya sabía por que lo sacaron de la misión, por lo que le habían preparado todos esos años, los Gálvez.
Con el japonés era otro cantar, no sabía nada de el, salvo lo que había leído en las carpetas que tenían en la base. Un yakuza venido a menos que intentaba salir a flote de nuevo haciendo negocios con los colombianos y los españoles. Lo que no sabía nadie, ni Hugo, es que todo era mas grande de lo que parecía, no eran unos idiotas jugando a ser mafiosos, no. Era algo a nivel mundial, de lo que nunca se había escuchado antes.

Llegaron hasta el hall del hotel aún recordando batallitas del pasado, cuando Ortega se ponía a contar historias no había quien lo parase y, a su vez, quien lo aguantase. Tenía que tragar, deshacerse de las ganas de atravesarle el pecho con una bala, por el beneficio de la humanidad, o eso le dijo Smith. Maldito Smith, por si no tuviera bastante con la misión que le había mandado, le había llamado para ‘hablar’ de nuevo, esta vez los dos solos. Cuando decía los dos solos tenía que ponerse en guardia, no le iba a gustar lo que diría o lo que le mandaría hacer. Ordenes son ordenes, aun cuando Hugo lo sabía siempre trataba de hacer lo mandado sin ninguna misión dentro de la misión. Le sacaba de quicio la cara sonriente de Smith al darle las buenas noticias, Hugo rezaba para que solo hablasen de cosas que no tuvieran nada que ver con el trabajo que tenía entre manos, lo malo, es que nunca era lo que él deseaba.

Alcanzaron la puerta del gran salón.

  -Yo te llamo y platicamos sobre el asunto. –se dieron la mano- Te debo mi vida, Huguito…
  -Queda entre tu y yo, nadie debe saber de lo que hablemos – soltó la mano de Ortega.
Primero entró Ortega junto con sus matones, Hugo decidió esperar para que nadie les viese juntos. Pasaron unos minutos cuando se decidió a entrar, pero una voz le hizo darse la vuelta;
  -Hola, Hugo –saludó Victoria con voz tímida.


 Parte 6

Había escuchado toda la conversación que mantuvieron Hugo y Ortega hacía unos minutos, en ningún momento se esperó lo que allí había podido oír. Hugo conocía a Ortega, lo conocía bastante bien, mas de lo que nunca podría haber imaginado. Eso significaría que el no era quien ella pensaba, no había nada del Hugo que la amó tanto. Eran asuntos serios, podría ir a la cárcel o podría morir. Debería de decírselo a Azucena, ponerlo a salvo… meterlo entre rejas, no, no. No podría hacerle algo semejante a Hugo, su Hugo. A pesar de que ya lo había usado, lo enamoró hasta las trancas, jugó con el sin importarle sus sentimientos. Nadie sabría la relación que mantenían Hugo y Ortega, no de momento. Primero debería de asegurarse, sin equivocaciones.

Sacó fuerzas para hablarle, a solas, sin nadie que les escuchase. Le temblaban las piernas como cuando lo vio tras diez años;

  -Hugo… -dijo Victoria con voz temblorosa.

Espero expectante a que se diera la vuelta, titubeaba. Reconoció ese gesto de inseguridad de Hugo, todavía quedaba algo de lo que ella destruyó.

  -Victoria. –dijo sin darse la vuelta.
  -¿Co… cómo estas? –preguntó Victoria.
  -Se dio la vuelta y la miró a los ojos- De maravilla, gracias por preguntar. –sonrió.
  -Me alegro mucho. –no le había preguntado como estaba ella, lo dejó pasar. No convenía tensar la cuerda tan de repente- Tu prometida es preciosa, se os nota lo enamorados que estáis el uno del otro.
  -Si, Clare es maravillosa, el amor de mi vida sin lugar a dudas. –en tono neutro- Vosotros también hacéis una linda parejita, el uno para el otro. – dijo sarcástico- Futura Señora Gálvez –soltó una carcajada.
  -No me cambiaré el apellido, no le veo la gracia a tus palabras, la verdad… -estaba cabreada.
  -Perdón si te han molestado mis palabras mal elegidas. –se disculpó, aunque no le creyó sus palabras.
  -Que bueno que hayas vuelto… yo te… te han  echado de menos, tu familia. –rectificó.
  -Estoy seguro de eso –volvió a sonreír.

La sacaba de quicio su sonrisa

  -¿Conoces al señor Ortega? –preguntó- Parecéis muy amigos. –intentaba sonsacarle.
  -No nos conocemos de nada, simplemente nos hemos encontrado por el pasillo y he sido cortés. –explicó tranquilo.

Le acababa de engañar en su cara, no se lo podía creer. ¿Quién le ha enseñado a mentir tan bien? Hace diez años no era capaz de hacer algo semejante sin ponerse nervioso. Ha cambiado.

  -No puedo creer que me engañes de esa manera Hugo, idiota. ¿No sabes que puedes morir? Yo no quiero que… -calló.
  -Victoria no eres nadie para decirme que tengo que hacer, nadie. Solo eres una zorra vanidosa a la que solo le interesa el dinero de algún rico imbécil. –gritó.

La mano de Victoria, rauda y veloz, golpeó en la cara de Hugo haciendo un ruido espantoso. Le acababa de pegar, a Hugo, su Hugo. Sus ojos llenos de lágrimas de dolor por las palabras que había escuchado y el arrepentimiento por haber pegado a Hugo brotaban sin poder parar a ninguna de ellas.

  -Eres un idi… -la besó.

Los labios de su Hugo apresaron los suyos con pasión. Pasión encerrada durante diez años, pasión que por fin salía de su corazón. Era su sabor, su tacto. La boca que deseaba, la lengua entrelazada que tanto añoró. Las manos recorriendo su cuello, su espalda, por cada caricia, cada roce, tembló. Se mordían mutuamente los labios con rabia, rabia que se iba convirtiendo en besos lentos y llenos de amor.

  -Ven… -susurró Hugo al oído.

Cogidos de la mano entraron en una pequeña habitación.

  -Ámame mi amor –juntos sus labios con los de Hugo.

Las manos de Hugo recorrían desesperadas cada rincón de su cuerpo. Alcanzó la cremallera del vestido y la bajó con cautela, temeroso. Victoria se encontraba en éxtasis, en otro mundo al que solo podía visitar cuando Hugo la tocaba. El vestido calló al suelo dejándola con el pecho descubierto, Hugo se apoderó de sus dos pechos bebiendo de ellos.

  -Mi amor… -lágrimas. Lágrimas de felicidad.
Victoria no podía moverse, inhabilitada dejaba que la acariciase todo su cuerpo. Dejó en libertad sus pechos y bajó hasta su ombligo besando el camino invisible que creaba Hugo con cada roce de sus labios. Los besos pararon al encontrarse con el borde de sus braguitas color azabache. Con un movimiento sutil de sus dedos, hizo descender las braguitas hasta los tobillos.

  -Hugo… -gimió Victoria.

Volvió a besar su cuerpo, esta vez desde sus rodillas temblorosas llegando hasta su pubis. Los ojos de Hugo quedaron fijos en los suyos, amor, cariño… tristeza. Le acarició el pelo con sus manos. La dejó de mirar hundiendo sus labios en la cuevita húmeda de Victoria. Su respiración empezó a entrecortarse con mas dureza que segundos antes haciéndola vibrar a cada movimiento de la lengua de Hugo. Ella se dejaba hacer por el amor de su vida, era su dueño al fin y al cabo. Cuantas noches deseó de sus caricias, de sus besos… de su mirada penetrando sus ojos con el mayor de los deseos.

  -Te amo mi vida –alzó la voz Victoria llegando al orgasmo.

Te amo, Te amo, Te amo. Cada sílaba salía de su garganta sin freno, se dejaba llevar por su corazón sin impedimento, nada podía impedir ese arranque de amor. Abrió los ojos y se encontró con los de Hugo;

  -Te amo –dijo Victoria besando sus labios.
Acariciaba los labios de su amante.

  -Te odio –le espetó Hugo con dureza y frialdad.

Despertó con un grito de autentico miedo. Había sido un sueño, un sueño que se convirtió en pesadilla, la mas fea pesadilla. Era tan real. Su mano buscó su entrepierna encontrándosela húmeda de la excitación, había tenido un orgasmo dormida. Todavía las piernas le temblaban, su frente llena de sudor y el perfume de Hugo le atoraba las fosas nasales. Pero solo era eso, un sueño del que despertó tras oír las seis letras que componen las palabras TE ODIO.

Lo peor era que el principio del sueño era tal cual lo había soñado. Tuvieron esa misma conversación, pero en esa vez, el se dio la vuelta alejándose de ella. Por su parte, nunca le dijo algo parecido al peligro que conlleva juntarse con gente de la calaña de Ortega. La mintió en su cara, sin ‘despeinarse’ en el intento, con sangre fría. Había cambiado significativamente.

Si le llegan a decir hace tan solo veinticuatro horas que Hugo iba a parecer en su fiesta, no solo no lo creería sino que llamaría loco a quien fuese necesario. Lástima que haya sido verdad el retorno de su gran amor.
Quedaban unos minutos para que el despertador sonara, decidió levantarse y darse una ducha, por lo menos refrescaría sus ideas. Se desnudó lentamente mirando su cuerpo a través del gran espejo de mármol que adornaba el baño. Miró su cuerpo con detenimiento, el dedo índice de la mano derecha recorrió el camino de besos que Hugo había diseñado en cada milímetro de su cuerpo. Era tan real…

Se metió bajo el agua caliente. El agua salía leve mojando su cara pasando por sus pechos y llegando a los dedos de sus pies –suspiró.

Bajando las escaleras, todavía pensativa, oyó voces provenientes del comedor. Se apresuró en llegar y unirse, tendría que volver al papel de todos estos años.
Dio los buenos días a los presentes en la mesa. Eloísa, Leire, Don Luis, su prometido y Azucena, parecían una familia unida. Dos besos a su suegra y se sentó, junto a su futuro marido.

  -¿Cómo has dormido amor? –preguntó Victoria.

Un gruñido y no hubo mas palabras por parte de Alex a la pregunta de Victoria. Fácil.

  -Hablábamos de mi tete –dijo Leire.
  -Menuda sorpresita se ha marcado el señorito… como si nada hubiera pasado. –siguió la conversación Luis.
  -Si quiere guerra, guerra va a tener –se unió Alejandro.
  -Que valiente… pero anoche bien que tartamudeabas –rió con ganas Leire.

La ocurrencia de Leire casi hace a Victoria reír como una niña pequeña. Y lo gracioso era que Alejandro se ‘achantó’, bueno… si ella estuviera en los zapatos de su futuro marido también tendría un poco de miedo. Eso le hacía gracia a Victoria, que Hugo pusiera en su sitio a Alejandro, lástima que no quisiera saber nada de ella.

**

Todos estaban sentados en la mesa de cristal que había en la base.

  -¿Por qué nos habéis llamado? –preguntó Seth con su típico sonido de voz afeminado.
  -Smith nos ha citado –respondió Steve-Parece que tiene nuevos informes.

Lo que le faltaba, si no tuviera poco en lo que pensar, sobre todo en Victoria, ahora habría mas noticias por parte de Smith, magnifico.
Las ojeras marcadas en sus ojos verdes decían por sí solas la mala noche que había pasado. Volver a verla… tenía la esperanza de llevarlo bien, por lo menos medianamente bien. Para nada, fue, era y es una piedra en su autoestima, una piedra de mil toneladas. Se debatía entre odiarla o desearla, al final será verdad que; Del amor al odio hay un solo paso y viceversa. Vivir alejado de ella durante diez años no aminoró los deseos que sentía por Victoria, ni tampoco el odio. Lo único que podía hacer era poner buena cara y seguir con la misión.

La pantalla se encendió, y en ella apareció la figura de Smith;

  -Buenos días a todos –saludó sonriente- Os estaréis preguntando el por que las prisas de reunirnos…
  -La verdad si –habló Clare.
  -Bien –siguió Smith- Los Gálvez ya saben que vosotros seréis los encargados de la construcción del edificio.
  -No es ninguna novedad, aunque nos hayas quitado el trabajo de decírselo nosotros mismos… -se unió Hugo por vez primera- ¿Eso era la urgencia? –usó un tono irónico.
  -El problema es que el rascacielos no será construido en España –dijo Smith.
  -¿Entonces? –preguntó Karen.
  -Será en Paris –soltó Smith.
Los cinco al unísono gritaron ¡QUE¡ dejando casi sordo a Smith.
  -Tienes que estar de coña –dijo Hugo.
  -No es broma Hugo –con cara seria Smith.
  -¿Cómo vamos a ir todos a París? –preguntó Clare.
  -Pues en avión cariño –se unió Seth.
  -No me refería a eso, y no me vuelvas a llamar cariño –dijo enojada Clare.
  -Basta. –dijo Smith- Sólo irá Hugo junto con la persona que digan ellos.
  -¿Y quien sería esa persona? –preguntó Hugo.
  -No quiero que te lo tomes a mal ni nada por el estilo, he intentado que no fue… -Hugo cortó a Smith.
  -Dime Smith, ¿Quién? –volvió a preguntar Hugo aún mas serio.
  -Con la señorita Victoria. –Smith intentó poner cara seria pero su alma malévola hacía que en su cara se dibujara una sonrisa.
Todos miraron la cara de pocos amigos que se iluminó en Hugo, no era un secreto que gracia no le hacía.
  -El viaje no será mañana ni pasado, tranquilízate. –intentó poner calma Smith.
  -¿Para cuando sería? –dijo en tono mas tranquilo Hugo.
  -Todavía no se sabe –movió la cabeza hacia los lados Smith.

Hugo se levantó de mala manera y empezó a andar con paso firme, subió las escaleras encontrándose con la puerta secreta y salió de allí. Se lo llevaban los demonios, a cada paso que daba mas cabreado se encontraba, no había nada que lo calmase. Llegó hasta la puerta del garaje, entrando en el, alcanzó las llaves de uno de los coches. Pulsó el botón de abrir y la verja aceptó la orden. Arrancó y salió de casa con el ruido de las ruedas chirriando.
Sin rumbo fijo y con el acelerador pisando a fondo paseaba sin rumbo fijo. ¿Dónde iba? ¿A quien vería? No tenía a nadie con quien desahogarse, contar sus penas, sus miedos e inseguridades. ¿Quien le iba a creer que era un espía? Trabajaba para los Estados Unidos y encima la misión que le habían comandado era contra su familia. Si le pinchaban no echaba ni gota de sangre.

Con todo esto en su cabeza, sin saber cómo ni por que, acabó aparcando en un sitio que sonaba a Hugo bastante. Un pequeño parque con la típica fuente de los deseos en medio, un banco donde al sentarte verás todo Madrid desde todo lo alto. Cuando el sol se escondía y la luna hacía su presencia, todo Madrid resplandecía. Aquel escondite donde dejaba salir sus sentimientos sin que nadie le molestara en ese rito que tenía en los malos momentos. El sitio donde llevó a Victoria y se le declaró haciendo un papelón estilo Hollywood. Ella era a la única que le había ensañado ese lugar, y a ella se encontró en ese lugar.

Era una sorpresa encontrarse a Vitoria sentada en ese banco. Durante unos pocos segundos sintió felicidad, pero al volver a pensar en su traición, el que ella estuviera allí era como una falta de respeto para el. La sangre le hirvió de nuevo. Avanzó hacia ella para ponerla en su lugar sin importar la misión, dejaría todo claro, le enseñaría todo el odio que había almacenado todos estos años. Con la mandíbula apretada y sus ojos chispeando odio se acercó hasta Victoria, sólo quedaba por pasar el último árbol y la tendría cara a cara. Pero algo le hizo parar, el llanto de Victoria.

De repente, una sombra se acercó a ella. Pronto pudo poner nombre y cara a esa persona, Azucena. La tía de Hugo se acercó con rostro preocupado hacia Victoria. Se sentó a su lado y pasándole un brazo por los hombros de Victoria, intentó calmarla. Hugo todavía en shock por el llanto de Victoria, se agazapó tras un árbol expectante e interesado por lo que allí sucedía. Sólo murmullos, nada descifrable desde esa distancia. No podía acercarse mas, lo descubrirían y no sería nada bueno para el.

Sin saber cuantos minutos o segundos esperó por recibir algo de la pareja, Victoria se levantó como un resorte y gritó ‘No puedo hacer eso’. Cuatro insignificantes palabras que crearon una frase que dejó a Hugo con mucho interés. El llanto de la morena era todavía mas desconsolado tras su frase. Hugo miró el tronco del árbol de hoja caduca donde se escondía y dándose media vuelta, comenzó a caminar alejándose de la escena.

Cansado de conducir sin rumbo fijo, Hugo terminó por parar en una cantina pintoresca del centro de Madrid. Entró en el establecimiento y a sus oídos llegó la melodía de algún fandango del que no tenía idea alguna.

  -¡Jefe! Una caña –gritó Hugo intentando que su voz llegara a los oídos del camarero.

 Deslizó una de las dos sillas situada en una mesa pequeña y se sentó.
El camarero no tardó en llegar con la bebida.

  -Aquí tienes ‘pisha’ –dijo sonriente el hombre panzón.
  -Gracias. –contestó Hugo dándole un trago enorme al tercio.

Sacó el móvil e hizo una llamada breve y cortó. Pidió otra cerveza y salió del local no sin antes pagar su consumición. Volvió a casa.

No había nadie en el lugar, parecía muerto. Hugo se paseó por toda la casa intentando encontrar a alguien de sus compañeros, pero no tuvo suerte. Bajó a la base y empezó a leer todos los informes sobre la misión. Los había leído en multitud de ocasiones, pero no había ninguna pista, nada. La yakuza japonesa, los narcos colombianos e incluso pudo leer algo de la triada china. Conversaciones con grupos pertenecientes a la ultra derecha rusa, que llamaron la atención de Hugo. Con todo lo leído, Hugo solo tenía una cosa en mente, política. Era cierto que con la crisis mundial que azotaba a todos los países del globo, los grupos radicales, tanto de derecha como de izquierda, comenzaban a mover fichas. Las mafias de cada país se involucraban en política, pero no era nada preocupante, siempre a habido grupos como estos.

Otra cosa que incomodó a Hugo era lo de la triada china. No había pistas sobre el cabecilla, ni nombres ni el color de pelo de dicha persona. Otro interrogante mas. A cada folio que pasaba, mas alucinado estaba, veinte años de misión… casi nada.

  -Veo que estas estudioso hoy –la voz de Karen le sobresaltó- Descansa un poco… - rodeó el cuello de Hugo con sus manos.
  -Estoy bien –Hugo se levantó quitándose de encima los brazos de Karen.
  -Sé que no es fácil para ti… todo esto es muy fuerte, pero no puedes obsesionarte tanto con la misión, Hugo. –dijo Karen con voz calmada.
  -Hugo la miró pensativo- En serio, estoy bien –sonrió.
En ese momento, el móvil de Karen comenzó a sonar. Lo cogió.
  -¿Diga? –preguntó- Hola señor, si.. si, si… vale. Comprendo… Yo se lo digo ahora mismo, vale. Adiós. –puso fin a la llamada.
Hugo la miró esperando a que comenzase a hablar.
  -Era Smith, que avisemos a la pelirroja. Tienen que hablar, y por el tono serio no debe de ser nada bueno –se rió a carcajadas.

El móvil de Hugo vibró. Abrió el mensaje,

‘Te espero en mi house brother’’ –Ortega

Junto con el sms, envió la dirección de la casa donde se hospedaba cuando venía a Madrid. No le contó nada a Karen, ni tampoco a los demás compañeros. Se metería en la boca del lobo así que prefirió no ponerlos nerviosos a ninguno. Ir a casa de Ortega era como un juego de azar, podría salir cara, o tal vez cruz, lo que estaba claro es que no se podía fiar de el en absoluto. Sobre todo tras el pequeño rifi rafe de la noche anterior. Que sea lo que Dios quiera.


Parte 7

Giró la llave e hizo apagar el motor del coche, había llegado a su destino, o so dejo el navegador que había instalado. Salió y cerró la puerta. Caminó hasta la puerta más pequeña del domicilio y pulsó el botón del timbre. Un leve sonido a lo lejos y esperó. Tres segundos, quizás cinco. La puerta se abrió. Con paso firme se desplazaba mirando a su alrededor. Uno, dos, diez hombres con armas de fuego en la mano, se sonrió. Uno de los guardaespaldas de ortega le hizo parar. Alzó los brazos y separó las piernas cuanto pudo para que el hombre le cacheara de arriba abajo, pura rutina. Entró en el domicilio.

 -El señor Ortega le está esperando –dijo el guardaespaldas de Ortega abriendo la puerta.

Hugo no contestó, simplemente pasó la puerta y se cerró tras él. Olor a puro, whisky y a sexo fue lo primero que le vino a Hugo. Sonrió. Frente a él, Ortega junto a dos latinas retozaban sobre el sillón de cuero. Las chicas de grandes culos y senos, como buenas latinas, lamían el pene duro de Ortega con gula. Este palmeaba sendos culos con fuerza.

 -¡Come verga perra! –gritaba Ortega a una de las chicas.

Se la tragó entera una vez, dos veces. A la tercera vez la chica vomitó sobre el pene de Ortega.

 -¡PERRA! Qué asco, límpiala. –le ordenó.

Los ojos de la chica salieron de sus orbitas al escuchar sus palabras para después asentir y comenzar a limpiar con su lengua . La cara de asco de la chica a cada lamida hizo que a Hugo se le revolvieran las tripas. Cuando el pene quedó limpio, la otra chica comenzó a cabalgar sobre Ortega, plash, plash, era el sonido del enorme culo de la chica contras los testículos de su jefe.

En casi todo momento Ortega miraba a Hugo con cara sonriente llena de vicio.

 -Siéntate brother, no te quedes ahí de pie. –habló por vez primera con Hugo- ¿Quieres a alguna perra? Elige la que te apetezca.
 -No gracias. –contestó Hugo - ¿Para qué me llamaste? –preguntó sentándose en el sillón situado en frente de la escena sexual.
 -Ahh, ¡puta! –gemía Ortega a cada salto de la latina- Tengo un trabajo para ti… -dijo con dificultad.
 -¿De qué se trata? –preguntó Hugo cruzando las piernas.
 -Necesito que tus hombres limpien la frontera de México con EEUU, tengo un cargamento muy valioso para mí –sonrió- No quiero problemas, y tus trabajos siempre han sido los mejores.
 -¿De cuánto estamos hablando? –refiriéndose al cargamento.
 -Una tonelada de polvitos –quitó a la culona de encima para ponerla a lamer su pene- No te preocupes, te voy a pagar bien.
 -¿Para cuándo? –preguntó de nuevo levantándose del sillón.
 -Pasado mañana, no me falles. Sabes que no perdono los fallos. –miró a Hugo con ojos diabólicos.
 -Yo nunca fallo. –puso rumbo a la puerta parándose en ella y mirar de nuevo a Ortega- Nunca. –salió.

**

Frente a ella estaba Azucena que cortaba el filete de ternera en trozos pequeños, casi diminutos. A su derecha Eloísa sirviéndose un poco de ensalada de pasta. Al lado de su madre estaba Leire bebiendo de la copa de agua.

 -¿Cómo nos has invitado hoy a comer? –preguntó Eloísa a Leire.
 -¿Es que no puedo invitaros a comer? –preguntó ofendida.
 -Hija es que es la primera vez que nos invitas a algo –todas rieron bajo la mirada enojada de Leire.

Victoria todavía con los ojos llenos de lágrimas por culpa de la risa miró hacia la puerta encontrándose con una mujer de pelo rojizo y cuerpo de infarto. La prometida de Hugo, pensó. Junto a ella otra belleza. Piel color chocolate y un cuerpo parecido al de Clare.

 -¡Aquí! –se levantó Leire haciendo señas a las dos mujeres- He invitado a Clare a comer también, para conocernos mejor y eso. –miró a Victoria- No hay ningún problema, ¿cierto? –la sonrisa irónica de Leire no le sentó nada bien pero tuvo que tragar al notar como Azucena la miraba.
 -Por supuesto que no… -contestó Victoria aún algo confundida.
Las dos mujeres sonrientes llegaron hasta la mesa con caras sonrientes;
 -Perdón por la espera, realmente lo siento. –se disculpó Clare.
  -Lo sentimos –siguió la chica de color.
 - No pasa nada cuñada –dio dos besos a Clare- ¿Tu nombre? –preguntó sonriente Leire mirando a la acompañante de Clare.
 -Me llamo Karen, mucho gusto en conocerlas, a todas –miró fijamente a Victoria.
Tras las pertinentes presentaciones se sentaron de nuevo en la mesa. Ya estaban todas, o eso esperaba Victoria.

**
La puerta secreta de la base se abrió lentamente.

 -Todavía no me acostumbro a estas puerta… ni que fuera una puta película de cine –habló cabreado Hugo.
 -Ya sabes cómo somos los yankees… -rió Steve.
Media sonrisa apareció en los labios de Hugo tras el comentario del hacker informático.
 -¿Eso ha sido una sonrisa? Parece ser que no eres de hielo –volvió a reír mas fuerte Steve para al instante mirar a Hugo que le ofrecía una mirada fría quitándole las ganas de seguir riendo.
Legaron a la gran mesa donde Seth los esperaba moviéndose de un lado a otro, sin parar.
 -Por fin llegas –miró a Hugo- Tienes que ir a comer con tu hermana, Clare y Karen ya deben de estar allí… -Hugo intentó hablar pero la mano de Seth alzada hizo que se callara- No hay peros que valgan, es una orden… de Alhambra. –sonrió malévolamente.
Hugo farfulló algo imposible de entender y se dio la vuelta maldiciendo por lo bajo.
 -Nicolás Maquiavelo estaría orgulloso de ti –gritó antes de salir dando un portazo.
 -Como me gusta hacerte enojar, ¡Machote! –escuchó Hugo a lo lejos, y se rió.

**

Era incomodo ver a la prometida de Hugo. Su cuerpo estaba tenso, raro. Parecía como si las sorpresas de Leire solo hayan comenzado, ¿Qué tramaba?

 -Dio Clare, ¿Cómo os conocisteis mi hermano y tú? –preguntó Leire limpiándose los labios con la servilleta.
 -Bueno, fue algo raro. Un día como otro cualquiera llegué al trabajo, mi secretaria me taladraba la cabeza con citas y demás, lo típico en secretarias –miró a Karen sonriendo- total, que choque con un chico y le manché el traje de café, que era un cappuccino para más señas –rió fuertemente- y al que manché fue a Hugo. –bebió de la copa de vino- Se puso furioso. Luego descubrí que era uno de los candidatos que eligió mi padre para ser el nuevo arquitecto de la compañía. –miró a Leire a los ojos- Y al final nos enamoramos… el muy sinvergüenza tenía a mi padre de su parte, así que entre los dos me obligaron a salir con Hugo, y más tarde a aceptar casarme con el… -la cara se le iluminaba- Y si, el dicho que dice ‘del odio al amor hay un solo paso’’ es totalmente cierto. Porque lo llegué a odiar al principio, no lo tragaba era superior a mí.

Victoria en todo momento intentó ser impasible hacia los ojos de las demás mujeres. Nada de sentimientos. Pero le dolió en lo más profundo de su ser saber que Hugo realmente se iba a casar con Clare, que la amaba y que era correspondido. Ella solo sería una triste historia en la vida de su amado, un dolor que nunca podrá pagar con todo el sufrimiento del mundo.

Lo peor era la mirada escrutadora de Karen, ¿Qué miraba tanto? ¿Por qué a ella? ¿Sabría algo sobre Hugo y ella? Tal vez le habría contado algo Hugo, pero era imposible. Hugo no quería saber nada de ella, y a su vez, tampoco querría que nadie supiera de su relación en el pasado.

 -Karen, ¿y tú de que conoces a mi hermano? –preguntó Leire de nuevo.
 -Eso también es una buena historia –rió levemente- Nos conocimos hace diez años, -Victoria se tensó al instante- En cuanto lo vi, supe que era un pringado, un capullo sin más. No quiero decir que lo odiara, para nada, solo que me dio lástima.
 -¿Lastima? –preguntó Eloísa.
 -Estaba hecho pedazos, espiritualmente digo, era horroroso ver sus ojos verdes tan oscuros. –dijo con pena- Algo le había ocurrido, algo tan duro que no levantaba cabeza –los ojos de Karen se posaron fijamente a los de Victoria, que esta última tuvo que desviar- Me hice amiga suya al instante, siempre me ha gustado levantar el ánimo a las personas –continuó- Y a él le hacía mucha falta. –cruzó las manos con fuerza- Desde ese día no nos hemos separado casi nunca, hasta me contrató como su secretaria personal –rió.

Los ojos de Victoria se humedecieron de nuevo, pero esta vez de tristeza, dolor. Se disculpó con las presentes, tenía que ir al baño. Su paso era bastante rápido, temió que se dieran cuenta lo apurada que estaba por salir de la encerrona de Leire, no se lo esperaba. ¿Quizás Leire sabía que engañó a Hugo? Era imposible. Hugo no le diría nada, ¿no? Alex imposible, el solo chulearía con sus amigotes, ¿Azucena? Si ella le hubiera dicho algo a Leire pondría en peligro la misión, y ella no se permitiría hacer tal cosa, era, es muy recta. Tal vez les escuchó hablar algún día… su cabeza era un lio constante.

Se enjuagó la cara con un poco de agua para al instante secársela con un trocito de papel. Por suerte no necesitaba nada de maquillaje, eso le decía Hugo;

 -Eres tan bella que con maquillaje pierdes tu belleza.

La sonrisa triste al recordarlo se hizo con sus labios.

 -¿Y esa sonrisa tan triste? –preguntó Karen asustándola.
 -No sabía que estabas aquí… -volvió a poner su mejor cara.
 -No te disculpes –sonrió de nuevo la mujer.

Miraba por el espejo los movimientos de Karen. El pintalabios color suave pintaban cada centímetro de los labios de Karen, suave pero constante. Bella, esa era el adjetivo que le ponía a Karen, no, mejor explosiva, pura lujuria, potente. Los ojos de Karen se posaron de nuevo en los suyos;

 -Y dime… ¿estas feliz por tu futura boda? –vio el interrogante en la cara de Victoria- Hugo me cuenta todo, soy su secretaria al final.
 -Cualquiera mujer estaría feliz de casarse con el hombre que… -la cortó.
 -¿Ama? –terminó la frase Karen.
 -Si… -intentó sonreír, pero no fue fácil para Victoria.
 -Bueno, no sé mucho de amores ni nada parecido –rió suavemente- pero si es con el hombre que amas… ¿Por qué no te casas con él? –miró seria.

La pregunta de Karen la dejó boquiabierta, no se lo esperaba. ¿Tan fácil era leer sus gestos? Puede que Hugo… ¡Si! Ella acababa de decir que se conocieron hace diez años, los mismos que Hugo llevaba fuera de su vida, fue su paño de lágrimas, seguro que él le había contado, si.

 -¿Tal vez lo engañaste? –preguntó de nuevo- La traición es algo horrible, hace sufrir al traicionado y a largo plazo al que traiciona. Se dice que la confianza solo se pierde una vez en la vida… espero que no sea tu caso, guapa –volvió a sonreír y salió del baño.

Se quedó plantada, con las piernas temblando. Se agarró como pudo del lavamanos y esperó. Esperó que su cuerpo volviera a la normalidad, que el ritmo de su corazón se tranquilizase. Hugo, su Hugo. El amor de su vida la odiaba, con todo su ser y jamás volvería a confiar en ella, nunca. Si ella moría el sería terriblemente feliz, no, sufriría, Hugo sufriría porque a pesar de su rabia hacia ella, seguía siendo una buena persona, de alma pura.

Rompió a llorar.

**

El sonido del móvil que sonaba por segunda vez hizo que parara el coche. Con la mano derecha lo alcanzó y miró quien era el que llamaba, Seth.

 -¿Se puede saber qué narices quieres? –preguntó casi gritando.
 -Pues resulta que no te he dicho donde es la cita –reía con fuerza cabreando aún más a Hugo- bueno en realidad llamaba para eso y… para avisarte que no tienes que ir –un gruñido de Hugo hizo reír nerviosamente a Seth - Es que ya han terminado, o eso supongo… no hace falta que interrumpas la preciosa velada que tendrán las chicas.

Insultó de varias maneras a Seth pero se dio cuenta que este había colgado.

 -Maldito Seth… te vas a enterar en cuanto te pille. –maldijo tirando el móvil de malos modos.

No hizo caso a su compañero y siguió el viaje hasta el restaurante donde estaban reunidas. Por suerte Clare y Karen tenían conectado el móvil y así pudo saber en qué sitio se encontraban. Era cerca de su posición, no tardaría en llegar… al menos quería ver quiénes eran las ‘’chicas’’ que allí se reunían.

Cinco minutos más tarde llegó. No tardaron en salir ni dos minutos, Karen, Clare, Azucena, Leire, Eloísa y ella, Victoria. Las seis reían con efusividad y se despedían de la misma manera. Esperó a que Clare y Victoria se despidiesen, ¿para qué? Si no me importa, eran las palabras que decía Hugo. Pero aún así miró con más atención los dos besos de las mujeres. Frío, casi no rieron.

 -Parecen que no se llevan nada bien… -murmuró Hugo.

Ahora cambió su mirada hasta ver a Karen besar a Leire. Lo malo de esa escena es que Karen  lo miraba con una sonrisa burlona en sus labios, le había pillado infraganti. Le devolvió la sonrisa.

El móvil privado de Hugo comenzó a sonar. Miró la pantallita alumbrada para saber quién era y descolgó;

 -Parece que ya has llegado… -dijo Hugo.
 -Acabo de bajar del avión. –dijo el artífice de la llamada.
 -Bien… eso está muy bien. –sonrió Hugo- así que esta noche empezamos… va a ser muy divertido Phantom.
 -Y que lo digas, amigo –respondió Phantom.

**

El sol se había escondido hace unas pocas horas. Victoria miraba un álbum de fotos no muy grande, de color marrón oscuro. Su ojos humedecidos y enrojecidos por las lagrimas que había derramado y que aún seguía derramando viendo cada una de las fotos. En ellas se podía observar a Hugo y a ella sonrientes, otras dándose un beso con los brazos de Hugo aprisionando sus caderas para mantenerse unidos siendo un solo ser. Eran felices, inmensamente felices. Por eso lloraba. Desde el principio había sido todo mentira, pero ella se dejó cazar. El ratón cazó al gato.

 -Sabes que no me importa que vengas a desahogarte a mi casa, pero es muy tarde. Debes volver –apareció por la puerta Azucena.
 -Limpió las lágrimas con sus dedos y cerró el álbum- Lo sé…

Azucena la miraba con pena. No era su culpa, bueno no al cien por cien. Es verdad que ella era su jefa directa y le había mandado enamorar a Hugo pero no era la culpable de que ella se enamorara locamente de Hugo.

 -Debería irme… -se levantó del sillón y acercó el álbum a Azucena.
 -No te preocupes lo guardaré donde siempre –dijo Azucena antes que Victoria le dijera lo mismo de siempre.
 -Gracias. –dijo Victoria con tristeza.
 -Ve y mañana hablamos, desayunaremos juntas… -dejó el álbum encima de la mesa para guardarlo más tarde.
 -Bien… vuelta al papel de prometida… -se despidieron y salió del piso de Azucena.
Esperó hasta que el ascensor llegara, lo raro es que no estuviera averiado. Al llegar entró dentro y pulso el botón número cero, bajó.

**

Tumbado en la cama esperaba a que todos se durmieran, no sería bueno que le pillasen saliendo a esas horas de la madrugada. Las agujas del reloj marcaban las cuatro treinta, era una buena hora. Se vistió rápido sin hacer el menor ruido. De puntillas recorrió todos los pasillos de la mansión para a cerciorarse de que nadie estaba despierto. Perfecto. Clare y Steve dormían plácidamente. Al llegar a la puerta principal abrió despacio y la cerró a la misma velocidad, aunque tuvo que empujar un poco para que se cerrara perfectamente. No usó ninguno de los coches, haría bastante ruido  no era plan después de la escena al estilo ninja que acababa de hacer.

Trepó la pared que daba a la calle y saltó desde lo alto, fácil. Anduvo unos metro hasta llegar a un coche oscuro, con una facilidad pasmosa entró en el y usó los cables adecuados para hacer un magnifico puente. Arrancó y se alejó de casa. Apagó todos los dispositivos móviles excepto su teléfono privado. Encima solamente llevaba su arma de fuego y el mencionado móvil. Codujo durante media hora hasta que se encontraba en el punto exacto de reunión. Un polígono abandonado a las afueras de Madrid, no muy lejos de la base pero si la distancia idónea para que no la encontrasen fácilmente. Se bajó del auto y entró en uno de los almacenes.

 -Creía que no ibas a venir, amigo. –dijo un hombre de ojos achinados desde la oscuridad del lugar.
 -Por eso el apodo de Phantom, ¿no? –preguntó- Siempre tienes que darme algún susto…
 -rió- A pasado un largo tiempo, Hugo. –se abrazaron dándose varios golpes en la espalda- Nada más recibir tu mensaje hice la maleta y vine hasta Madrid.
 -Te ha llegado toda la información sobre la misión, ¿verdad? –dijo Hugo.
 -Si y me lo he leído de cabo a rabo –se pasó las manos por el pelo largo- Menuda putada… lo tienes que estar pasando como el culo.
 -Ya estoy acostumbrado a todo –dijo Hugo sonriendo.
 -¿Sigues teniendo el móvil que te liberé? –preguntó preocupado Phantom.
 -Es el que uso para las cosas personales –le dio un golpe en el pecho- Vamos, te explicaré todo lo que sé. Después decidirás si me ayudaras. –alzó la mano para que su amigo callara- Primero debes escuchar algo de la historia antes de decidirte, y si te decides, nos vamos a divertir… un montón.

Se sentaron en unas piedras cerca de un descampado, hicieron un poco de lumbre y bebieron cerveza. Le contó todo lo que sabía, desde su familia hasta los japoneses, pasando por los colombianos y la triada china de la que aún no se sabía nada. Phantom  atendía atónito a cada palabra de Hugo, Alhambra era su tía, la que le metió en la CIA, la que llevaba más de veinte años en la misión. Al igual que Hugo, Phantom se imaginaba que toda esa mafia era mucho mas que simples negocios de drogas o banqueo de dinero, algo muy jodido. Cuando Hugo terminó el resumen, Phantom se levantó y le hizo que lo siguiera.

De nuevo entraron en el almacén y se adentraron en el. Phantom se paró y movió un trozo de cartón que había en el suelo, debajo de él se encontraba un agujero los bastante amplio como para que quépase una persona con facilidad.

 -Sígueme y ten cuidado con las escaleras –dijo Phantom bajando.
Al llegar abajo se alumbró toda la habitación, si se le puede llamar así.
 -Te ha dado tiempo para hacer un zulo –dijo Hugo.
 -Cuando me llamaste sabías que iba a aceptar –Hugo afirmó con la cabeza- Yo al saber que tú sabías que iba a aceptar… -se acercó a una mesa con varios maletines enormes.
 -Deja de jugar con las palabras, lo odio –dijo Hugo apretando la mandíbula.
 -Vale… -pidió disculpas juntando las manos y haciendo una reverencia- A lo que iba, sabias perfectamente que iba a venir y déjame decirte que no he venido con las manos vacías…
Abrió cada maletín. Hugo se acercó y sonrió.
 -Como me gusta trabajar contigo, Phantom –dijo Hugo con pura maldad.

Los maletines llenos de armas de fuego, armas blancas, dispositivos de rastreo, munición y el rey de la reunión, un rifle francotirador de la armada China, la mejor del mercado.

 -Por cierto, deja de llamarme Phantom… -alzó las cejas divertido.
 -Vale… Chang –cruzó los brazos.
 -Creo que nos vamos a divertir… -sonrió de nuevo Chang.


Parte 8

Sobre las siete en punto se volvió a colar en la casa, por lo visto nadie se había dado cuenta de su ausencia, incluso parecían dormir tranquilamente. Se desvistió y las sábanas le arroparon todo el cuerpo, al menos dormiría una hora…

Mientras le vencía el sueño recordó la conversación con Chang, el muy cabrón se lo pasaba pipa haciendo planes, era un gran maestro de la táctica. Como Hugo, Chang tenía su pasado no tan ‘especial’ como el de Hugo pero algo parecido. Criado como huérfano en varias casas de acogida en China, luego pasó varios años en el ejército Chino para más tarde coincidir con Hugo. Tenían el mismo maestro Guan Xiu. Al estar ellos dos junto a su maestro les sirvió para hacer una gran amistad, al punto de contarse todas sus vidas, sin guardarse nada. Eran casi como hermanos.

Cuando Chang le contó cómo fue abandonado por sus compañeros en pleno desierto, tratado como un traidor para su patria, sintió pena. Después del entrenamiento con Guan Xiu se separaron aunque no perdieron el contacto. Chang se dedicó a hacer trabajos como sicario, robaba piezas de arte muy valiosas entre otras cosas y seguía siendo perseguido por el gobierno chino. Tuvo que cambiar de nombre y mudarse cada cierto tiempo para no ser encontrado.

Esta era la primera vez que Hugo le pedía ayuda con una misión. Tratándose de su propia familia y no confiando en nadie de la agencia no tuvo opción, ni siquiera confiaba en Azucena. Karen, Seth, Clare y Steve no permitirían que Hugo metiera demasiado las narices, estaba claro, por eso llamó a Chang. Él le ayudaría y no le mentiría en nada, solo lo tenía a él. Una misión dentro de la misión.

Hugo y Chang decidieron verse al día siguiente y empezar con sus planes, deshacerse de la mano derecha de Tanaka y quitarse de en medio un escollo. Matsumoto, como así se llama, sabía muchas cosas sobre los Yakuza y al mismo tiempo sobre la alianza que tenían los colombianos, japoneses, españoles y chinos. También se decía que algunos Neonazis tenían un papel importante en esa mafia. Son peligrosos, muy peligrosos, por eso tenían que descubrir que se traían entre manos aunque tuvieran que matarlos no dejarían que se saliesen con la suya.

**

Victoria leía unos papeles que le había entregado Azucena.

 -Mañana por la noche se reunirán todos y cada uno de los implicados, debes de colarte y enterarte de lo que hablen. –dijo Azucena mirándola fijamente.
 -No será fácil, estarán todos… y no sé si… -dejó de hablar Victoria.
 -Me da igual Victoria, tienes que ir y punto. –se levantó y caminó por la base- Mañana puede hacer su aparición el cabecilla de la triada china, es importante que veas su cara, tenemos la oportunidad de descubrir más cosas. –se cruzó de brazos- Es importante esto que te estoy pidiendo… puede que tengamos a uno de los nuestros traicionando a la agencia, traicionándome a mí. No podemos permitirlo…
 -¿Quién podría traicionarnos? –preguntó Victoria dejando los papeles sobre la mesa- Tenemos que arrestarlo…
 -Llegado el caso, tendrás que matarlo –dijo Azucena caminando hacia la puerta- No voy a permitir que nos descubran por algún imbécil que no sabe cuál es su lugar, no me van a estropear veinte años de sacrificio.

**

En el comedor desayunaban todo el equipo al completo.

 -¿Dónde fuiste esta noche? –preguntó Clare tras beber de su café negro.
 -No podía dormir… -respondió Hugo masticando un croissant.
 -Debes de informarme, informarnos de tus salidas. –dijo en tono enojado- Nos jugamos la vida… no sé si te das cuenta –dijo Clare alcanzando unas tostadas.
 -No creo que tenga nada que decirte, deciros a ninguno –miró a los demás- Se cuidarme solo, cuidaros vosotros mismos. No voy a meteros en problemas por salir a tomar el aire por la noche, ¿o sí? –preguntó de forma chulesca Hugo.

No obtuvo respuesta, de nadie. Karen le miró pensativa al igual que Seth. Steve miraba la leve discusión ausente sin abrir la boca salvo para comer algo.

-No puedes meternos en problemas Hugo –habló Karen- Si quieres que te descubran hazlo tu solo, no nos metas a ninguno en tus idioteces, no lo voy a permitir. –se levantó enojada.
 -¡Cierra tu maldita boca zorra! –gritó Hugo levantándose de su asiento y comenzando a caminar revolviéndose el pelo.
 -¡Repite lo que has dicho hijo de puta! –gritó Karen corriendo hacia Hugo.

El primer golpe de Karen no lo vio venir y el puño impactó contra su cara. Con la mano acariciando su mejilla intentando apaciguar el dolor miró a Karen con rabia y confusión. Levantó el brazo para golpear con el puño cerrado pero Seth le agarró por detrás impidiéndoselo.

 -¡Basta! –gritó Seth- ¿Estáis tontos? –dijo empujando a Hugo hacia atrás.

Clare y Steve se encargaban de una Karen fuera de si.

 -No tengo la culpa de tu vida Hugo, no pagues conmigo los cuernos que llevas en tu cabeza, cabrón –volvió a gritar Karen.

De un solo golpe se quitó a Seth de encima y corrió hasta Karen que lo miró con miedo. Clare se interpuso en su camino, pero Hugo le dio un golpe en el cuello dejándola casi inconsciente. Steve intentó poner paz pero salió volando al empujarle Hugo con las dos manos abiertas. Volvió a mirar a Karen que parecía no poder moverse de lo aterrada que estaba;

 -Repite lo que has dicho –dijo Hugo agarrando del cuello a Karen y levantándola en el aire- ¡REPITELO! –gritó Hugo.

No pensaba, no sentía, solo quería sacar toda la rabia que llevaba dentro sin importar. Al ver dos lágrimas cayendo por los ojos de Karen, la soltó y esta se desplomó en el suelo, aún respiraba y estaba totalmente consciente. Se arrepintió fuertemente de haber tratado así a Karen, era su amiga desde hace años pero sus palabras le habían sacado de sus casillas.

 -No vuelvas a decir nada respecto a mi pasado –se alejó de la escena cerrando la puerta de un fuerte golpe.

Casi mata a Karen y lo habría hecho si las dos lágrimas no caían. Se sentía mal, como un monstruo sediento de sangre.
No era la primera vez que algo así pasa entre Karen y el. Las peleas entre ellos eran muy frecuentes cuando entrenaron juntos al conocerse. Pero esta vez era distinto, Karen no había movido ni un solo musculo cuando la cogió del cuello, ni siquiera habló tras soltarla, tenía mucho miedo, lo vio en sus ojos. Puede que la misión nublara su cabeza, seguro que era eso.

**

Sigilosamente entró en la oficina de su prometido, tenía que darse prisa. Conectó el dispositivo USB en la clavija. Buscó en varias carpetas algunos documentos y los envió al aparato en cuestión. Por las ventana vio acercarse a su prometido, con nervios sacó el USB y se lo guardó en el bolso.

Se abrió la puerta.

 -¿Qué haces aquí? –preguntó Alejandro cerrando la puerta.
 -Te esperaba… quería darle una sorpresita a mi futuro marido –se acercó juguetona- ¿o molesto? –acarició el pecho de Alejandro.
 -No es eso… sabes que no me gusta que entres cuando no estoy yo –se acercó a los labios de Victoria y la besó- Dame una chupadita de esas que tanto me gustan –empujó la cabeza de Victoria hacia abajo.
 -Nos pueden ver Alex… mmmm –no la dejó hablar y sacándose el pene se lo introdujo en su boca.

Victoria con toda la boca llena del pene de Alex empezó a lamer y masturbar furiosamente. Acarició los testículos y los masajeaba para que eyaculara lo antes posible. No duró apenas un minuto cuando Alejandro llegó al orgasmo pringando todo el suelo de semen caliente.
 -¡JODER! –gritó levemente- Como la chupas… ufff… -Victoria le sonrió- ¿Cuándo te la tragarás entera? Como aquel que dice somos marido y mujer… -se guardó el pene en el pantalón.
 -No me gusta, eso es una marranada –mintió.
 -Seguro que al bastardo de Hugo si se la comías con leche y todo –dijo cabreado Alejandro- Solo eres una puta para los que tú quieras ¿no? –la jaló del brazo y la empujó fuera de su oficina.

Cerró la puerta tras ella.

**

Hugo llegó a la hora exacta, su amigo le esperaba escondido en un tejado cerca del bloque de pisos donde se encontraba Matsumoto.

 -Llegas tarde… -habló Chang con los prismáticos todavía en los ojos.
 -No he podido venir antes… -le quitó los prismáticos a su compañero y observó tras ellos- No parece haber movimiento, ¿está dentro o todavía no ha llegado? –preguntó Hugo.
 -No ha habido movimiento por el momento, la casa ha seguido vacía desde que he llegado. –dijo Chang abriendo una maleta.
 -¿Qué llevas ahí? –preguntó de nuevo Hugo señalando la maleta.
 -El rifle francotirador que te enseñé anoche…  -colocó una bala en el cargador- Entra y si pasa algo raro disparo, me da muy mala espina ese tipo… quizás encuentres algo en su piso. –miró sonriente a Hugo.
 -Me caes como el culo, ¿lo sabías? –dijo Hugo comenzando a andar.
 -I love you –soltó una carcajada Chang.

**

Sin comerlo ni beberlo ahí estaba, en una maldita fiesta que le habían hecho sus amigas. Por supuesto que todo planeado por Azucena y Eloísa. Los machos de la casa se habían ido a cenar a casa de Don Pedro, negocios decían, y ella tenía que aguantar a todas las cotorras que tenía por amigas desde la Universidad.  No tenía tiempo para estas pamplinas.

 -¿Quien quiere más champagne? –preguntó Azucena- ¡Victoria! –gritó.
 -¿Que...? –preguntó confundida.
 -Que te nos duermes mujer –habló Sofía- Amiga estas en las nubes –rió a carcajadas contagiando a las demás mujeres presentes.

Victoria sólo asintió al comentario de Sofía e hizo una mueca parecida a una sonrisa.  La fiesta prosiguió su curso y, por increíble que pareciera, se divirtió. Las sorpresas no quedaron ahí, que va. Las muy sinvergüenzas contrataron a una pareja de Boy’s para aumentar la fiesta. Victoria tonta no era, esa fiesta tenía toda la pinta de despedida de soltera o al menos un anticipo de ello. Aún faltaban dos meses para la boda.

Los hombres vestidos de policías, lo típico, empezaron a bailar insinuantes alborotando a todas las presentes. Azucena sonreía, Eloísa más de lo mismo y sus amigas desprendían sexo con las miradas llenas de lujurias que le dedicaban a los pobres muchachos. Lo peor fue cuando la sentaron en una silla y los Boy’s le bailaban con el pene al aire y duros como la piedra. Intentaron que se las chupase pero pasó de hacer nada con esos tipo. Con Sofía era otro cantar, a dos manos la muy guarra. Se pasaba una tras otra, los lamía y engullía como toda una experta, por supuesto que sin dejar de masturbar al otro.

**

Ya se encontraba en la puerta del piso de Matsumoto. Sacó su móvil antes de forzar la puerta y llamó a Chang.

 -¿Algún movimiento? –preguntó Hugo.
 -No, todo sigue tranquilo y las luces apagadas. –respondió al otro lado del móvil.

Con unos alambres de metal abrió la puerta y entró. Sacó su arma con la mano derecha y caminó despacio, sin hacer ningún ruido. El arma en todo momento mantenía el cañón hacia el suelo.  Siguió el pasillo hasta llegar al salón. Un sillón de dos plazas, una mesa con dos sillas oscuras. Era difícil saber el color, todo se veía oscuro por la falta de luz. A través de la ventana veía a Chang haciendo gestos con la mano, miró y continuó con su cometido. Todas los cajones que encontró en el saló los abrió y con una pequeña linterna alumbró para poder ver el contenido. Nada. Siguió con el dormitorio y seguía sin encontrar nada de nada. La cocina, tampoco.

Solo faltaba el baño, entró. El mueble donde se sostenía el espejo lo abrió, bingo. Papeles. En la cisterna podría haber algo. Deslizó la tapa e introdujo la mano. Los malditos tubos no le hacía el camino fácil, aún así encontró una bolsa que contenía un arma de fuego. Al fondo otra bolsa pero con un pendrive dentro, de color oscuro. Lo guardó en uno de sus bolsillos y volvió a colocar de nuevo la tapadera. De nuevo alcanzó el móvil y pulsó la pantalla buscando el número de Chang. Caminó de nuevo por el pasillo para llegar a la salida cuando Matsumoto lo esperaba apuntándole con su arma.

 -Mierda –dijo Hugo cuando la bala le dio en el brazo.

Se escondió detrás del sillón biplaza.

 -¿Quién eres? –gritó el japonés.

Volvió a disparas, pero esta vez las balas chocaron con el sillón y la pared.

 -Te manda Ortega hijo de puta –gritaba Matsumoto.

Se volvió a oír otro disparo, que esta vez rompió el cristal. No volvió a hablar, el cuerpo del japonés yacía en el suelo y Hugo respiró tranquilo, de momento. Se cercioró de que Matsumoto no tenía pulso y salió del piso como alma que lleva al diablo. Se tapó la cara con la capucha de la chaqueta todo lo que pudo y corrió. El móvil sonó.

 -¡Joder tío! No respondías el puto teléfono coño –decía Chang.
 -Al parecer no tenía cobertura o vete a saber –habló Hugo con la respiración agitada-Me han dado… ahh  -soltó un gemido de dolor.
 -¿Es grave? –preguntó preocupado- Sal por las escaleras del servicio, los japoneses han escuchado los disparos y están subiendo –gritó de nuevo Chang.
 -Vete. –le dijo Hugo bajando las escaleras- Te llamo luego, no hagas nada y vete –colgó.
Al final de las escaleras se encontró a uno de los japoneses, pero esta vez estaba alerta. Saltó los últimos cinco escalones y le dio una patada en el estómago. El japonés respondió con un puñetazo certero que chocó en el pómulo derecho de Hugo.
 -¿Quién eres? –gritó el japonés.
 -El que va a matarte ahora mismo –sonrió Hugo.

Un golpe en el pecho, y con los nudillos acertó en la nuez sobresaliente de la garganta. Lo dejó sin respiración. Un fuerte giro en el cuello y dejó de latir su corazón.

 -Valla… creí que me durarías mas. –salió del recinto.

**

Ya quedaban pocas chicas, se habían ido yendo como cuentagotas… pero ahora sólo quedaban Azucena, Eloísa, Sofía y Victoria. Por supuesto que los Boy’s se largaron tras ser devorados por las lobas.

 -Azu, ¿has llamado a Hugo para invitarle a cenar? –preguntó Eloísa a su cuñada.
 -Upps… se me olvidó –rió de vergüenza- No te preocupes que lo llamaré mañana mismo –cruzó las piernas y acomodó la cabeza de lado.
 -Hay que ver este hijo mío que no me da ni siquiera su número de móvil… -Habló Eloísa con tristeza.
 -Es cierto, Hugo… ha vuelto… -dijo Sofía- Es raro… ¿no? Después de diez años sin noticias de él y de repente salió de la nada. –miró a Victoria.
 -Si… -asintió con la cabeza Victoria.
 -Está muy guapo, el cambio es tremendo –se rió Sofía bajo los efectos del alcohol.
 -Mi hijo siempre fue guapo… a su manera –las carcajadas de Eloísa contagió a las demás.
Si, estaba muy guapo. Pero ella no veía ni rastro de Hugo, no era el mismo de hace años, que va.
 -Por cierto, la semana que viene vas a París ¿cierto? –preguntó de nuevo Sofía subiendo las piernas sobre el sillón.
 -Si, tenemos que visitar el recinto que han comprado. Quieren construir un hotel… -alcanzó su copa de agua y bebió.
 -Pues conozco unas Boutiques increíbles, tienes que ir si o si. –dijo Sofía ansiosa.
 -Claro… -cerró los ojos.

**

Se había colado en casa de Karen y Seth. No podía ir en ese estado a su ‘casa’ y menos con Clare vigilando en todo momento. Por suerte en su poder tenía llaves de esa casa, no tuvo que colarse como un vulgar ladrón. El dolor del brazo era intenso, casi insoportable. No era la primera vez que una bala le rasgaba la piel, pero si era la más dolorosa hasta el momento. Las fuerzas le fallaban, todo daba vueltas a su alrededor… se sentó en el suelo y apoyó la espalda contra la pared. Desabrochó la camisa llena de sangre, su sangre, y miró la herida. Sólo era un rasguño, ¿pero por qué dolía tanto? No era normal. La visión se volvía cada vez mas borrosa, y la consciencia se alejaba de él, iba a desmayarse… o a morir.

 -¡HUGO! –escuchó la voz de alguien- ¿Qué ha pasado? Dios mío estas herido –era Karen.
 -No es nada, sólo es un rasguño –tosió- Aunque puede que la bala estuviera impregnada de algún veneno –volvió a toser.
 -Dios santo… ¡SETH! Despierte joder… -gritó Karen- Tranquilo Hugo… te pondrás bien –lo besó en los labios- No te duermas, ¿vale? –acarició la cara pálida de Hugo- Vamos abre los ojos.

La veía borrosa. Sonrió al verla tan preocupada.

 -L.. lo sien.. –tosió- mucho… perdóname –volvió a toser.
 -Lo sé… -besó de nuevo los labios de Hugo- No te duermas por favor. -¡SETH! –gritó desesperada.
 -¿Qué pasa? ¿Por qué tanto alboroto? –preguntó apareciendo por el pasillo, descalzo y sin camiseta- ¡HUGO! –corrió hacia él.
 -Le han disparado, seguramente sea veneno… -informó Karen a su compañero- Abre los ojos Hugo –dio unas palmadas en la cara.

Sintió cómo alguien lo cogió en brazos y lo movía de un sitio a otro, lo depositaron en algún lado duro y frío. Eso fue lo último que sintió salvo la voz de Karen alejarse gritando su nombre

 -Hugo despierta… -la voz se diluyó y todo quedó oscuro.


Parte 9

Abrió lentamente los ojos, la luz molestaba bastante, era difícil mantenerlos abiertos durante mucho tiempo. El cuerpo era pesado, la cabeza parecía a punto de estallar y la boca pastosa. Cuando sus ojos se acomodaron a la luz movió la cabeza hacía los lados. Su cuerpo descansaba sobre una cama que desconocía hasta el momento. Una pequeña punzada de dolor en el hombro izquierdo, el disparo de Matsumoto vino a su memoria. Sus sentidos volvieron a él al cabo de unos segundos. En su tripa sentía presión, alzó el cuello para ver su procedencia, Karen. Masajeó su sien con la mano derecha, sintió bastante alivio. Su mano izquierda tocó el cabello de Karen. El dedo índice de dicha mano recorrió el borde de la oreja derecha y seguidamente llegó hasta la frente de su amiga. Karen hacía gestos con sus labios que le sacó una sonrisa a Hugo.

 -Karen… -la llamó en susurros.

Ella abrió los ojos lentamente y sus miradas se encontraron. Él le sonrió y ella se la devolvió.

 -Hasta pareces buena cuando duermes… -dijo Hugo colocando la espalda en el cabecero de la cama- ¿Cuando tiempo llevo en cama? –preguntó mirando la venda colocada en su brazo izquierdo, a la altura del hombro.
 -Tres días… llevas tres días inconsciente –alcanzó un vaso y lo lleno de agua, lo acercó a los labios de Hugo y este bebió lentamente.
 -Tampoco es que no pueda coger yo el vaso… -sonrió divertido.
 -Tonto… -dejó el vaso en las manos de Hugo de malas formas y puso cara cabreada.
 -Aunque… prefiero que me lo den con tanta dulzura –se carcajeó divertido.

Karen se acercó y beso los labios de Hugo, al principio un beso tímido, después un beso apasionado.

 -Dime, ¿que llevaba la bala? –preguntó Hugo pasando los el dedo pulgar por los labios de Karen.
 -Veneno de cascabel… -dijo preocupada- Por suerte Seth se había leído los informes, y bueno… Matsumoto suele, solía bañar sus balas en ese veneno. –miró fijamente a Hugo.
 -¿Quién te ha dicho que fue Matsumoto el que me disparó? –preguntó en tono neutro.
 -Lo encontraron al día siguiente de tu desmayo, muerto… digamos que uno más uno son dos. –sonrió Karen.
 -Bueno… mejor voy a dormir un poco… -dio la espalda a Karen y se tapó con la manta.
 -Pues no duermas tanto que esta noche tienes una cena en casa de tu familia… -dijo Karen con un tono de voz seco.
Hugo volvió a mirarla con cara seria.
 -¿Cena? –preguntó cabreado- ¿Quién fue el que tuvo esa grandiosa idea? –terminó de sentarse en la cama dispuesto a levantarse.
 -Tu madre, lo que nos vino de maravilla a todos. –le tiró el poco de agua que quedaba en el vaso sobre la cara- Dúchate –ordenó Karen.
 -Serás… -no terminó la frase, Karen cerró la puerta riéndose como loca.

**

El vestido le quedaba perfecto. Se sentía una diosa, y que diosa. Esa misma noche, en apenas unos pocos minutos, tendría una cena familiar en la que estaría Hugo. Era la mejor noticia que recibía desde hace muchísimo tiempo.

 -Ayúdame con la cremallera, por favor –dijo Victoria.
 -No sé porque estás tan sonriente esta noche… bueno sí que me hago una idea –subió la cremallera Azucena- Córtate un poco, no quiero que se te note y eches a perder algún acercamiento al poner celoso a tu prometido. –le dio dos golpes en la espalda avisando que su labor subiendo la cremallera había finiquitado.
 -Vale… -asintió con una cara llena de felicidad- Por cierto, ¿que noticias hay del asesinato de Matsumoto? –preguntó Victoria- Tal vez hayan sido los colombianos… o los Gálvez… -dudó.
 -Sé quien ha sido, por lo que no te preocupes ya que lo solucionaré en breve –señaló con los dedos índice y corazón de la mano derecha- No te incumbe en lo absoluto, que te quede claro.
 -Perfecto –terminó la discusión- ¿Me queda bien? –refiriéndose al vestido.
 -Como un guante… quien tuviera tu cuerpo, bueno… quien tuviera tu edad –rió con ganas.
 -Venga ya, si esta estupenda Azucena –la abrazó- Cualquier hombre rogaría por ser tú marido, lo que pasa es que tú no quieres –dijo Victoria haciendo hincapié en el tú.
 -Déjate de tonterías y termina de vestirte que están a punto de llegar –comenzó a caminar hacia la puerta- Ten cuidado… -refiriéndose a su felicidad.

El sonido del timbre sonó en la planta de abajo, era la señal de que Hugo acababa de llegar. De nuevo volvieron las mariposas en el estómago, las piernas comenzaron a flaquear y su corazón latía con fuerza. Toda la tarde el reloj se hacía lento al pasar los segundos, minutos y horas. Se miró de nuevo en el espejo, atusó su larga melena azabache y repasó con el dedo índice de la mano izquierda el pintalabios pintado en sus labios.

 -Perfecta- dijo mirándose en el espejo antes de salir de la habitación.

Desde la parte de arriba de la escaleras observó la escena. Hugo abrazado a su madre. Clare, la prometida de Hugo, saludaba a Don Pedro y al señor Luis. Leire sonreía más que nunca y Azucena miraba en su dirección con cara preocupada.

 -¿Te arreglas tanto porque vienes ese bastardo? –la voz de Alejandro la sacó de sus pensamientos.
 -No… -dijo Victoria compungida, o eso es lo que quiso transmitirle a su prometido.
 -Eso espero –amenazó Alejandro.

Bajaron las escaleras con la mano de Alejandro agarrando su cintura. Los ojos de Hugo se encontraron con los de ella, se miraron hasta que él apartó su mirada para dirigirla a su hermano mayor.

 -Hugo –saludó Alejandro abrazando a Hugo- Que bueno que hayas venido, ya creíamos que no te volveríamos a ver –soltó una carcajada.
 -No te preocupes, si me fuera tu serías el primero en saberlo –dijo Hugo con media sonrisa.

Todos quedaron callados unos segundos, la tensión era más que patente. Dio un paso adelante y se acercó a Hugo. Este intentó alzar el brazo y saludarla con un apretón de manos pero Victoria no le dio tiempo a reaccionar y se tiró hacia el dándole un beso en cada mejilla.

 -Hola Hugo –sonrió nerviosa mirándolo a los ojos verdes.
 -Hola Victoria –saludó a Victoria con cara seria.
 -Venga a comer –dijo Leire agarrando del brazo a Hugo y tirando de él.

Alejandro y Victoria saludaron a Clare y siguieron a la familia hasta el comedor para comenzar la cena. La mesa la presidía Don Pedro, junto a este su hijo Luis y su nieto Alejandro. La pareja de ambos al lado de sus respectivos, Azucena sentada al lado de Eloísa y Leire junto a Victoria. Hugo y Clare se situaron junto a Azucena enfrente de Leire, Hugo y junto a este su prometida, Clare. La mesa llena de comida variada, ensaladas, ibéricos, pavo horneado con verduras, algo de pescado y un gran centro de mesa.

La servidumbre corría de un lado para el otro dejando aún mas comida. Leire sacaba conversación a Hugo aunque este no estaba por la labor de contar demasiadas cosas de su vida. Clare con el paso de los minutos se fue soltando poco a poco. Victoria por su parte observaba a todos de los comensales, analizando uno por uno los gestos de todos. No podía aguantar sin mirar a Hugo más de dos minutos, por supuesto que Azucena se lo recordaba haciendo algún ruido con la vajilla.

Los gestos cariñosos de Hugo y Clare no eran demasiados pero si diversos. Una caricia en la mejilla de ella, un toqueteo de manos hacia él, muchas sonrisas dulces. La sacaban de sus casillas.

Tras el postre Don Pedro junto a su hijo y su nieto Alejandro invitaron a Hugo que los siguiera. Se encerraron en la oficina de Luis y las mujeres siguieron hablando a la vez que comían el postre de turno.

La preocupación se apoderó de ella. Saber que Hugo estaría solo con esos tres la mataba, no podía protegerle, ni en la dejaría… seguro. Sin remedio aguantó la hora y media en la que los hombres seguirían reunidos.

**

 -¿Quieres algo de beber? –preguntó Don Pedro a su nieto Hugo.
 -Un Whisky estaría bien, dos hielos. –se sentó en uno de los dos sillones individuales.

La tensión se cortaba con un cuchillo, las miradas de Alejandro y Luis eran de odio, aunque no lo demostrasen al hablar.

 -Toma- Don Pedro se sentó justo en frente de Hugo, Luis y Alejandro seguían de pie junto al asiento del cabeza de familia- Nos han llegado rumores, ya sabes que la gente habla, se dice que no eres… ¿Cómo te diría?... trigo limpio. –dio un sorbo al whisky.
 -Si –sonrió- La gente habla de más, a veces se equivocan y, otras, aciertan. –hecho la espalda hacia atrás- ¿Qué es ‘eso’ que dicen? –preguntó Hugo.

Don Pedro sonrió. Luis y Alejandro seguían serios, pendientes de la conversación sin meterse en medio.

 -El señor Ortega es un gran amigo de la familia –asintió Hugo escuchando a Don Pedro- Hace un año que lleva alardeando sobre un socio con el que le sale todo a las mil maravillas –gesticulaba con las manos- La sorpresa que nos llevemos fue cuando hace unos días nos dijo que ese socio era mi nieto, tú. –terminó de hablar esperando que Hugo diera explicaciones.
 -Digamos que te lo has creído, que es lo que parece ya que si eso no fuera así, yo no estaría sentado aquí bebiendo del mejor whisky que tienes en tu mueble bar. –levantó la copa viendo a través del líquido anaranjado las caras de sus parientes- ¿En serio crees que estoy tan forrado de dinero sólo por hacer unos cuantos planos de edificios en algunos países del globo? –preguntó ironizando cada una de sus palabras.
 -No creo que con tu trabajo te puedas permitir tantos lujos… -dijo Don Pedro.
 -Ahora sí me has hablado claro, abuelo –dijo con tono musical- Pero el verdadero problema que tienes, bueno, tenéis –miró a su padre y hermano respectivamente- es lo que yo sé sobre vosotros. –sonrió malévolamente divertido.
 -Crío estúpido déjate de pamplinas… -habló Luis siendo cortado por el sonido del golpe que dio Don Pedro en el reposa brazos de su sillón.
 -Dime la verdad, ¿en serio tienes miedo de lo que sé de vosotros? –preguntó de nuevo Hugo bebiendo de su vaso.

Se quedaron todos callados durante algunos segundo que a Hugo le parecieron horas. Don Pedro hizo un gesto a Luis y a Alejandro para que se marchasen de la habitación, con mal gesto en ambas caras salieron por la puerta.
Don Pedro separó la espalda del sillón dejando con la mano izquierda el vaso vacío en la pequeña mesa que separaba a su nieto de él.

-¿Crees que eres el hombre que más miedo me ha dado de los que he tenido sentados frente a mi? –preguntó con voz fría como el hielo mirando a los ojos de Hugo.

Hugo hizo el mismo gesto que su abuelo dejando el vaso en la pequeña mesita y juntó las manos entrelazando los dedos.

 -Sé que no me tiene miedo. Pero tiene miedo de su propia gente, –señaló la puerta- y debe tenerla, porque ambos sabemos que van a matarle en la mínima ocasión que tengan. –se miraron durante unos instantes a los ojos sin gesticular ninguno de los dos, esperando para ver quien daría el primer paso.
 -Rió Don Pedro salvajemente- Has crecido chico, ya eres un hombre. –alcanzó el vaso de whisky para servirse un poco más, invitó a Hugo haciéndole un gesto con la botella en mano, también se la llenó- Creo que tengo un nuevo socio –levantó la copa.
 -Lo mismo digo, abuelo –chocó el vaso con el de Don Pedro y se la bebieron de un solo sorbo.

**

Luis y su hijo, Alejandro, salieron antes de la oficina. Dentro quedaron Hugo y su abuelo, algo andaba mal. No estarían charlando sobre lo que ha crecido en estos años, no, no. Había gato encerrado. Sobre todo si se han enterado que Hugo y Ortega son bastante cercanos, ella lo comprobó en la fiesta de compromiso, el día en el que Hugo hizo su aparición ante todos. Ojalá que no se meta en problemas, pensaba Victoria cada minuto que se demoraba Hugo dentro de la oficina de Luis hablando con su abuelo.

 -¿Queréis un poco mas de tarta? –preguntó Leire con el cuchillo en la mano derecha.
 -Yo quiero un poco más, esta deliciosa –dijo Eloísa.

Las risas acercándose la alarmó. Hugo y su abuelo bajaban por las escaleras sonrientes, todo lo contrario veía en las caras de Luis y Alejandro, serios.

 -Bueno ya va siendo hora de marcharme a casa, Luis hijo vámonos ya –se despidió de todos y cada uno de los invitados.
 -Yo voy con vosotros –dijo Alejandro.

Salieron por la puerta y quedaron las mujeres junto a Hugo. Siguieron hablando todos animadamente, la tensión del principio había desaparecido junto a los tres impresentables. Victoria seguía mirando a Hugo cada vez que este miraba hacia otro lado, por supuesto que las patadas bajo la mesa que Azucena le propinaba le dolían lo suyo. Le daba absolutamente igual, incluso Clare la había pillado más de una vez mirando totalmente embelesada a Hugo, esta sonreía y bajaba la mirada hacia su plato.

En el trascurso de la noche Hugo había desaparecido durante unos minutos junto a Azucena. Cada uno se había levantado para ir por diferentes caminos, pero Victoria sabía que Azucena intentaría sonsacar todo lo posible a Hugo. Si Hugo tenía algo sucio escondido Azucena lo sabría, o por lo menos intuía algo, tonta no es y si Don Pedro había tenido el tiempo para charlar con Hugo es que algo sabía y eso a la vez hizo que Azucena se interesase.

 -Lo siento tengo que ir al baño –se disculpó Victoria.

 Cuando subía las escaleras se encontró con Azucena haciendo lo contrario a ella, bajando. Se miraron a los ojos.

 -Está en su antiguo cuarto. –le dio un golpe en el hombro y siguió su camino.
 -Gracias. –dijo Victoria en un susurro.

 Al llegar al cuarto quedó en la puerta mirando como Hugo abría y cerraba cajones explorando su antiguo cuarto. Lástima que no iba a encontrar nada valioso para él, ella lo había recogido todo y cada una de las cosas de Hugo y las había guardado en casa de Azucena. El baño quedaba justo en frente del dormitorio de Hugo, se metió en él y lo siguió observando desde esa distancia, al menos tendría un motivo por el estar en ese piso. No quedaría nada bien que la pillase espiándolo como una loca.

Hugo no tardó en salir del dormitorio, Victoria antes de que Hugo la encontrase mirando fijamente se dio la vuelta con la mala suerte que la cremallera del vestido se bajo unos centímetros. El cristal de la ducha hacía que Victoria viera cada movimiento de Hugo. Todavía seguía ahí parado, mirándola fijamente. Victoria se sonrió, he hizo algo alocado, destapó el hombro izquierdo dejando la mitad de su espalda desnuda. Se lo acarició lentamente con la mano derecha y esperó que Hugo se acercara, no daba ningún paso, ella se dio la vuelta.

 -Dio un falso grito- Me has asustado, no sabía que estabas ahí –mintió.
 -Lo… lo siento no quería –tartamudeaba Hugo. –Adiós- antes de que se fuese Victoria le hizo parar.
 -¿Me ayudarías con el vestido? –preguntó Victoria- No llego y no es plan de llamar a nadie para que suba solo para subir la cremallera.
 -Claro, si… está bien –se acercó Hugo lentamente.

 Victoria se dio la vuelta esperando sentir aunque solo fuera un segundo el roce de su piel con el de ella, un instante pero sentirlo. La mano de Hugo alcanzó el metal de la cremallera y subió lentamente.

 -Espera más lento, si no se quedará atascado –pedía ayuda a Dios para que pasara justamente eso.
 -Coge un poco el aire, no respires si no, no podré subirlo –dijo Hugo cerca del oído de Victoria, esta se estremeció.

La manos derecha de Hugo seguía luchando con la cremallera del vestido, pero la mano izquierda quedó encima del hombro desnudo de Victoria. A través del cristal de la ducha vio como Hugo se quedó paralizado, pero no quitaba la mano, seguía ahí para goce de Victoria. La mano empezó a moverse muy lentamente, casi imperceptible para Victoria que se dejaba hacer. Ella seguía mirando al cristal, Hugo acercó sus labios al hombro de ella y lo besó, suave, lento, maravilloso. Ese beso siguió a otro más en el cuello, las piernas se quedaban sin fuerzas calló hacia atrás chocando con Hugo que la sujetó por la cintura quedando sus cuerpos completamente pegados. No hablaban ella se dejaba llevar por las caricias de Hugo que apretaba su culo con la dureza de la entrepierna. Se frotaron unos instantes, y ella se dio la vuelta quedando frente a él.

 -Hugo… -él no la dejó hablar más, pegó sus labios con los de ella.

El beso suave, los labios pegados y las manos de Hugo apretando su espalda acercándola a él, con fuerza. Ella alzó su mano para acariciar la mejilla de su amado tiernamente, el no la quitó, dejó que le acariciase. Los labios de Hugo se abrieron junto con los de ella, y sus lenguas se encontraron para bailar con suaves caricias. La mano derecha de Hugo bajaba por su espalda quedando en la frontera de sus glúteos. Se movían lentamente saliendo del baño, los labios aún seguían juntos, las lenguas luchaban sin piedad buscando un vencedor. Ni siguiera dejaron de besarse al entrar en el dormitorio de Hugo.

Las manos de Victoria ahora se entretenían con los botones de la camisa color pálido de Hugo, un botón, dos el tercero, el cuarto y los que les seguían salieron disparados al Victoria romperlos de un fuerte tirón con las dos manos. Seguían besándose aún cuando ella quería mirar el torso desnudo de Hugo, no, no podía dejar de saborear ese manjar que la hacía derretirse, jamás. Suyo, era suyo y de nadie más. La cremallera de su vestido había bajado totalmente como por arte de magia, Hugo dejó su cintura para bajar el vestido dejándola sólo con el sujetador azabache cubriendo sus pechos pálidos. Ya no se besaban, solo se miraban a los ojos anhelando sus besos de nuevo, mas, mas, mas, quería mucho mas. Un empujón de Hugo la tiró encima d ella cama, quedando boca arriba.

El la siguió acariciando sus piernas, quitándole totalmente el vestido quedando sólo con la lencería tapando su cuerpo. Volvieron a juntar sus labios, ella lo abrazaba con fuerza.

 -Dilo… -susurró Hugo dejando de besarla- Dilo… -insistió.
Ella sabía lo que quería decir, por supuesto que lo sabía.
 -Te amo… -dijo en un susurro.


Parte 10

-Te amo… -suspiró Victoria de nuevo.

Acariciaba la espalda desnuda de Hugo, las uñas de los dedos clavados en su piel, arañando toda la espalda. Se quitó el pantalón oscuro desabrochando los dos botones, los calzoncillos le siguieron rápidamente. Ella seguía besando el cuello de Hugo, sus manos bajaron hasta los glúteos de Hugo y los acarició suavemente apretando sus sexos el uno contra el otro. Una de las veces que acarició los brazos de Hugo se topó con una venda, iba a preguntar por esa tela que adornaba su brazo pero Hugo le quitó la mano y la besó de nuevo. Se dejó besar todo lo que hiciera falta, no hablaría salvo las palabras que él deseaba escuchar.

 -Te amo… -volvía a repetir Victoria una y otra vez hasta que Hugo la penetró, toda ensartada dejó de respirar unos segundos, luego llegaron los gemidos.

No era dulce, nada cariñoso sólo la embestía con dureza, firme y salvaje. Le daba igual, al menos lo disfrutaba después de tanto tiempo, Hugo, el amor de su vida la hacía suya de nuevo. Sus bocas se juntaron de nuevo, y volvieron a luchar sin descanso, las lenguas se enredaban y los labios se mordían.

 -Sigue mi amor… sigue por favor –decía Victoria con voz entre cortada.

Las penetraciones ahora eran mucho más duras, le molestaban un poco pero ya daba igual, estaba gozando con él. Las manos de Hugo rodeaban los pechos de Victoria y pellizcaban los pezones, se derretía con el tacto de sus manos. La apoteosis final llegó cuando los labios de Hugo hicieron contacto con el pezón del pecho izquierdo, lo mordió levemente, y Victoria explotó en un furioso orgasmo. Hugo la calló besando de nuevo sus labios, el llegó a su orgasmo unos minutos después descargando todo su fruto dentro de ella, caliente… maravilloso. Hugo descansó sobre su cuerpo recuperándose del orgasmo, ella seguía acariciando la espalda de su amado.

 -Te amo, Hugo. –habló primero Victoria.

Hugo elevó su cabeza y se encontró con los ojos de ella, se miraron segundos, milésimas.

 -Cállate –dijo seco Hugo levantándose de la cama y comenzando a vestirse.

La dejó allí acostada, boca arriba con las piernas abiertas y saliendo de su sexo el líquido blanco de Hugo. Deseaba que le dijera sus mismas palabras pero no fue así, ‘’cállate’’ era lo que salió de los labios de Hugo, ella obedeció cerrando su boca pero sin dejar de mirarlo.

**

Acababa de cometer un enorme error, el más grande de vida. Miles de palabras obscenas llegaron a su cabeza, todas dirigidas a él, era un imbécil, tonto… ¿Cómo había podido caer de nuevo bajo el hechizo de Victoria? Era demasiado sumiso a sus encantos, era como una droga. Maldita, mil veces maldita.

Entró en el baño para adecentarse un poco. Abrió el grifo del agua y con las dos manos mojó su cara, una, dos y tres veces. Aún seguía el sabor a ella en sus labios, hierbabuena, miel seguía oliendo como hace diez años, maldita. Alcanzó la toalla y secó su cara seguidamente las manos y salió en dirección al comedor.

Ella seguía allí, tumbada sobre su cama en posición fetal. Gemía pero ya no de placer ahora parecía llorar, la tentación volvió a él e iba a entrar y preguntarle por que su estado aunque por suerte la voz de Azucena fue como un ancla y quedó parado.

 -Hugo, tu prometida te está buscando para iros a casa. –mirando a Hugo en el principio de las escaleras.
 -Ya voy –caminó hacia atrás y dándose la vuelta caminó has Azucena.
 -Ya he hablado con Smith y ha hablado con la frontera, el cargamento de Ortega entrará sin problemas –dijo en voz baja agarrando a Hugo del brazo- Luego ya veremos lo que hacemos.

Hugo la miró serio, todavía no se creía que su querida tía le hubiera preparado todos estos años para esta misión. Le desilusionaba inmensamente saber todas las mentiras de su tía, pero por otra parte es cierto que el algo intuía, nada sobre su familia pero sí que su tía era un agente de la CIA. Eso lo sabía perfectamente, el mismo día que marchó de España hasta el campamento de formación donde conoció a Seth y Karen, desde ese instante supo la verdad que ocultaban los viajes largos y repetidos de Azucena.

 -Bien… otra cosa… -titubeó Hugo- Necesito que para mas tardar pasado mañana entre un cargamento por la costa de Cádiz, yo seré el responsable, yo seré el que salga en las noticias como presunto culpable y yo seré el que hablaré con la policía. –dijo Hugo sin dejar de mirar a Azucena.
 -Sabes que no puedo permitir que hagas eso, no pienso joder veinte años por alguna estupidez que quieras hacer, no lo voy a permitir. –dijo cabreada.
 -Al menos deja entrar ese cargamento, que llegue a los oídos de Ortega y los demás… por lo menos concédeme eso –reculó de sus palabras.
 -Déjame pensarlo y mañana te doy una respuesta –soltó el brazo de Hugo de forma seca y caminó escaleras abajo, Hugo la siguió con paso ligero.

Sabía que se la jugaba con Azucena, ella era la cabecilla de toda esta misión y tenía que tener cuidado. No le convenía que lo sacaran fuera de el plan, el iba a descubrir que se escondía tras toda la pantomima del blanqueo de dinero y el contrabando de estupefacientes. Porque eso lo tenía más que claro, lo de el lavado de dinero, las drogas… eso era un entretenimiento para que la CIA y las demás agencias se entretuvieran, encerraban algo más grande, algo peor que las muertes a sangre fría de las que eran culpables.

 -Una cosa más –dijo Azucena al llegar al último escalón- Nos han informado de la muerte de Matsumoto, y se ha encontrado sangre de uno de los agresores. –habló clamada.
 -¿Agresores? ¿Es que hay más de uno? –preguntó Hugo haciéndose el ‘loco’.
 -Si… lo que mató a Matsumoto fue el disparo de un rifle francotirador, el problema es que la sangre ha desaparecido del laboratorio y no sabemos quién ha podido ser – miró a Hugo inquisitiva esperando alguna respuesta.
 -No tengo ni idea… -sonrió irónicamente.
 -Bien, muy bien… -comenzó de nuevo a caminar- Ah, se me olvidaba –se dio la vuelta para mirar de nuevo a Hugo- Espero que te hayas recuperado de tu brazo –ahora era ella la que sonrió irónicamente a Hugo.
Hugo solo pudo nada más que sonreír la salida de su tía y seguir sus pasos hasta llegar al comedor.
 -¿Dónde te has metido? –preguntó Clare levantándose del sillón- Bueno familia, nos vamos que ya va siendo hora –sonrió y dio dos besos a cada una de las mujeres.
 -Estaba en el baño… -mintió Hugo mirando a su prometida.
 -Hay que ver hermanito… hasta se te ha roto un botón de la camisa –dijo Leire acercándose a su hermano y tocando el botón que brillaba por su ausencia- Voy a tener que comprarte un par de camisas, eso sí, a mi estilo –rió con fuerza escapando de su hermano que tenía toda la intención de hacerle cosquillas.
-Eloísa dio dos besos a su hijo y se le quedó mirando fijamente a los ojos -  Te he echado mucho de menos –le dijo en un susurro cuando lo tenía abrazado fuertemente- ¿Quieres ir mañana a comer conmigo? –preguntó sonriente- Tu y yo solos que quede claro –se apresuró a dejar sus intenciones claras cuando Leire iba a hablar para apuntarse en el acto, claro que le cambió la cara cuando su madre explicó el plan, solo madre e hijo.
 -Aguafiestas –sacó la lengua Leire a su hermano al verlo sonreír chinchándola.

El sonido de los tacones acercarse significaba que Victoria volvía, era el momento justo para largase de allí y poner tierra de por medio, de momento. Tirando de Clare a toda prisa, aunque disimulando sus ganas de marchar, se dirigieron a la puerta de salida dando por terminada la noche… infernal.

**

Con la mano derecha esparcía la crema por su pierna izquierda, está apoyada sobre el borde de la ducha descansaba con el masaje circular. Si por ella fuera sido no se habría duchado en años, el olor a Hugo pegado en su cuerpo la deleitó toda la noche. Por suerte Alejandro no apareció desde que acompañó a su abuelo a casa junto a su padre, gracias a ello se tiró toda la noche pensando en Hugo y ella dejándose penetrar por él, salvaje sin juegos previos.
Tras el desayuno salió junto a Azucena en dirección a la base, tenían mucho trabajo por delante. Esa misma noche se colaría en la empresa de importación de los Gálvez y si todo iba bien encontrarían alguna pista sobre una reunión donde estarían todos los mafiosos involucrados.

Conocerían al jefe de la triada China, también harían su aparición la organización de ultraderecha rusa. Según la información de la CIA, esta organización se hacía cada vez más grande, los afiliados a este grupo eran cada vez mayor. Daba igual la edad que tuvieran los simpatizantes, no era necesario ser mayor de edad para ser socio. Para Victoria estos sujetos eran una mala copia de Ku Klux Klan, queman cruces católicas para meter el miedo e incluso usan algunas palabras del dialecto como Kleagle, que significa reclutador. Lo malo es que ahora sí los tienen en cuenta y no antes cuando se dieron a conocer como una banda cualquiera.

 -Es simple, entras sin que te vean cubriéndote el rostro y entras en la oficina de Luis. –hablaba Azucena – Esta vez tendrás un compañero para la misión –informó a Victoria señalando hacia la puerta.
 -A pasado un tiempo Vic –la voz masculina la sobresaltó.
 -¿Jeff? –se levantó sorprendida -¿Cuándo has vuelto? –se abrazó con el hombre de pelo rubio.
 -Acabo de bajar del avión, me han dado esta misión aunque no me esperaba que tu estuvieras en ella –pasó la mano por el pelo de Victoria.

Jefferson, su nombre completo es David Jefferson. Amigo desde hace mucho tiempo de Victoria, amigo con el que tuvo más de un encuentro sexual ocasional. Todo acabó el día que se supo enamorada de Hugo, hasta el día de hoy no lo había vuelto a ver quizás la vida quiera jugar con ella. Nunca se enamoró de Jeff, el si estuvo profundamente enamorado de ella, bueno… no se podría decir que era amor al cien por cien. La atracción física era evidente desde el principio, cuando Jeff abrió su corazón a Victoria, esta le dejo claro que lo suyo era puramente sexual sin ataduras de ningún tipo, luego de aquello conoció a Hugo y todo cambió en la forma de pensar de Victoria respecto al amor. No creía en ese precioso sentimiento y calló rendida a los encantos de su amor eterno.

 -Esta noche entraréis, en la oficina de Luis hay una caja de fuerte en la pared, detrás del cuadro familiar. –dijo Azucena enseñando una foto del cuadro- No tenemos la contraseña así que os tenéis que buscar la vida, no vais a tener mucho tiempo para descifrarla. –se levantó del asiento- no quiero ningún problema esta noche. –dio por terminada la conversación.

Victoria y Jeff se miraron y se pusieron manos a la obra para lo que se avecinaba esa noche.

**

 -Munición –dijo Hugo con el cargador de la pistola en la mano.
 -Ahí tienes –lanzó Karen las balas- ¡Seth! –gritó- ¿Tienes preparados los chips de seguimiento? –preguntó colocándose el chaleco antibalas.
 -No te preocupes ya todo está listo y bien configurado por Steve. –les dio a cada uno los chips junto con los pinganillos.
 -¿Qué narices está haciendo Clare? –preguntó cabreado Hugo.
 -Hablando con Smith –dijo entrando por la puerta – El almacén está lleno de soldados colombianos y japoneses –informó a sus compañeros- Dame mi chaleco –señaló hacia Karen.

Tras la comida con su madre, al llegar a ‘casa’ sus compañeros le dieron la magnífica noticia de la misión que tendrían esa misma noche. Hugo tenía pensado encontrarse con Chang esa noche y enterarse de las noticias que le tenía su compañero.
Sería la primera ocasión en el que trabajaría con Clare y Steve en el campo de batalla. Podrían morir todos… aunque eso no era lo que tenía en mente Hugo. Aún sentía el olor a Victoria en sus fosas nasales y se odiaba por ello.

 -¿Estáis preparado? –preguntó Clare mirando a sus compañeros- Podemos morir, hay que tener mucho cuidado y no podemos dejar de hablar bajo ningún concepto. –se colocó el pasamontañas.
 -No te preocupes pelirrojita –dijo irónico Hugo- Cada una de mis balas se alojaran en los cuerpos de esos hijos de puta –sonrió guardando su arma en la parte de atrás de su pantalón.

Bajaron del camión infiltrado y se separaron. Hugo entraría por la puerta trasera, sigilosamente se acercaba al punto exacto a la vez que colocó el silenciador en su pistola. Con la espalda pegada en la pared se deslizaba hasta que llegó a una de las esquinas, se asomó con cuidado y quitó el seguro de la pistola dispuesto a disparar.

 -Probando… probando… a, e, i, o, u… si… si… -se escuchó por los pinganillos haciendo retroceder a Hugo que estaba a punto de apretar el gatillo.

 -Maldito imbécil –susurró Hugo.
 -Lo escucho todo Shark… -la risa de Steve se oía por el pinganillo- Wolf, de momento no podré escuchar tu voz toda la limpia que pudiera, parece que se entrecorta bastante –dijo Steve a Karen- Coco el tuyo va perfectamente… igual que el de Red. –nombró a Seth y Clare.
 -Intenta cerrar tu boca por un rato sin explotar por ello, ¿vale? –ordenó Clare.

El soldado que tenía a tiro estaba fuera de diana, maldito Steve. Siguió moviéndose sin hacer el mínimo sonido. Unos cuantos pasos más y llegó a una de las puertas, abrió con cuidado y miró dentro del almacén, no había nadie.

 -Por aquí está despejado, de momento –dijo esperando que sus compañeros escucharan.
 -Igual yo… ya estoy dentro –dijo Clare.
 -Dos bajas por mi lado, los muy cabrones brindaban con Sake… es el último que probaron –sonó irónica Karen.
 -Nada por mi parte –dijo Seth.

Se adentró en el lugar escondiéndose tras las columnas. Se oían pasos acercarse, aguantó la respiración unos segundos hasta que salieron tres soldados. Por suerte no lo habían visto, se acercó por atrás disparando a bocajarro en la parte de atrás de la cabeza a dos y al otro le dio un duro golpe en el cuello partiéndoselo.

De repente se empezaron a escuchar disparos uno tras otro.

 -¿Qué está pasando? –preguntó Hugo con el dedo índice en el pinganillo haciendo fuerza en el mismo.
 -He perdido el contacto con Karen y Seth –dijo Steve con voz nerviosa- Están un piso debajo de ti y de Red- informó.
 -¿Dónde está Red ahora mismo? –volvió a preguntar Hugo cerciorándose de la munición que le quedaba en el cargador.
 -Estoy detrás de ti –dijo Clare.
 -Bien… vamos a por ellos, cúbreme –comenzó a andar.
 -Lo mismo te digo, Shark –siguió a Hugo a una distancia prudencial.

Cruzaron la primera puerta y bajaron las escaleras, en el camino batieron a cuatro soldados colombianos y otros tantos japoneses. Siguieron bajando escaleras hasta llegar al punto donde encontrarían a Karen y Seth. Hugo no lo vio venir cuando un colombiano lanzó una patada hacia la mano en la que sujetaba la pistola y esta caía al suelo. Tras el susto inicial comenzó una lucha cuerpo a cuerpo. Hugo bloqueó los dos primeros golpes de derecha e izquierda de su contrincante, el tercer golpe directo hacia el pecho lo bloqueó con el antebrazo derecho desplazando el puño de su oponente hacia fuera, siguió con el puño cerrado de la mano izquierda golpeando el costado derecho del colombiano, otro puño en la cara con el brazo derecho y terminó con un rodillazo en el estómago. Al dejarlo sin respiración fue mas fácil doblar la muñeca del colombiano y lo lanzó al suelo. No le dio tiempo para que se levantara y le reventó la cabeza contra el suelo.

 -Vamos… -dijo Hugo respirando costosamente.
Entraron en la única puerta y se encontraron con sus compañeros.
 -¿Estáis bien? –preguntó Hugo con la mano en el hombro de Seth.
 -Si, no te preocupes… -guardó su arma en la cintura.
 -Somos difíciles de matar –se carcajeó Karen viendo la preocupación de Hugo y Clare.
 -¿A este tipo lo habéis matado vosotros? –preguntó Clare observando el cuerpo sin vida de un varón de edad por determinar.
 -No, ya se encontraba en ese estado cuando llegamos –dijo Seth.
 -¡Joder! –gritó Clare.
 -¿Qué narices pasa ahora? –se acercó Hugo rápidamente hasta la posición de Clare.
 -Mira, esto no es sangre… -apuntó la linterna hacia la boca del cadáver.
 -Es de color negro… -susurró Hugo atónito- ¿Pero qué narices es esto? –preguntó sin dirigirse a nadie.

El cuerpo del hombre tenía varios cortes en la cara, sus ojos y boca desprendían un líquido negro y viscoso. La piel roja y los dedos de la mano doblados, seguramente por hacer fuerza en su último aliento de vida.

 -Esto no es normal… que se lleven el cuerpo y que lo examinen de arriba abajo –dijo Clare a Steve que aún escuchaba desde su ordenador.
 -Ahora mismo lo hago… -dijo Steve.
 -Mirad aquí… -llamó Seth a sus compañeros en una de las esquinas de la habitación- Es una jeringa, seguramente le inyectaran algún tipo de veneno.

 Hugo se acercó a Seth y vio la jeringa de la que hablaba su compañero, aún le quedaba algo de líquido en su interior. Puede que no sacaran nada en un analisis con tan poca cantidad, pero por probar no se perdía nada. Prepararon todo hasta la llegada de los científicos, había sido una noche bastante dura.

**

Salieron de la oficina de Luis Gálvez con las manos vacías, igual que entraron. La misión era un fracaso escrito en mayúsculas y con Azucena tan susceptible últimamente no podía fallar más. Siguieron el camino que habían hecho hace unos momentos y salieron por el garaje, se subieron al coche.

 -No te preocupes por Alhambra… -habló Jeff por primera vez tras salir de la oficina de Luis.
 -No es eso… es que he perdido la cuenta de los fallos que llevamos desde que empecé la misión- dijo Victoria taciturna.
 -Seguro que conseguiremos algo pronto –pisó el acelerador.

Con todo el lío de la misión no tenía ninguna noticia de Hugo. ¿Estaría cabreado? ¿Feliz? No podía estar feliz… todavía se acordaba cuando la mandó callar, dejándola tumbada y desnuda. Suspiró. ¿Por qué tenía aquella venda en el brazo? No tenía pinta de ser un rasguño cualquiera y, la forma en que le apartó la mano de ella era más que sospechosa.
Llegaron a la base y Azucena ya les esperaba sentada con las piernas cruzadas y las manos jugueteando con un anillo en su mano izquierda. Por su cara sabía que la misión había sido una abochornante derrota para ellos.

 -No hemos… -empezó a decir Victoria sentándose en frente de Azucena.
 -Lo sé, lo que habéis hecho ha sido sólo una distracción. –dijo seria Azucena.
 -¿Distracción? –preguntó Jeff.
 -La verdadera misión ya lo han hecho otros agentes, siendo todo un éxito además –sonrió.
 -¡Has jugado con nosotros! -espetó enfurecida Victoria.
 -Bájame el tono de voz niña, yo soy tu superior así que me debes un respeto –se levantó de la silla- No quiero que metas tus narices en lo que no te llaman, por eso te mandé a esta farsa –se sentó nuevamente- Tengo buenas noticias, hemos encontrado un antídoto del que de momento ni nuestros científicos tenían idea de que existiera –informó a Victoria y Jeff.
 -¿No se sabe su composición? –preguntó atónita Victoria.
 -Nada de nada, pero pronto tendremos mas resultados. –volvió a levantarse y se paseó por delante de la gran pantalla de ordenador que tenían en la base, se encendió y en ella apareció una persona a la que era imposible ver su rostro, todo era oscuro.
 -Hola, agentes… tal vez no hayáis oído hablar de mí, pero yo sí de vosotros. –la voz de la persona estaba modificada- Mi nombre es Lirio y soy el primer agente que entró en esta misión junto a uno de mis muchos compañeros que me han acompañado durante más de treinta años –era imposible saber de quién se trataba- Estamos un paso más cerca de nuestro fin, luchar por la justicia y terminar con la corrupción en el mundo. –bebió de un vaso- Mañana a las 20:00 matarán a Pedro Gálvez –dijo con autoridad- y vosotros no haréis nada para impedirlo.

La conexión se cortó dejando perplejos a Victoria y a Jeff.



Parte 11

El sonido de las hojas bailar ayudadas del viento seco y tembloroso en la fría noche taponaba sus sentidos. El chaquetón que le cubría la parte superior del cuerpo le mantenía caliente lo justo. Su mano derecha acariciaba la pistola que descansaba en la cintura esperando cualquier movimiento para sacarla y abrir fuego.

-No me puedo creer nada… -habló Victoria.
-Vic, son ordenes y no podemos hacer ninguna tontería… nada –dijo Jeff intentando calmar a su compañera- Venga vamos para dentro, aquí hace mucho frío. –puso una de sus mano en la parte baja de la espalda de Victoria haciendo que se moviese.

No había podido pegar ojo en toda la noche, y la intranquilidad durante todo el día era desquiciante. Tuvo que poner cara de felicidad cuando su marido la penetró recién levantado, otro orgasmo que fingía y van… Y al ver a Don Pedro desayunar alegremente como todas las mañanas en casa de su hijo Luis no ayudaba, maldita sea esa noche moriría. Azucena no los acompañó esa mañana, ni siquiera tuvo noticias de ella a lo largo del día salvo un mensaje telefónico bien entrada la tarde avisándola de la misión. Vigilar la zona y abrir fuego a cualquier amenaza innecesaria.

Tenían a la familia Gálvez en sus manos, por fin. Durante todos estos años han reunido pruebas, pero lo que encontraron el grupo la noche anterior era algo más grande jamás escrito en la historia. La jeringa que les mostró a Jeff y a Victoria, ese líquido color negro que cubría el plástico era un veneno mortal. Eso era lo que planeaban desde hacía años y años, pero qué beneficio podrían sacarle a dicho veneno era un interrogante más, otra pregunta en esa maldita misión que le destrozaba un poco más su vida cada día que pasaba. El veneno compuesto por varios productos químicos casi indescifrables tenían que encontrar el suero que lo paraliza en caso de que lo usasen, pero de momento nada.

La música demasiada alta del club le hizo llevar sus dos manos a sendas orejas, no esperaba una música tan horrenda y más estando Don Pedro ahí dentro. Gente joven saltando y otros restregándose en medio de la pista como animales en celo. Abriéndose hueco entre la multitud alcanzaron una de las puertas que dirigía a las salas VIP del local, según los planos de dicho local iban en dirección correcta hasta la posición de los Gálvez que estarían acompañados por los colombianos, japoneses y la famosa triada China de la que no se sabía quién era su cabecilla.

 -Tiene que ser en la última puerta del pasillo, al final –dijo Jeff susurrando.
-Cuidado, apaga el móvil por si acaso… -dijo Victoria haciendo lo propio.

Unos pasos a su espalda y agarró a Jeff empujándolo contra la pared y lo besó apasionadamente. A pesar del susto inicial, Jeff colaboró con el beso pocos segundos después. Lo que no se esperaba Victoria es que al despegarse de su compañero y mirar hacia la puerta donde se estarían reuniendo los mafiosos, se encontraría con los ojos de Hugo que los miraba con gesto de sorpresa que cambió al instante al gesto duro que la tenía acostumbrada.

**

Ahí estaba ella, besando a otro hombre y esta vez no era su hermano, no, era un desconocido, otro amante de usar y tirar como tantos tenía. Se dio la vuelta y entró a la sala donde le esperaba su abuelo.

-Por fin llegas… -dijo despectivamente Alejandro.
-Ya estamos todos, comencemos –gritó Ortega dándole una calada al puro que siempre le acompañaba.

Todos sentados en una gran mesa redonda en las que había grandes litros de alcohol de diferentes cosechas. Los invitados situados a la distancia idónea para no ser descortés y a la vez para tener un segundo necesario para desenfundar las armas por si alguno se pasaba de listo. Hugo se sentó en el centro, el grupo de japoneses a su derecha, Tanaka sentado en una de las sillas y dos hombres a su espalda, lo mismo pasaba con los colombianos que se sentaban justo a la izquierda de Hugo. En frente de Hugo los Gálvez se servían tres copas, una para cada uno.

No se sentía para nada agusto, el ambiente cargado por el olor a puro  y alcohol junto  a esos asesinos con los que se encontraba. Por suerte, gracias a la tensión que tenía Hugo, no se acordaba de Victoria, no tejió una tela de araña del por qué estaba allí. Uno más uno, dos. Pero Hugo tenía cosas más importante como para pensar en si ella era o no de la CIA, o quizás otra mafiosa más. Quien en la misma cama duerme…

Ortega le invitó a un whisky con hielo, lo cogió y alzó el vaso, signo de agradecimiento, y Ortega hizo lo propio dando un sorbo para después dar dos caladas al puro.
La puerta se abrió de nuevo, dos mujeres asiáticas entraron con sendos Kimonos rojos, tras ellas otra asiática escondida tras un abanico rosa.

 -Señora… Mei –se levantó Tanaka de un salto y agachó la cabeza saludando a la mujer- No sabíamos que venía a este país… puedo explicarle... –nadie se dio cuenta, pero Tanaka tenía en su cuello un arma blanca que Hugo supo su nombre nada más ver la hoja afilada, Dao.

 Los Dao son una de las cuatro grandes armas de las artes marciales chinas, de filo corvo, familia de las Katanas.

Los japoneses que defendían al jefe de los Yakuza no movieron un pelo.

-Relajémonos –rió Ortega- Vamos a pasarla bien compadres… -Ahora era el colombiano quien tenía un Dao en su cuello.

Hugo miraba la escena con precaución, leyendo los movimientos de cada uno. No le gustaría estar en el pellejo de Tanaka ni de Ortega, para nada. La mujer, señora Mei había oído decir a Tanaka, seguía oculta tras el abanico con los ojos cerrados.  Avanzó hasta el sitio donde se situaban los Gálvez, estos se levantaron al unísono dejando que se sentara cómodamente frente a Hugo.

-No me gusta ser el amigo tonto del grupo, señores. –dijo Mei bajando lentamente el abanico mostrando su nariz diminuta.

Abrió los ojos negro y miró hacia Hugo, fijamente, fríamente. Sonrió agachando la cabeza en señal de saludo, Hugo hizo lo propio.

-¡Yo, como la cabeza del dragón merezco respeto! –gritó Mei masticando las palabras, todas en su idioma.

Cabeza de dragón. Sí, eso le sonaba a Hugo, lo había escuchado en algún lugar, pero ¿Dónde? Si, maldita sea. Steve lo había leído en los informes, era uno de los nombres que usaba el jefe de la triada China. Hugo miró con los ojos abiertos hacia la china, ella era la cabeza de dragón, la jefa de la triada, Mei.

**

-Si, hemos visto a Hugo entrar en la habitación… -dijo Victoria nerviosa.
-¿Os ha visto a vosotros? –preguntó Azucena furiosa- ¡Responde! –gritó a Victoria.
-Si.. Si. –dijo Victoria con un hilo de voz.
-Bien… -agarró con fuerza el volante del 4x4- Este día iba a llegar. –paró el coche en un callejón desértico, giró la llave y el sonido del motor se desvaneció- Es momento de que sepas la verdad sobre Hugo.
-¿Es un asesino? ¿Está con ellos? –Azucena no la dejó hacer más preguntas, el guantazo en su mejilla derecha la hizo callar.
-Si, es un asesino… y sí, está con ellos –sacó un pequeño pendrive de la suela de su zapato y cogió la tablet guardada en el maletín que siempre llevaba con ella, lo colocó en el puerto USB y se abrió un documento con la foto de Hugo de cabecera- Está con ellos…

Victoria lloraba tímidamente, el guantazo y que quizás Hugo era uno de los “malos” tampoco ayudaba a calmarla.

-Está con ellos… y con nosotros. –soltó Azucena la carga que le atormentaba durante todos estos años- Es de la CIA.

Su mente se quedó en blanco, sus piernas adormecidas, el corazón le latía velozmente y sus sienes latían salvajemente. Un grito que salió de su alma y sus ojos vomitaron lágrimas sin poder detenerlas, lloró y gritó. Azucena la estrechó entre sus brazos y la acompañó con angustia y lágrimas que luchaban por salir. Dolor, rabia, sufrimiento que salía tras años de encarcelamiento. Por primera vez pudo dejar salir todo aquello que le hacía vulnerable, todo aquello que reprimió por el bien de la misión, por su bien.

**

-¿Quién es el caballero que está sentado frente a mi? –preguntó Mei dejando el abanico en la mesa.
-Es Hugo Gálvez, señora. –Dijo Don Pedro sentándose en otra silla justo al lado de Tanaka- Mi nieto.
-No tiene la belleza de los Gálvez, te felicito muchacho. –dijo sonriente Mei.
Maldita sea. Era preciosa, parecía una muñeca de porcelana, frágil como el cristal. Una mujer así no podía ser de la triada, y menos su cabecilla. Claro… esas son las peores.
-Un gusto conocerla señora –dijo por fin Hugo en perfecto mandarín tratando de parecer calmado.
-El gusto es mío muchacho –le devolvió una nueva sonrisa que hizo estremecer a Hugo- Veo que sabes hablar mandarín –dijo Mei.
-Si señora, he pasado algún tiempo en China –cruzó los brazos recuperando la compostura.

Todos quedaron en silencio, esperando que Mei dijera algo, hiciera algo. Pero la china solo sonreía a Hugo, descifrándolo, definiéndolo.

-Hoy era el gran día, sacadlo –ordenó Mei a los japoneses.

Pusieron un maletín de color negro y bastante grande encima de la mesa, lo abrieron con dos llaves colgadas en el cuello de Tanaka. Dentro del maletín se encontraban dos frascos de litro y medio, más o menos, con un líquido oscuro. El líquido que encontraron en el almacén que atacaron la noche anterior.

-¿Qué es eso? –preguntó Hugo.
-Esto es poder, dinero… muerte. –sonrió Tanaka- Volvió a meter la mano en el maletín y sacó un frasco transparente que contenía un líquido transparente. –Y esto es su salvación.
-No entiendo… -dijo confuso Hugo.
-No es tan difícil de entender, muchacho. –habló Mei- Para ser poderoso se necesita dinero y ese liquido que ves nos lo dará. –Se levantó del asiento colocando las manos sobre la esa- ¿Sabes lo que es el SIDA? –Hugo movió la cabeza afirmativamente- No tiene cura, ¿verdad? –volvió a mover la cabeza- Se gastan mucho dinero en investigar una cura, pero nunca lo consiguen… -Comenzó a pasear por la habitación hasta llegar a Hugo, colocó sus manos en los hombros del chico masajeándolos- Cuando las personas desean dinero hacen cualquier cosa para obtenerlo. Nosotros hemos creado un virus al que llamamos Pobreza. –las manos de Mei recorrieron el torso de Hugo- Un virus necesita un antídoto, y los científicos no tienen tiempo para desarrollar uno… quien algo quiere, algo le cuesta.
-¿Estas hablando de matar personas para llenarte de riquezas? –preguntó Hugo deteniendo las manos de Mei que se adentraban bajo su camisa.
-Eso es muchacho, este liquido –cogió el bote lleno de liquido negro- Mata y este otro –alcanzó el otro bote- Salva. –Nosotros tenemos la cura, y la daremos… pero no a cualquier precio. –Se alejó de Hugo sentándose de nuevo en su asiento.
-¿Qué se supone que hace ese liquido? Mata entiendo, pero ¿cómo se usa? –preguntó de nuevo Hugo.
-¿Le damos una demostración? –dijo Luis agarrando con fuerza a Don Pedro.
-¿Qué cojones haces Luis? –gritó Pedro inmóvil- ¡Dejadme! –Gritó de nuevo viendo como Alejandro también lo sujetaba.

Hugo se levantó de su asiento, miró como Tanaka sacaba una jeringa del maletín y la llenaba de Pobreza.

-¿Qué…? –dijo Hugo confuso, nervioso.
Tanaka se acercó a Don Pedro que gritaba como loco –Te vamos a dar una demostración, Hugo- Colocó la jeringa en el cuello de Don Pedro y la vació por completo. –Verá que gracioso… -se carcajeó Tanaka.
-¡Por favor… os lo suplico… por favor! –fueron las últimas palabras de Don Pedro que comenzó a echar por su boca líquido negro, sus ojos desprendía lágrimas oscuras y sus oídos supuraban negro.

El cuerpo vibró salvajemente dándose golpes contra la mesa hasta quedar tendido sobre la misma. Y murió. Don Pedro Gálvez acababa de morir a manos de su hijo y nieto con ayuda de los mafiosos.

-¿Te gustó? –preguntó Mei a Hugo que todavía seguía en shock –Dejadnos solos –ordenó Mei y salieron todos menos sus guardaespaldas y Hugo.
-Maldito cerdo… me ha ensuciado mi camisa, joder me costó un riñón –vomitó las palabras Alejandro cerrando la puerta tras el.

**

Entraron en la base, en la puerta ya les esperaba Jeff. Todavía la consternación la tenía ida, Hugo era un asesino, como ella, como Azucena. Todo era su culpa, de ella. Si no la hubiera visto desnuda sobre Alejandro esto nunca hubiera pasado. El chico dulce y bueno se había convertido en todo lo que ella odiaba, y todo era su culpa. Atrás quedaban aquellos días donde se le insinuaba y él no hacía nada, su timidez no le dejaba expresar sus sentimiento, era tan mono. Su cara cuando lo besó por primera vez, sus lenguas luchaban sin cuartel aunque era bastante torpe, luego le confesó que era su primer beso. Se le caía la baba cada vez que recordaba su primera vez.

-¿Qué hacemos aquí? –dijo Hugo nervioso al entrar en el piso de Victoria.
-Olvidé mi móvil… siéntate mientras lo busco –dijo Victoria perdiéndose por el pasillo que llevaba hasta su habitación.

El móvil solo era un motivo para darle una sorpresa. Se quitó toda la ropa y debajo llevaba una lencería de color negra, con medias a juego. Se sentía sexy, rompedora en todos los sentidos. Los nervios también hacían acto de presencia, durante todo el día había estado preparando la sorpresa para su novio, su primera vez tenía que ser perfecta.
Salió de su habitación y caminó hasta el salón, le esperaba Hugo sentado mirando hacia el techo, carraspeó y el la miró. Se quedó embobado, con la boca abierta y los ojos como platos. Rió divertida al verlo, que mono. Se acercó a él y lo atrajo hacia ella cogiendo de sus manos y tirando. Sus cuerpos se pegaron y le besó tímidamente en los labios.

-Yo… mañana tengo que… es tarde… quizás… tienes sueño… -tartamudeaba Hugo haciéndola sonreír de nuevo.
-Puedes dormir conmigo… juntos. –caminaron cogidos de la mano hasta la habitación, Hugo solo se dejaba llevar por ella- Los dos abrazados… toda la noche. –desabrochaba los vaqueros de Hugo hasta que cayeron al suelo, divertida miró los calzoncillos de superhéroes que vestía.
-Yo… no sabía que… bueno… me hubiera puesto otra ropa interior pero es que… -calló cuando Victoria lo besó, beso que se hacía cada vez más salvaje. Sus lenguas se peleaban buscando ningún vencedor.

Totalmente desnudo lo empujó sobre la cama quedando boca arriba, con su pene en todo lo alto. Victoria se echó encima y volvió a besarle los labios, luego el cuello y siguió por el pecho. El pene duro rozaba con sus senos, que delicia, sus pezones duros buscaban el duro pene. Su boca llegó, por fin, hasta la entrepierna de su novio, lo besó, lo lamió y lo engulló. Los gemidos de Hugo le daban placer, estaba en el cielo junto a él. Su mano se apoderó de la base del pene y acarició de arriba abajo, lentamente pero sin pausa.

-Creo que me voy a…. –jadeaba Hugo, paró su masaje.
-No todavía no, quiero que disfrutes mas, mi amor. –se pudo de pie sobre la cama y bajó el tanga azabache hasta abajo, sexy, erótico. Veía como Hugo babeaba por ella, su Diosa como tantas veces le había dicho.

Se tumbó al lado izquierdo de Hugo y volvieron a besarse. Llevó la mano derecha de Hugo hasta su sexo y con los dedos índice y corazón se masajeó ella mismo indicándole como debía hacerlo. Pronto cogió el tranquillo a la masturbación y siguió el solo dándole placer a Victoria. Dios santo, que gusto, que placer sentía en ese momento, aún más cuando los labios de Hugo lamieron con excesivas ganas sus pezones erectos.

-Cuidado cariño… así, más suave –le hacía caso en todo. Parecía un bebé aprendiendo a caminar.

Hugo se entregó a darle placer a ella, sus dedos hacían maravillas metiéndose una y otra vez en su cuevita y pellizcando el clítoris duro. Si, si, si, mil veces sí. Lo amaba, lo deseaba. Quería más, mucho más, todo el día, toda la vida.  Juntos sin que nada importara, sin que nadie les dijera nada, huir, decirle la verdad de todo. ¿La perdonaría? No importaba, quería que lo supiera todo, tenía que saberlo todo.

Túmbate cariño –dijo Victoria recuperándose del pequeño orgasmo al que llegó gracias a las caricias de Hugo.

Le volvió a hacer caso, se dejaba manejar por ella. Agarró de nuevo el pene y lo llenó de saliva. Lo colocó en la entrada de su vagina y entró. Vio las estrella, el universo entero, ese era el llamado limbo, si. Parecía que estaban hechos el uno para el otro, la medida exacta. Gimieron de placer, gritaron de amor y llegaron al clímax besándose una y otra vez, Cabalgaba, gemía, lo besaba, la besaba, se amaron toda la noche.

**

Los ojos tapados, las muñecas inmóviles, Las zorras chinas primero se desnudaron y luego lo ataron. Maldita sea… debería de estar llorando por la muerte de su abuelo, peo no, solo pensaba en follarse a esas tres zorras que le jugaron una mala pasada, Uno no se puede de fiar de las asiáticas. Había tropezado con las escaleras más de una vez, pero las chinas lo sujetaban bien.

-Ya hemos llegado. –dijo Mei destapando los ojos de Hugo.

Mei ya no vestía el kimono de antes. Ahora vestía con ropa normal, occidental, vaqueros, camiseta con el nombre de un grupo de música rock de los ochenta, negra.  Entró en el cuarto tras Mei y se encontró con Azucena.

-¿Qué cojones pasa aquí? –preguntó Hugo lleno de ira.
-Verás Hugo, yo soy como tú, soy de la CIA y estas dos chicas que te están sujetando también lo son… -dijo Mei mezclando sarcasmo e ironía.
-No me tomes por idiota, solo eres una… -un golpe en la mesa de Azucena le hizo callar, era su habitual forma de llamarle la atención.
-Cállate y siéntate, desatadlo –ordenó a las dos chinas que custodiaban a Hugo.

Apretó la mandíbula sentándose en una de las 11 sillas libres de la mesa. Se pasó las manos por el pelo y luego por las muñecas, le dolían por la fuerza de las esposas.

-Hugo… sé que no he sido la mejor tía que te mereces, pero siempre te he querido y… nunca quise hacerte daño. –dijo Azucena cogiendo las manos de Hugo- Yo, he cometido muchos errores en mi vida, pero el error más doloroso ha sido mentirte a ti.
-¿Qué estás hablando? –preguntó Hugo alucinado.
-Yo… mejor te lo digo de otra manera. Pasad –dijo y la puerta se abrió.

Entraron sus compañeros de misión al completo, traían con ellos a Chang. Lo peor fue lo que vino después, el hombre que había visto con Victoria en el local y tras él, Victoria. Se quedó paralizado.

-A esto me refiero Hugo… lo siento. –dijo Azucena compungida.

Karen se sentó a su lado y agarró su mano. Seth se colocó en la silla de su izquierda que dejó Azucena libre. ¿Qué sentía? ¿Qué debía de hacer? No sabía nada, no hacía nada, solo callaba y miraba a Victoria, la miraba, la seguía mirando. Ella agachaba la cabeza, no podía mirarle, no quería mirarle.

-Bien, ahora que os conocéis. –habló Azucena- Mei infórmanos…

No prestaba atención, ni siquiera miró a Chang que estaba esposado en una de las sillas. Solo tenía ojos para ella, le mintió, desde el primer momento en que se conocieron.

-Una pregunta Azucena –dijo Jeff- ¿Quién es Lirio? –preguntó el rubio sentado junto a Victoria.
-Es algo que no puedo deciros yo, tendrás que ser esa persona quien se descubra ante vosotros. –la seguridad de Azucena se había venido abajo, no podía dejar de mirar a Hugo, la odiaría por siempre.

Dos toques en la puerta, parecía hasta rítmico. La manivela giró lentamente. Todos callaron. Hugo giró la cabeza hasta dar con el marco de la puerta, esperando que entrara alguien, El taconeo suave y a la vez fuerte. Perfume caro, rosas quizás. Eloísa asomó la cabeza y entró.

-Yo soy Lirio –cerró la puerta tras ella y se sentó al lado de Azucena.



Parte 12

Eloísa caminó hasta la silla al lado de Azucena, se sentó. Miró a todos, quedó durante unos segundos viendo la cara de Hugo. Tenía que dar tantas explicaciones, tantas súplicas de perdón, tanto. Nunca la perdonaría, jamás. Toda la verdad tenía que salir de su boca, todas las mentiras con las que lo crió.

Sonrió con dureza, en shock, enfermo de ira. Su madre, su tía y la mujer a la que amó con todo su corazón, todas ella tenían algo en común, le mintieron.
Todos sentados, expectantes, intranquilos por lo acontecido. Hugo aún seguía encerrado en sus pensamientos, mirando hacia abajo, incrédulo. Sabía que ella le miraba, maldita seas, explotaba en su cabeza. Le arde el estomago y tiene nauseas. Cuando por fin levantó la cabeza, no se dirigió a ninguna de las mujeres que tantas sorpresas le han dado en apenas minutos, mira su amigo Chang, atado y amordazado, con un leve gesto de cabeza le dijo que se encontraba bien, no hay nada de qué preocuparse.

-¿Qué es de lo que habéis hablado? –preguntó al fin Eloísa.
-He puesto al tanto del virus Pobre que hemos fabricado – respondió Mei.
-¿De qué trata ese virus en realidad? –ahora preguntó Jeff.
-Un simple veneno, no es nada del otro mundo. –Dijo Eloísa- Y no os preocupéis que se cura con suero. –calmó a los espías.

Todos volvieron a callar unos segundos, era realmente agotadora esa presión en el pecho.

-¿Fue divertido? –musitó Hugo.
-¿Cómo dices? –preguntó Eloísa.
-Si te divirtió reírte de tu propio hijo… -dijo con un pequeño hilo de voz.
-No Hugo… -dijo Victoria sabiendo que la pregunta era también para ella.
-Cállate… cállate… -casi no se oía la voz de Hugo.
-A veces es necesario el sufrimiento para un bien mayor –respondió Eloísa.

Cerró los ojos, apretó con fuerza los parpados, sonrió y suspiró. Con una rapidez inusual agarró la pistola que descansaba en la cintura de Karen y apuntó a Eloísa. Todos se levantaron de un salto, Clare y Jeff  apuntaron a Hugo con sus pistolas.

-Suelta el arma Hugo –ordenó Azucena que desenvainó su arma y apuntó al suelo.
-El fin justifica los medios… -dijo Hugo-  Esa frase te hubiera quedado mejor… -se carcajeó fuera de sí.

Se levantó Karen colocándose delante de la pistola que sujetaba Clare y Seth sacó su pistola apuntando a Jeff. Victoria tenía su mano en posición, agarrando la empuñadura de su arma.

-Baja el arma Jeff –dijo Victoria nerviosa.
-No –se negó Jeff.
-Dime Lirio… Eloísa –intentó hacer daño Hugo -¿Cómo le pudiste hacer esto a tu propio hijo? –Preguntó con rabia- Todos los abrazos que me dabas, las noches que me arropabas cuando era niño… todo eso era mentira. Confabulada con tu cuñada… y además, hiciste que una cualquiera sedujera a tu hijo. –Apretó la mandíbula- Ojala te hayas ganado el sueldo, hasta puede que te hayan dado el premio a trabajadora del año –soltó una de las manos que agarraba la pistola y se la pasó por la frente. Ya veo…  -miró a Victoria- Y tú, te acostaste conmigo… por trabajo. ¿Sabes cómo se le llama a eso? Eres una vulgar… –se calló cuando Eloísa se levantó y le apuntó con su arma.
-Cállate Hugo –ordenó Eloísa- Baja el arma –ahora era Victoria la que apuntaba a Eloísa- ¿Que coño estás haciendo Victoria?
-Estás apuntando a tu propio hijo Eloísa… baja el arma, por favor –suplicaba Victoria.

Hugo miró a Victoria con una media sonrisa, todavía sigue haciendo su papel.

-Ya no tienes que hacer eso, Victoria… ya me traicionaste, ya hiciste aquel papel de novia amorosa que me embaucó. Ya hiciste tu trabajo. –Bajó el arma y caminó hasta Eloísa- Dispara… -se colocó a pocos centímetros de su madre- O quizás quieres hacerlo tú, Victoria –anduvo hasta ella y agachó la cabeza hasta que el arma dio con su frente- ¡MATAME! –gritó.
-¡Bajad las armas ahora! –ordenó Eloísa, todos lo hicieron lentamente.
-Aquí me tienes, mátame, destroza mi frente apretando el gatillo, déjame morir, aunque tú ya me mataste hace diez años. Dispara, dispara, dispara. Quiero dejar de sufrir.
-Salid todos –dijo Azucena.

Todos los allí presentes caminaron hasta la puerta y salieron uno por uno. Karen la última agarraba a Chang, miró la espalda de Hugo sabiendo que este no mataría a nadie y tampoco moriría esa noche. Quedaron Eloísa, Azucena y Victoria junto a Hugo encerrados en la sala. Guardaron sus armas.

-Cuando termine todo esto me arrodillaré ante ti y esperaré que me mates, pero solo hasta que esto termine Hugo –dijo Eloísa sentándose- Mañana vamos a ir a por ellos, mañana todo acabará Hugo, mañana podrás quitarme la vida si es lo que deseas.

La miró y cerró los ojos, se dejó caer en el respaldo de la silla y miro hacia el techo. Sufría, quería llorar, gritar, destruir todo a su paso. ¿Por qué él? ¿Qué había hecho de malo en su vida pasada? El Karma dice que si haces algo bueno, al final la vida te recompensará. El hizo todo bien y le pagaron con traición. ¿Qué es ser malo o bueno? ¿Quien dice que tiene que sufrir de esa horrible manera? Nunca tuvo cariño de nadie, jamás le han tenido compasión en su vida. Su madre y su tía le mintieron, la mujer que más ha amado en su vida lo traicionó y jugó con sus sentimientos.

**

No pudo dormir en toda la noche, aún recuerda como pegó su cabeza al cañón de la pistola. Quitó al instante el dedo del gatillo, jamás lo mataría, no. Todo comenzó como un trabajo y todo terminó con ese amor que aún le tenía.

-¿Estáis listos? –preguntó Eloísa. ¿Me escuchas Steve? –volvió a preguntar Eloísa esperando que el hacker respondiera a través del micro.
-Si, señora. –contestó el chico.

Más de treinta equipos compuestos por cinco hombres. Uno de los grupos eran ellas, Eloísa, Azucena y Victoria. Jeff tendría cuatro hombres a su disposición. Hugo junto a su equipo, Clare, Seth y Karen. Varios hackers para que les guiaran por el polígono donde se reunirían todos los mafiosos. Mei estaría entre ellos haciendo su papel, disparar a cualquier que fuera una amenaza.  Leire está en un sitio a salvo de todo esto, pidió explicaciones pero el Coronel Smith estaría a su cargo.

Se oyeron los primeros disparos.

-No he dado la orden de abrir fuego- dijo Eloísa-
Uno de los espías gritó a cubierto. Explotó una bomba cerca de donde se encontraban.
-Nos han tendido una trampa –dijo Azucena apoyando la espalda en la pared- Tenemos que huir Eloísa.
-No, hoy todo tiene que acabar. –siguió hacia delante.

Parecía una maldita guerra. Disparos por todos lados, bastantes bajas tanto de un lado como de otro. Tenían que mirar al suelo para no tropezar con los cuerpos de los fallecidos. A lo lejos vio a Hugo, parecía en buenas condiciones.

-He entado en la base de datos de los Gálvez y hay algo que nunca hemos visto –dijo Steve- David Jefferson, ¿lo conocéis? –preguntó.
-Si, es de los nuestros –dijo Victoria.
-Me parece que habéis tenido un topo en la CIA… -habló Steve.
Eso no puede ser. Jeff era de los suyos, un agente que jamás traicionaría a su país.
-¿Donde está ahora mismo? –preguntó Azucena.
-Ha desactivado el localizador. –contestó.

¿Cómo ha podido traicionarla de esa manera Lo tenía como un verdadero amigo? Joder si hasta se había acostado con él decenas de veces. Siguieron adentrándose, llegaron hasta el almacén donde les tenían acorralados. Con lo fácil que habría sido que no llegaran hasta el polígono, podían hacer lo que quisieran y aún así…

-Quieren dar un golpe de autoridad –dijo Eloísa- Ahora pueden matar dos pájaros de un tiro y no quieren perdérselo.
¡Arriba las manos! –Gritó un encapuchado detrás de ellas- Vic, tira el arma –se quitó el pasamontañas, era Jeff.

Tiraron las armas. Cuatro japoneses le acompañaban, colocaron esposas en las tres mujeres y con dureza las empujaron para que comenzara a andar tras Jeff.

-Eres un hijo de puta… -musitó Victoria.
-Bueno, tal vez… pero yo soy el que ganará un  montón de dinero por este trabajito.
Llegaron donde todos les esperaban, japoneses, colombianos y los Gálvez. En el suelo los cuerpos desangrados de Mei y sus dos guardaespaldas.
-Ya estamos todos –dijo Alejandro aplaudiendo.
Victoria miró a su derecha, de rodillas y con la cara ensangrentada estaba Hugo junto a su equipo.
-¿Quién iba a decir que mi propia mujer, me traicionaría…? -le dio un sonoro guantazo a Eloísa.
-Solo eres un asesino Luis, un maldito hijo de perra que le da igual matar a su propio padre por unos billetes –escupió la sangre en la cara de Luis.
Se limpió la cara con la mano derecha para después agarrar del cuello a su mujer- No son unos dólares, querida… son billones de euros los que podré conseguir matando a idiotas como tú- la soltó- ¿Crees que solo teníamos en mente el virus? No, eso solo era el plan A, el plan B era destruir a todos, una guerra mundial. –se carcajeó.
-Estás loco –dijo Azucena alucinada.
-Si, hermanita… -sonrió de nuevo.

Se volvió a sentar junto a los mafiosos. Como si estuvieran viendo una película sonreían los malnacidos.

-Traedlo aquí –dijo Alejandro.

Uno de los colombianos agarró a Hugo y le dio dos puñetazos en la cara. Lo llevó hasta donde se encontraban Victoria, Eloísa y Azucena. Comenzaron a pegarle sin compasión.

-¡PARAD! –gritaba Victoria fuera de sí.

Cuando ya se cansaron de reír los Gálvez, detuvieron a los matones. Alejandro llegó hasta Hugo y le apuntó con la pistola, justo en la cabeza.

-¿Vas a matar a tu hermano menor? –tosió Hugo.
-¿Hermano? –Preguntó- Tú no eres mi hermano… no llevas mi sangre, bastardo. No me digas que no lo sabías… -rió- Parece que tu jefa nunca te dijo nada. Creo que tenía cinco años cuando llegaste a mi casa, maldito bebé llorón, no me dejabas tranquilo en ningún momento. –Le dio un golpe con la empuñadura- ¿Por qué crees que nunca recibiste cariño de nadie? Pobre el niño abandonado… solo viniste para disfrutar del dinero de los Gálvez. –otro golpe que dejó a Hugo tumbado.

No se lo podía creer, Hugo no era un Gálvez. Eloísa tirada en el suelo, y por primera vez la vio llorar desconsolada. Azucena miraba a Victoria con ojos llenos de culpa. No se dio cuenta, pero ahora era ella la que siendo cojita por los pelos fue arrastrada hasta Hugo, la tiraron delante de él, quedando sus caras frente a frente. No lo vio llorar, pero lo que sí vio fue el sufrimiento en sus ojos verdes. ¿Hasta cuándo sufriría?

-Matadlo –ordenó Ortega y un disparó se escuchó.

Victoria miró hacia todos lados hasta que dio con el cuerpo cayendo de Jeff al suelo. No sintió pena, al revés.

-Sabes Hugo, nunca me quiso. –dijo Alejandro en cuclillas mirando a Hugo- Miles de veces abría las piernas para que me la pillarla como la puta que es, pero nunca gritaba mi nombre… -dio una patada en el costado de Hugo- Solo decía el tuyo –volvió a golpearlo.
-¡PARA! –gritó Victoria.
-¿Qué sentirás cuando le quite la vida? –Preguntó apuntando el arma en Victoria- Morirá frente a ti…
-No… -dijo Hugo con la poca fuerza de su voz.
-No, ¿Qué? –preguntó de nuevo Alejandro.
-Que no puedes matarla, eso lo haré yo –dijo levantando la cabeza- Decíais que tenéis un plan B… yo sí que tengo un plan B.

Una fuerte explosión en la pared. El humo no la dejaba ver, los escombros caían de todos lados. Pataleaba cuando alguien la agarró y la llevó en brazos, se desmayó.

**

El reloj suena como de costumbre, también es costumbre oler a café a esa hora. A lo lejos las olas rompiendo contra las rocas lo relajan. Abren la puerta y se hace el dormido, los pasos se acercan lentamente tratando de no despertarlo. Sabe que es ella, agarra su brazo y da un chillido agudo, la tira sobre la cama.

-Me has asustado –gritó pataleando intentando deshacerse de la manos que le aprisionan los costados.
-No hagas más eso…. No intentes asustarme cuando recién me levanto, tonta –le dio un coscorrón en la cabeza- Anda que asustar a tu hermano mayor…
-Suéltame que las tostadas se enfrían –saltó de la cama.

Han pasado cinco meses. Ya había planeado todo con Chang, su amigo llamó a otros “amigos” y les ayudaron a salir vivos. Ortega se escapó aunque dos semanas después se lo encontraron muerto, parece que varias prostitutas marroquís lo mataron, no quería pagarles. Alejandro Gálvez está en prisión, cadena perpetua al igual que los japoneses que sobrevivieron. Luis Gálvez lo hallaron muerto con un disparo en el pecho, nadie sabe quien lo hizo.

Le ha costado asimilar que no lleva la sangre Gálvez en sus venas, que Leire no es su hermana, ni Azucena su tía. Eloísa hizo lo prometido, se arrodilló ante él esperando que la matara. Sigue con vida, habla a menudo con Leire. Le contó toda la verdad, su padre fue un espía asesinado en batalla, de origen búlgaro Andrei Yankev. No se sabe nada de su madre verdadera, si tiene hermanos de sangre, nada. Tampoco ha buscado, su verdadera familia es Leire. Azucena pidió perdón de mil maneras, un beso de Hugo firmó las paces. Karen y Seth le siguen visitando. Seth ha hecho buenas migas con Leire, le elige la ropa adecuada para ser fashion. Karen sigue tan hambrienta de sexo como siempre. No se despidió de Victoria. Cuando la cogió en brazos y la sacó de allí tampoco esperó hasta que despertara. No ha tenido noticias de Clare y Steve, pero siguen atrapando malos en algún país asiático.

Dijo adiós a eso de ser espía. Prefiere la tranquilidad de su casa y las olas golpeando una y otra vez.

-¡Tete me voy! –gritó dentro de la casa Leire.
-Vale… -le hizo un gesto con la mano y siguió leyendo el libro.

Quizás es cierto eso del Karma, por ahora todo va bien.  Tiene buenos amigos, se siente querido por su familia, sobre todo Leire. Cuando le contó la verdad lloró, no por haber perdido un hermano, si no por lo que había sufrido todo ese tiempo.  Todavía duele, duele mucho pero cada vez menos. Aquellas mentiras aún duele.
Se levanta para coger otra botella de cerveza. Cuando se dispone a volver has su butaca se oye el timbre.

-Esta niña siempre olvidándose algo… -musitó- Un día perderás la cabeza –dijo abriendo la puerta.

No era Leire.

-Hola Hugo –dijo Victoria.

No la contestó, solo la atrapó entre sus brazos y la besó. Qué bien se sentía poder saborear esos labios, acariciar su piel. Victoria dio un salto y lo atrapó con las piernas. La llevó hasta su habitación y quedaron tumbados, el abajo y ella arriba.

-Yo… no sé cómo decirte todo lo que… -un beso en los labios de Hugo le hizo callar.
Se desnudaron entre caricias y besos. Frotaba su sexo con el pene duro de Hugo, que delicia. Suave pero con fuerza. Atrapó uno de sus pezones y lo pellizcó, el gemido de Victoria le hizo sonreír. No hacía falta más, querían volver a ser uno. Penetró la cueva de Victoria y esta se dejó caer sobre el cuerpo de Hugo. Sus pezones acariciaban sus pectorales a cada embestida. Le cabalgaba lentamente, suave, como la primera vez. Buscaron sus lenguas con ansia, no podía dejar de besarla, era su droga. Bendita droga, quiero que seas mi vicio durante la eternidad, maldita sea. Su pene palpita, ella grita con más fuerza y llegan al éxtasis.

Te amo. –gritaron los dos al unísono.

La ha dejado dormir. El sigue en su idolatrada butaca, viendo el mar. La traducción de Shark al español es tiburón, fue el nombre que le asignaron en la misión. El tiburón puede parecer un asesino, pero solo es un animal incomprendido. Como todo ser vivo necesita cariño, las plantas, el perro que tienes en tu casa y menea el rabo cuando abres la puerta tras un día duro. Solo necesita algo de cariño. Hasta el tiburón caza en manada, todos tenemos amigos, unos más, otros menos… familia.

Te podrán traicionar, puedes perdonar, puedes olvidar. ¿Qué pasaría si no tuviéramos segundas oportunidades? Una segunda oportunidad donde pudieras hacer bien aquello que hiciste mal, perdonar a aquellos que se equivocaron y necesitan esa segunda oportunidad.
Duele, aún duele. Duele su traición, duele esa imagen entregándose a él… Pero más me duele no tenerla junto a mí. Un clavo saca otro clavo, dice el dicho. ¿Y si ella es mi clavo? La amo con todo mi corazón, y muy a mi pesar la amaré por el resto de nuestras vidas, juntos.

Te amo Hugo.
Te amo Victoria.

FIN.

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